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Descontrol independentista

Descontrol independentista

Los secesionistas solo se unen en acciones y gestos que les alejan de la posibilidad de recuperar la normalidad institucional

El Norte

Valladolid

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Jueves, 29 de marzo 2018, 12:01

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El Parlamento de Cataluña aprobó ayer, con los votos de JxCat, ERC y la CUP, una resolución reivindicando el derecho a la investidura de Carles Puigdemont, Jordi Sànchez y Jordi Turull, y otra reclamando la libertad de todos los encarcelados. Una vez más se demostró que el independentismo se vuelve unitario solo en las acciones y gestos que más le alejan de las resoluciones del TC, de las diligencias judiciales y, en general, de cualquier atisbo de salida institucional al marasmo que vive Cataluña cuando el autogobierno pende del 155. Incluida la conversión del lazo amarillo en posición institucional del legislativo autonómico contra el poder judicial.

Por el contrario, el secesionismo se divide ante la sola insinuación de que la Generalitat y el país necesitan un gobierno efectivo ya; y para ello una investidura factible. Ayer la ficha de tan delirante juego volvió a la posición de Puigdemont, sobre todo en boca de la portavoz de su candidatura y del de la CUP. La constatación de que entre el hoy detenido en una cárcel alemana y la formación a la que pertenece una autoexiliada sin motivo, como Anna Gabriel, atenazan al conjunto del independentismo que se hace más que evidente. Con el paradójico detalle de que los integrantes de la CUP, que en última instancia aprietan la tuerca del maximalismo y acaban redactando los términos de la unidad independentista, son también los únicos que quedan libres de cárcel en los procedimientos judiciales en curso. Su expresa disposición a formar parte de la Mesa del Parlamento autonómico para llevar a cabo una investidura de Puigdemont abiertamente rupturista –en tanto que desoiría al Constitucional– refleja hasta qué punto el independentismo se encuentra fuera de su propio control. Sencillamente porque la nave no cuenta con nadie en su puente de mando; y no porque sus principales dirigentes estén en prisión. Ocurría lo mismo cuando todos ellos participaban de una reunión permanente en el Palau de la Generalitat. Mientras la instrucción del juez Llarena y otras actuaciones judiciales sigan su curso, el independentismo sin control corre el riesgo de sumar hechos a la doctrina jurídica sobre la rebelión –como los protagonizados por los autodenominados Comités de Defensa de la República– y de añadir investigados a una causa sin fin, como los dos mossos d’esquadra detenidos por la Policía porque acompañaban a Puigdemont en el momento de la interceptación de este por parte de la Policía alemana.

Inquietante deuda pública

El buen comportamiento de la economía española en 2017 en lo referente al déficit y al crecimiento ha tenido su contrapunto en la deuda, que ha alcanzado el 98,3% del PIB, dos décimas por encima del objetivo comprometido con Bruselas. El Ministerio de Economía ha restado importancia a estas dos décimas de desviación y, de hecho, el porcentaje sobre PIB es el más bajo desde 2014 (llegamos a sobrepasar el 100%). Por administraciones, la Central es la que acumula la mayor deuda y la Seguridad Social la que más ha elevado la ratio en 2017, en tanto ha descendido la de las corporaciones locales. La deuda española es porcentualmente más alta que la alemana (68,10%), semejante a la francesa (96,50%) y está notablemente por debajo de la italiana (132%) y de la portuguesa (130%). Pero el hecho de que no destaquemos en exceso, no oculta el lastre que supone una deuda elevada, máxime cuando la tendencia es a la subida generalizada de los tipos de interés, con la consiguiente repercusión creciente del pago de intereses sobre las cuentas públicas.

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