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PILAR ROJO
Domingo, 27 de noviembre 2016, 15:18
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El 6,6% de la población infantil entre 6 y 18 años sufre TDA-H y, de ellos, en el 70% prevalece el trastorno en la edad adulta. Pero, ¿cómo surge la voz de alarma? «Generalmente, en el ámbito escolar, a los seis o siete años. Antes se confunde con inmadurez. También en ocasiones es el propio pediatra quien sospecha y diagnostica. En el proceso de diagnóstico deben colaborar los padres, el colegio y todas las personas cercanas, entrenadores, profesores...», explica José Antonio Hoyos. A medida que el afectado crece, la hiperactividad (que no necesariamente aparece en todos los casos) va atemperándose, se palía y persiste el problema mayor: la dificultad de concentrarse, de planificar y de inhibir conductas inadecuadas, una disfunción que se origina en las funciones ejecutivas del cerebro.
La proliferación de afectados por este trastorno ha llevado a muchos expertos a hablar de sobrediagnóstico, confundiéndose en ocasiones a los niños movidos con hiperactivos o a los distraídos con un déficit de atención. «Yo no suelo hablar de sobrediagnóstico o infradiagnóstico. Prefiero hablar de buenos o malos diagnósticos. Yo insisto en que este trastorno tiene que afectar a todos los ámbitos de la vida, en el colegio, en casa, en las actividades extraescolares, en el deporte... Es un comportamiento generalizado», asegura.
Las unidades de salud mental, pediatras, psicólogos y neurólogos intervienen en el proceso de diagnóstico clínico. «Desde la asociación defendemos el tratamiento multimodal, que exige un adecuado abordaje en casa. La familia debe estar muy implicada, luego el día a día también depende de la sensibilidad que muestre el colegio y el maestro. No podemos estar pendientes de que te toque un maestro sensible, pero a mí me gustaría agradecer la entrega de muchos docentes que acuden a esta jornada en su día libre para formarse y estar al día de lo que supone este trastorno. En nuestra opinión, la medicación, el tratamiento farmacológico, no debe ser la primera parte del tratamiento, sino un último recurso para los casos que lo exigen, porque hay niños que con el abordaje en casa y en el colegio logran que se remitan los síntomas», asegura Hoyos.
El presidente de la asociación incide en la importancia que tiene actuar cuanto antes y poner medidas a tiempo para abordar mejor este trastorno, que en muchos casos lleva asociado el fracaso escolar. «Todo el fracaso escolar de un TDA-H es un fracaso de la sociedad. Muchos son brillantes y las capacidades varían de unos alumnos a otros, como ocurre en el resto de los niños», destaca.
Hoyos explica la trayectoria vital de un afectado por TDA-H. «Desde que está en la cuna solo escucha cochas negativas: es muy movido, no para... No es capaz de estar sentado y le exigen que atienda en clase, no le adaptan el currículo, en casi la mitad de los casos repiten. Llegan a la adolescencia y se siente incomprendido. La consecuencia es el alcohol, tabaco o drogas. Las adicciones son una consecuencia, no un mal asociado al trastorno. Por eso es tan importante abordarlo de forma conjunta», afirma el presidente.
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