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Reguera, en 2011, con la cerveza Vacceum que elaboraba..
De candidato de Falange al voluntariado en Perú

De candidato de Falange al voluntariado en Perú

José María Reguera, que cerró su cervecera Vacceum en 2013, lleva un año en el país andino

Ricardo Sánchez Rico

Sábado, 28 de junio 2014, 23:37

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«Un amigo sacerdote, antiguo capellán militar del cuartel de Loyola, en San Sebastián, donde yo estuve destinado como militar de empleo entre 1998 y 2001, tiene aquí, en Puerto Maldonado, capital del departamento de Madre de Dios, en plena selva amazónica, una casa de acogida para niños abandonados. Las opciones no eran muchas y las que había no eran nada atractivas, así que le pregunté al sacerdote si necesitaba ayuda, me dijo que sí y para acá que me vine». El que habla es José María Reguera González, quien fuera delegado provincial de Falange Española de las JONS en Palencia y candidato a la Alcaldía en las elecciones municipales de 2007. El que habla es José María Reguera, quien fuera elegido presidente de la Asociación de Vecinos del Campo de la Juventud en 2009. El que habla es José María Reguera, quien fuera propietario de Vacceum, empresa cervecera palentina instalada en Venta de Baños que producía unos 12.000 litros al mes de una rubia natural con un toque de semilla de cilantro.

Transportista, político, dirigente vecinal, artesano... Pura versatilidad la de este joven nacido en Madrid aunque residente en Palencia desde los 4 años, capaz de juntar sin que chirríen el yugo y las flechas con el amor de una peruana, el interés por un sillón institucional con una vida en las antípodas de la comodidad, la cerveza con el chilcano de pisco...

«Cerré Vacceum en junio del año pasado. El último acto en el que tomé parte fue la feria visigoda de Baños de Cerrato. Los motivos fueron la falta de refinanciación. Llevaba casi dos años de duro trabajo mejorando la eficiencia de la producción, reduciendo costos para ofrecer mejores precios, probando nuevas recetas e incluso reinventando bebidas ahora olvidadas. La cerveza estaba gustando mucho, el cambio de imagen que se hizo después del primer año fue muy bueno y la labor de distribución que estaba haciendo Manuel Martínez en toda la provincia empezaba a dar resultados. Había hablado incluso con varios bares de Madrid, a los que se les hizo una receta exclusiva y en los que iba a poner grifos para vender cañas. El problema fue la refinanciación: al ir a buscar más dinero para hacer la inversión necesaria, nadie me dio lo que necesitaba. En este punto, me vi obligado a cerrar ante la imposibilidad de continuar», señala José María Reguera al preguntársele por Vacceum, su empresa cervecera, que bajó la verja de forma definitiva dos meses antes de que este palentino cruzase el charco.

«Llegué a Puerto Maldonado el 26 de agosto de 2013. Madre de Dios sufre de muchos males. La deforestación de la selva para el comercio ilegal de madera y oro, la contaminación de estas actividades. La trata con niños que son vendidos como esclavos o prostitutas, y lo peor, la inoperancia de un gobierno peruano que está sumido en incontables casos de corrupción a todos los niveles. Además, el calor es horrible, hay todo tipo de bichos, y para un palentino llegar aquí fue algo increíble. Me sentía, en cierto modo, como un explorador del siglo XVI en busca de aventura, pero con una misión muy distinta», recuerda José María desde Perú, donde ha echado el ancla.

«Mi labor en la casa de acogida era de voluntario. Hacía de todo: limpiar, cocinar, trabajar en el campo para conseguir dinero y recursos para la casa, dar apoyo escolar a los niños... Todos esos niños tienen un hueco en mi corazón, pero hay dos que ocupan y ocuparán siempre un lugar especial: Wilfredo, que con 8 años fue vendido por su madre para comprar alcohol, que trabajó como esclavo en un campamento minero y fue rescatado cuando tenía 12, y Nachito, a quien, apenas quince días después de llegar, le rescatamos de un poblado de chabolas completamente desnutrido y a punto de morir. Tenía siete meses. Consiguió sobrevivir, en enero cumplió un año, y está ahora acogido por una familia que lo cuida muy bien», comenta José María Reguera, que en Perú ha encontrado el amor.

«La conocí de casualidad por Internet antes de venir, estuvimos hablando esporádicamente durante meses, nos hicimos amigos y cuando llegué a Lima y nos conocimos, saltó la chispa», detalla Reguera, que no ve nada extraño en que un falangista cuadre con una joven sudamericana. «Los falangistas no somos racistas. Es más, creemos que, a pesar de las diferencias culturales, los hispanohablantes debemos configurar una serie de alianzas que nos fortalezcan en un gran bloque que aporte valores distintos de los que la globalización, desde el punto de vista anglosajón, ha impuesto. Puede sonar a utopía, pero muchos lazos nos unen a ellos. Liliana, que así se llama mi pareja, es una gran persona, bella por fuera y por dentro. Hemos coincidido en el tiempo y en el espacio. El amor está por encima de razas o credos», comenta.

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