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Un sirio recoge el cuerpo de su hijo en una calle de Alepo.
La guerra en Siria, eclipsada por el Estado Islámico cuatro años después

La guerra en Siria, eclipsada por el Estado Islámico cuatro años después

La insurrección contra un régimen que se aferra al poder y el sufrimiento de la población han quedado en un segundo plano ante las atrocidades cometidas por los yihadistas

COLPISA / AFP

Viernes, 13 de marzo 2015, 12:35

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La guerra de Siria entra en su quinto año, y la insurrección contra un régimen que se aferra al poder y el sufrimiento de la población han quedado eclipsados por las atrocidades cometidas por los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

El 15 de marzo de 2011 comenzaba, en plena 'Primavera Árabe', el movimiento de protestas a favor de cambios democráticos en un país gobernado con mano de hierro por la familia El-Asad desde 1970.

Cuatro años después, Siria no ve el final de un conflicto que ha causado más de 210.000 muertos y ha dejado más de diez millones de desplazados. El país se ha derrumbado, la economía y las infraestructuras han quedado destruidas y el hambre se ha convertido en la inseparable compañera de numerosos sirios, entre los cuales más de doce millones precisan ayuda humanitaria.

El conflicto, que empezó como un enfrentamiento entre rebeldes moderados y el régimen, se volvió mucho más complejo con el ascenso de los grupos yihadistas, sobre todo del Estado Islámico, a partir de 2013. "Durante los primeros años de la revolución, había dos bandos claramente identificados", explica Karim Bitar, del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), con sede en París. "Hoy es un poco la guerra de todos contra todos, y no se ve, en ese contexto, cuál puede ser la solución política".

Atrocidades

La comunidad internacional ha descubierto, horrorizada, las atrocidades de los yihadistas que usan las redes sociales para reivindicar la decapitación de rehenes, la crucifixión de "infieles" o "espías" o la esclavización de mujeres. Provocaron terror con el vídeo de un piloto jordano quemado vivo en una jaula porque participaba en la coalición creada en 2014 para detener al Estado Islámico.

Este grupo, que proclamó un califato en los territorios que conquistó en Siria y en Irak, "ha ido tan lejos en el horror que ha conseguido persuadir a Occidente de que Daesh (acrónimo del EI en árabe) encarnaba al enemigo absoluto y que todo lo demás era un mal menor", asegura Bitar.

Al principio, el movimiento extremista sunita procuró evitar los combates con el ejército del régimen. Sólo se atrevió a enfrentarse a las tropas del presidente Bachar el-Asad en 2014, tras haber conquistado regiones del este y del norte de Siria en manos de los rebeldes y sus exaliados del Frente al Nusra, la rama siria de Al-Qaida. Entretanto, combatientes extranjeros fueron a engrosar sus filas, aumentando más aún la preocupación en Occidente.

El-Asad, reforzado

El contexto benefició al presidente El-Asad, al que Occidente considera ahora como un posible socio en la lucha contra el extremismo. El mandatario puede, además, contar con el respaldo de Irán, Rusia y Hezbolá.

En 2013 consiguió evitar in extremis una intervención militar extranjera, aceptando un acuerdo elaborado por Washington y Moscú sobre la supresión de sus depósitos de armas químicas, tras la muerte de 1.400 personas en un ataque contra una zona rebelde cerca de Damasco.

En los últimos meses, las voces que piden la marcha de El-Asad se han hecho más discretas. Y el enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, llegó incluso a declarar en febrero que el presidente sirio formaba "parte de la solución". "Se vuelve a considerar, como antes de las revoluciones árabes, que el autoritarismo es un mal menor y que hay que vivir con ello", afirma Bitar.

El Ejército Sirio Libre, que fue durante meses la espina dorsal de la rebelión respaldada por Occidente y consiguió victorias contra el régimen, es ahora una alianza de pequeños grupos sin recursos.

Aunque "el nivel de violencia podría disminuir (...), es muy difícil imaginar que Siria se pueda recuperar en un futuro cercano", vaticina Emile Hoyakem, investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos con sede en Londres.

Por su parte, los militantes prodemocracia han perdido la esperanza. "¿De qué revolución hablamos ahora?", se pregunta Yazan Homsy, que vivió durante cerca de dos años en la ciudad sitiada de Homs. "Estoy totalmente convencido de que la comunidad internacional no tiene conciencia moral", remacha.

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