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M. J. Pascual
Miércoles, 5 de agosto 2015, 10:38
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«Este caso no está cerrado porque la víctima haya muerto. Ni mucho menos». Así de tajante se manifestó ayer la fiscal María Engracia Martínez Villaverde, delegada de Violencia contra la Mujer hasta el pasado junio, quien conoce de primera mano el caso de Sara Calleja desde que puso la primera denuncia contra su expareja, el belga Ch. C., el 8 de noviembre de 2013. Ese día, la artista leonesa cumplía 50 años. Sus acuarelas, que deberían ser la herencia para sus dos hijos, las está vendiendo el acosador en Bélgica, a donde ha regresado tras cumplir su condena de nueve meses de prisión en Mansilla de las Mulas (León). En todo este tiempo en la cárcel, a pesar de la prohibición judicial, no dejó de presionar y provocar a su víctima a través de las redes sociales. «Ni ahora que está muerta para; hasta la madre de Sara ha seguido recibiendo mensajes de él», manifestó la representante del ministerio público.
el testimonio
A Ch. C. no le frenaron los cinco autos de procedimiento abreviado por maltrato abiertos por la primera jueza instructora del caso por cada denuncia, ni las órdenes de protección por amenazas y coacciones, ni la orden de detención para en cuanto el belga pusiera un pie en España: el hostigamiento contra su expareja continuaba. No le frenó tampoco la pulsera electrónica, de la que hacía mofa en las redes colgando fotos en el muro de Facebook ni la prohibición de entrada en León. Se saltó todos los controles judiciales y policiales. Así que la jueza de Violencia le mandó a prisión preventiva, a la espera de celebrarse el juicio. La vista culminó con una sentencia de nueve meses de prisión. Sara denunció que le seguía enviando comunicaciones, aunque en el Juzgado se comprobó que ninguna carta se le había remitido desde el centro penitenciario.
El detonante
Fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León insistieron ayer en que a Sara Calleja se le pusieron desde el primer momento «absolutamente todos los medios a disposición de las víctimas de violencia, no solo los legales y de defensa, sino también de apoyo psicológico». Entienden que desde su desesperación ella no lo percibiera así y sobre todo en los últimos meses, especialmente cuando su acosador la denunció al Inem por la venta de unos cuadros y la denuncia prosperó, lo que generó una deuda que le generó tal problema económico que tuvo que vender su casa y se autoexilió para poner tierra de por medio. Pero no pudo superarlo.
La Fiscalía de León está ahora a la espera de que el juzgado de Ibiza, donde la mujer puso las dos últimas denuncias contra su acosador, en mayo y junio, y sobre las que no tuvo respuesta, se inhiba en favor del Juzgado de Violencia contra la Mujer de León. Mientras, la acusación pública estudia si al belga se le puede imputar el delito de suicidio inducido, tal y como pretenden su familia y amigos.
Sara Calleja no pudo más tras dos años de hostigamiento constante y, el pasado 11 de julio, saltó por la ventana, tal y como denunció a El Mundo uno de sus hijos. Para la fiscal Martínez Villaverde el caso no está cerrado, ni mucho menos. A su entender, Ch. C. habría incurrido en varios delitos por lo que cabría solicitar su extradición para ser juzgado en España. De entrada, explicó, habría quebrantado la pena de no comunicarse ni aproximarse a la víctima, una prohibición que impone la sentencia hasta 2017. «Hay un quebrantamiento continuado contra la Administración de Justicia que es perseguible de oficio», precisó.
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