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Díaz, duranteun acto público celebrado en Gijón.
Susana Díaz: El poderío derrotado

Susana Díaz: El poderío derrotado

Era la favorita de los principales líderes territoriales, de la vieja guardia del partido, del mundo institucional, del empresarial y (pese a que Sánchez haya tenido éxito en pintar esta contienda como una batalla entre los de arriba y los de abajo) de un porcentaje no menor de la militancia

Paula De las Heras

Domingo, 21 de mayo 2017, 08:06

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Nunca ha estado tan cerca de alcanzar el objetivo para el que lleva años trabajando pero es probable que, a estas alturas, martillee en la cabeza de Susana Díaz ese demoledor proverbio: «Cuidado con lo que deseas». Las cosas no siempre ocurren como uno se las imagina. Finalmente no se ha hecho con el centro socialista.

La presidenta de la Junta de Andalucía era la favorita de los principales líderes territoriales, de la vieja guardia del partido, del mundo institucional, del empresarial y (pese a que Sánchez haya tenido éxito en pintar esta contienda como una batalla entre los de arriba y los de abajo) de un porcentaje no menor de la militancia. Pero ese hecho se debía más a la creencia de que la alternativa conducía al desastre, la radicalidad y la deriva populista, que a la convicción de en sus manos estaba la salvación del PSOE.

A muchos de los barones que la respaldan no se les escapaba que, hoy por hoy, Díaz tenía difícil entrada en buena parte del territorio nacional y que con ella al frente corrían el riesgo de acabar convertidos en un partido del Sur. Aún con el vizcaíno Eduardo Madina en sus filas, apenas tenía el aval de 96 militantes vascos, una cifra irrisoria.

Nunca ha perdido las elecciones y eso daba a algunos cierta tranquilidad. Díaz maneja bien, además, las distancias cortas y es única tejiendo complicidades, una virtud de la que demostró carecer Sánchez, capaz de granjearse el desafecto hasta de secretarios territoriales poco dados a las conspiraciones. En su contra han jugado los enredos orgánicos. Sus zancadillas a Sánchez (y antes a Alfredo Pérez Rubalcaba, al que no obstante ha conseguido ganarse) le han granjeado la imagen de una mujer ambiciosa y sin escrúpulos.

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