Borrar
Morell-Efe
Final de ciclo

Final de ciclo

La detención de Zaplana certifica que la corrupción hunde la solvencia de los partidos implicados; es lo que hoy respira el PP

El Norte

Valladolid

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Miércoles, 23 de mayo 2018, 09:09

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La detención de Eduardo Zaplana y de personas próximas a él en su paso por la presidencia de la Generalitat valenciana parece completar el círculo de las investigaciones y procesos por corrupción sobre las dos décadas de poder del PP en esa comunidad autónoma. La instrucción abierta por un juzgado de Valencia interpela de nuevo al partido de Rajoy por la inexplicable sucesión de irregularidades imputadas a tantos de sus dirigentes, por la amplia extensión territorial de tales casos y, en especial, por que la corrupción ha acompañado la gestión popular en las dos comunidades básicas para su poder en España: la Valenciana y Madrid. Zaplana fue detenido ayer porque los investigadores de la UCO estiman que trataba de blanquear más de 10 millones de euros que habría obtenido mediante el cobro de comisiones durante su período como presidente autonómico. La drástica resolución de la ejecutiva nacional del PP al darle de baja como afiliado acortó ayer los tiempos que Génova se había tomado en anteriores ocasiones ante casos similares. Sencillamente, porque el Partido Popular ya no puede más. Eduardo Zaplana fue alcalde de Benidorm, presidente de la Comunidad Valenciana, ministro de Aznar y portavoz. Fue el muñidor de la hegemonía popular en esa autonomía. Y, sin embargo, ayer nadie en su partido parecía conocerle. Fue despachado de las filas del PP sin ningún miramiento. Como si de esa manera los populares pudieran deshacerse de las sombras de su pasado, de un presente atenazado y de las incertidumbres que impiden a sus cuadros y dirigentes actuales pensar siquiera en una salida distinta a aferrarse a Rajoy. Hoy el Gobierno se juega la continuidad de la legislatura en la votación de los Presupuestos del Estado del presente año. Lo hace a sabiendas de que si las cuentas salen adelante será de prestado y que, si se encallan en el trámite parlamentario, su prórroga solo serviría para dar paso a un penoso final. Para adentrarse, en todo caso, en un final de ciclo inexorable. Porque, a pesar de la impasibilidad de Rajoy, se está demostrando que, aunque sea a medio plazo, la corrupción política echa abajo la solvencia de los partidos afectados por ella. Sobre todo, cuando se hace evidente que el poder institucional es, a la vez, una meta que se alcanza también gracias a la corrupción como medio para el lucro personal más despreciable.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios