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el norte
Domingo, 4 de diciembre 2016, 13:49
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Una de las grandes sorpresas palentinas se encuentra en la Montaña, en la Palencia del norte donde nacen ríos como el Carrión o el Pisuerga, que dejan reposar sus aguas en los embalses de Aguilar, Camporredondo, Compuerto, Requejada y Ruesga.
Recorrer la Montaña Palentina es un placer indescriptible, para los sentidos, y el visitante siempre encuentra alguna propuesta cultural interesante para acompañar las rutas. Existen cimas de más de 2.000 metros, como el Curavacas, el Espigüete o Peña Prieta, que enmarcan este espacio palentino; bosques encantados como la Tejeda de Tosande o bellísimos lagos y zonas rocosas con originales formaciones como Las Tuerces y el Cañón de La Horadada, Covalagua o el complejo kárstico de la Cueva de los Franceses, que hacen posible que los deportes y propuestas de turismo activo al aire libre tengan una atractivo excepcional.
Rutas de senderismo por el Valle de la Pineda, la Cueva del Cobre, Tosande, la Cascada de Mazobre o el Roblón de Estalaya, donde te recibe un ejemplar de roble albar al que se le calculan más de 500 años. O por la Senda de Ursi, concebida como un homenaje a este escultor palentino, donde se localizan hasta 41 obras de arte de 20 escultores que van descubriéndose a lo largo de su recorrido. Más que una ruta de senderismo de naturaleza, que también es, sin duda, un recorrido cultural y un museo al aire libre donde el caminante podrá disfrutar del arte entre panorámicas inolvidables.
En Revilla de Pomar, a un paso de Aguilar de Campoo, se encuentra la Cueva de los Franceses. Esta formación kárstica, con un recorrido visitable de unos quinientos metros, formado por estalactitas y estalagmitas y coladas, es una muestra de lo que el tiempo y el agua son capaces de crear bajo el suelo del Páramo de La Lora. Una visita en la que además se podrán descubrir las características geológicas de esa parte del espacio natural de Covalagua, su flora y fauna, a través de varias rutas que les llevarán hasta Canto Hito, el Pozo de los Lobos o el Mirador de Valcabado.
Pero el norte de la provincia de Palencia atesora una de las concentraciones de románico más significativas de Europa, pequeñas iglesias de concejo que han sobrevivido al paso de los siglos y que salpican sendas y caminos.
Para acceder a este territorio, para guiar al viajero en su recorrido, la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico creó el centro expositivo Rom: Románico y Territorio, ubicado en el antiguo monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo. Hoy por hoy, el centro constituye la puerta de entrada a este País Románico, poblado de templos, monasterios, leyendas e historias que asaltan al visitante a cada paso, en cada rincón del camino.
Historias como la de la iglesia rupestre de los Santos Justo y Pastor en Olleros de Pisuerga, un templo rupestre que presenta la excepcionalidad de plasmar los volúmenes románicos en la propia roca, singularidad para nada habitual que la convierte en una joya única. Además de su esencia románica, conserva pinturas murales, leves retazos de otras épocas, de otro tiempo que salieron a la luz no hace mucho durante la restauración abordada en el Plan Románico Norte.
Otro templo que ha revivido gracias a Románico Norte, es la iglesia del antiguo monasterio de Santa María de Mave, donde las nuevas tecnologías permiten adentrarse en la historia de un edificio de imponente portada, que sorprende al visitante por la robustez de su muros, por el tono rojizo de la piedra con la que fueron construidos, por la singularidad de sus bóvedas de cañón o por haber conservado algunos restos epigráficos, que permiten datar con mayor precisión su construcción allá por el siglo XIII.
De visita obligada para el viajero es la ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, ubicada en lo alto de un promontorio rocoso, que la convierte en la abanderada de una de las reseñables muestras de Naturaleza románica, edificios fusionados al paisaje que los rodea. Fascina su escultura, que muestra el aspecto transcendental de la vida medieval aunque también se manifiesta lo humano y cotidiano, como sugiere el calendario de trabajos allí representado.
Y si de regresar al sosiego del medievo se trata, no hay mejor lugar que el monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo, fundado en el siglo XII por Mencía de Lara y siempre ocupado por monjas, quienes, al lema del ora et labora, atienden a la labor espiritual, deleitan con su repostería y guían a los visitantes a través de su soberbio claustro románico, auténtico muestrario de las más bellas filigranas plasmadas en piedra.
Un viaje para despertar los sentidos, incluso el del gusto si el visitante se acerca a reponer fuerzas degustando la mejor gastronomía palentina con productos de reconocida calidad como la carne de ternera de Cervera de Pisuerga y de la Montaña Palentina o el del olfato, con ese inconfundible olor a galletas en la villa de Aguilar de Campoo donde se merece una visita Santa María la Real, la colegiata de San Miguel, la ermita de Santa Cecilia o su Plaza Mayor con los soportales.
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