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Fadila Chardoud, de 21 años, con su hijo, en una foto subida a una red social.
Los despiadados David y Fadila

Los despiadados David y Fadila

La pareja detenida en León ha mostrado una crueldad absoluta con el menor fallecido

LEONOTICIAS - Gonzalo Díaz Rubín

Sábado, 15 de noviembre 2014, 12:42

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Un joven de 33 años, nacido en una familia normal, con una buena casa en el municipio coruñés de Cambre, está encerrado en el Centro Penitenciario de Villabona tras ser detenido en León, acusado de asesinato con agravantes, al igual que su pareja y madre de la víctima, un niño de apenas 20 meses de edad. Esa es la historia.

La jueza Begoña Fernández, titular del Juzgado de Instrucción Número 3 de los de Oviedo, ha levantado el secreto sobre las diligencias y desveló el horror de lo sucedido. La muerte del pequeño Imran se produjo antes de lo que estimaron los agentes que examinaron el cuerpo tras su hallazgo el pasado lunes, día 3. El niño falleció como consecuencia de las lesiones internas que le causaron los «múltiples golpes» que recibió en la madrugada del día 26 de octubre, según el informe forense.

De esos golpes, de «arrojarlo contra la pared», se autoinculpa David Fuentes en su declaración. En un relato que comienza dos días antes de la muerte del menor, el viernes 24, cuando cobra por su trabajo en un taller mecánico de La Tenderina y con el dinero fresco en el bolsillo se entrega a la cocaína y el alcohol. Según su relato, los euros se acabaron pronto y acudió a la vivienda que compartía con Fadila para pedirle más dinero. No tenía. Así que, completamente drogado, decide ir a robar al taller en el que trabaja. Está tan poco lúcido, destaca su abogado Eduardo Rueda, que se desplazó en un taxi que no pudo pagar. Dejó su DNI en prenda al conductor, entró en el taller con sus propias llaves y sin desconectar las cámaras de grabación que, sabía, existían, se apoderó de 250 euros y dos ordenadores. Con los primeros y con los que le dieron por los segundos se rearmó de estupefacientes y bebida y reanudó su última juerga. El dinero voló. En la madrugada del sábado al domingo 26 volvió a casa. Exigió más dinero a Fadila y de forma cada vez más violenta para poder seguir consumiendo. La frustración desembocó en gritos y amenazas y la joven abandonó «amedrentada» la vivienda de la calle Vázquez de Mella, dejando a su hijo.

La pareja, sometida al protocolo antisuicidios

En el interior, David perdió los nervios, según relató a los agentes. La emprendió a patadas y golpes con el (escaso) mobiliario del piso, las paredes y las puertas. En la habitación, Imran se despertó asustado y rompió a llorar. El coruñés, declaró, que «trató de calmarlo», que luego le dio «una bofetada» y después «perdió el control». Los golpes se abatieron sobre el pequeño.

A la violencia, siguió el silencio. Según su declaración, se «asustó», envolvió al pequeño en una manta y salió a la calle aturdido en busca de «un centro de salud». Caminó sin un rumbo claro en una ciudad, recuerda su letrado que no conocía por llevar apenas dos meses residiendo en Oviedo, hasta que, en un momento dado, se dio cuenta de que el pequeño «estaba muerto, inerte». Su miedo dio paso al pánico. Se dirigió entonces hacia las vías del tren entre los apeaderos de Vallobín y La Argañosa, donde camufló el cadáver.

Su única preocupación entonces fue ocultar lo sucedido a su pareja, que esperaba un hijo suyo, según relataron a la familia y a vecinos. Fue así como se le ocurrió decirle a la madre del pequeño Imran que había enviado al niño con su hermana a Galicia. Para darle verosimilitud regresó al piso, cogió una maleta y metió dentro la ropa del pequeño y algunos juguetes y volvió a salir a la calle para tirarla en unos contenedores de basura, probablemente los de la calle Rafael Gallego Saiz. Por el camino cambió de idea y regresó junto al cuerpo, vació la maleta e introdujo el cadáver en su interior para protegerlo, según su testimonio. El niño dormía habitualmente con una chilaba como pijama. Así lo encontraron vestido más de una semana después los operarios de Adif en el entorno de las vías.

17 días de contradicciones

Al día siguiente, y durante más de dos semanas, sostuvo, así lo declaró ante la Policía, la misma versión ante Fadila: el niño estaba con su hermana en Galicia y, en cuanto pudieran, irían a buscarlo. La declaración de la joven marroquí coincide a grandes rasgos con la de su compañero. Dice que no se enteró de la muerte de su hijo hasta el momento de su detención en un barrio de Léon este martes.

Sin embargo, ambos están en prisión, acusados de asesinato con los agravantes de alevosía y ensañamiento y de delitos de lesiones y maltrato habitual. La magistrada ve «diversas contradicciones en su testimonio», según fuentes del TSJA, y considera que la joven no ha podido explicar de «forma creíble» por qué se desentendió del paradero del menor, entregándoselo a su compañero sentimental y ni «tampoco» aclarar «cuándo y con quién lo dejó para marcharse con su novio o porqué no se preocupó directamente de dónde estaba con llamadas telefónicas».

Las contradicciones, la falta de explicaciones se extienden por los 17 días que median entre la muerte el pequeño y la entrega de la pareja a la Policía en León. Demasiados sin una llamada, para la jueza y la Fiscalía. La magistrada destaca que Fadila se mostró «tranquila» durante su testimonio, incluso mostró «cierta frialdad». También que regaló ropa del pequeño, tras su muerte, pese a saberse embarazada. La entregó a un joven subsahariano, que está llamado a declarar el martes en el juzgado, donde también lo harán los propietarios del piso y los dueños del taller mecánico.

Una semana de huida

Durante toda una semana y antes de su huida, la pareja reanudó su vida en el barrio. David volvió al taller a trabajar «casi gratis» para saldar la deuda de su tropelía y a los vecinos que preguntaron les dijeron que el pequeño Imran estaba con un familiar. Según su letrado, durante todos esos días, la angustia fue creciendo en el interior del joven coruñés, que acabó por convencer a Fadila, según su declaración, de que los responsables del taller le iban a «meter en un lío» y lo mejor era «marcharse», empezar de cero.

El sábado, día 1, cogieron un autobús a León. Allí se enteró y ocultó a Fadila la aparición del cadáver, según su versión, impidiéndole ver informativos. Entre el Bernesga y el Toría se prostituyeron «los dos» para conseguir dinero. La mayor parte de él acabó convertido en droga. Diez días después, no aguantó más y llamó a la Policía para entregarse.

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