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El desafío del ‘Estado Islámico’

El grupo terrorista plantea una guerra postmoderna de perfiles difusos aunque de orígenes precisables

ENRIQUE VÁZQUEZ

Sábado, 30 de agosto 2014, 13:46

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Hay como una cierta desazón ante lo que algunas opiniones públicas tienen por lentitud en la reacción occidental (norteamericana, de hecho) ante la emergencia casi milagrosa de un pretendido Califato islámico en tierras de soberanía siria e iraquí que, si triunfara, alteraría la historia de la región, una de las cunas de la civilización.

No hay tal cosa, sino un ejercicio de autocontención que une dos factores centrales: a) la prudencia del Gobierno Obama ante lo que sea una nueva involucración militar instantánea y total en el área tras las experiencias de Irak y Afganistán; b) la influencia de los teóricos del Pentágono, algunos de ellos civiles, persuadidos de que este no es un conflicto convencional, al uso, y su dimensión política, cultural e histórica es explícita y demanda un tratamiento distinto.

Esta conclusión, del todo correcta, hace de la grave e insólita situación una especie de guerra postmoderna de perfiles difusos aunque de orígenes precisables, y lleva a su apoteosis la celebérrima aseveración de general prusiano Von Clausewitz, quien a principios del siglo XIX estatuyó de una vez por todas que la guerra es la continuación de la política por otros medios.

Una larga historia

Todo con la salvedad, de peso, de que el adversario es aquí de extracciones varias y no remite a una nacionalidad o una coalición de naciones, sino a una ideología vaga que dice beber en las fuentes de los cuatro califas virtuosos, los primeros sucesores de Mahoma: Abu Bakr, Omar, Ozman y Alí. El último de ellos, yerno de Mahoma, fue asesinado, es reverenciado por los chiíes y tenido por ellos, de hecho, por el primer auténtico califa.

Esta larga historia es, para empezar, un dato central de lo que sucede. Es inimaginable un proceso semejante entre los occidentales: una proclamación de un pretendido califato a cargo de un militante (Abu Bakú al-Bagdadí, es decir, de Bagdad), sunní, por supuesto, y por tanto enemigo acérrimo de los chiíes a quienes tiene por apóstatas, renegados, obstinados y, sencillamente, reos de muerte.

Todo esto desde que desapareció el último Califato (el otomano, en Turquía, en 1924) que parecía haber abolido la institución, una especie de Monarquía cuyo titular era el sucesor designado por cooptación (eso quiere decir califa: sucesor). Los seis registrados han sido sunníes salvo el fatimí (909-1175) principalmente egipcio y con sede principal en El Cairo. Todo esto late tras las arengas aparentemente incoherentes e indescifrables de al-Bagdadí, en paradero desconocido, y, por tanto, reposa sobre una herencia difusa pero vigente entre militantes religiosos fanáticos que parecen blindados contra la en general exitosa modernización y, si se prefiere, occidentalización de sus sociedades.

Sin fronteras y sin inhibiciones

Lo someramente anotado explica la diferente procedencia geográfica de los militantes, incluidos algunos millares de europeos, y aclara políticamente, aunque no justifique moralmente, el sorprendente nivel de violencia empleado, las ejecuciones sumarias, (incluyendo crucifixiones) los raptos, las violaciones y la ausencia de todo programa defendible. El sedicente califato no tiene fronteras, arrasa, es terrorista y no tiene proyecto alguno, salvo la adhesión a la versión literal del Corán más allá de las interpretaciones y escuelas jurídicas que, de modo diverso y con frecuencia de alto nivel, han codificado e interpretado el mensaje de Mahoma.

Volviendo al principio ¿cómo se lucha contra esto? ¿qué hacer, en favor de quién y por qué? ¿Es literalmente una obligación de Occidente combatir en lo que parece ser sobre todo una fitna (discordia entre creyentes musulmanes, guerra civil)? La respuesta, intervencionista para la abrumadora mayoría de nuestros conciudadanos, descansa en el depósito custodiado entre nosotros desde la Ilustración con libertad, igualdad, fraternidad más los derechos humanos que informan a la Organización de las Naciones Unidas.

Eso explica que, al contrario de lo sucedido en 2003 (invasión de Irak por los Estados Unidos y unos escasos socios más) ahora hay literalmente una unanimidad sincera en el Consejo de Seguridad de la ONU. Rusia y China apoyarán todo esfuerzo que tienda a restablecer el viejo satu quo jurídico-territorial en Siria e Iraq desde la derrota del islamo-terrorismo. Eso sí, ellos, como todos, piden que los propios musulmanes encabecen el esfuerzo.

Alianzas, circunstancias y necesidades

Que el 'Califa Ibrahim', como se hace llamar Abu Baqr, domine ahora mediante su Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés) suelo de soberanía siria o iraquí es una mezcla de complicaciones y soluciones. El régimen alauí sirio (un retoño de la Shía, pero laico hasta decir basta) ha ganado más o menos, al precio de un terrible baño de sangre, su lucha contra una fuerza que reúne (pero no confunde) a liberales pro-occidentales (el Ejército Libre Sirio en cabeza) y yihadistas (en primera línea el Frente al-Nusra).

Pero el Estado Islámico, a no confundir con Al-Qaida, acaba de conquistar del todo la provincia siria de Rakka, con su importante base aérea de Tabka y la frontera con Irak, donde los sediciosos controlan Mosul y parte del centro-oeste del país, ha desaparecido a todos los efectos. El ejército iraquí es débil, pero no los milicianos kurdos (peshmergas), que resisten con éxito mientras se rearman y la mayoría chíi está preparándose para el sacrificio desde que lo pidió su carismático jefe, el gran ayatolá Alí al-Sistani, quien vive en la discreción absoluta en Kerbala y cuya palabra es una orden. Pero lo mejor ha pasado inadvertido entre nosotros y es del miércoles: por fin sabemos lo que hará el Irán, la gran potencia regional chií, bien organizada, disciplinada y que no se deja intimidar.

En un corto comunidado que, sin duda, disponía del aval del Guía de la Revolución, ayatolá Alí Jamenei, el presidente de la República, Hassan al-Rohani, hizo saber que si las ciudades sagradas chiíes, Kerbala y Nayaf, llegaran a estar amenazadas, el ejército iraní entraría en Irak y combatiría sin restricciones El IS ¿especulará con la noticia, se creerá así y todo invencible? Washington, decíamos al principio, busca una coalición de voluntarios y el Irán no aparece porque es, técnicamente, un enemigo de los Estados Unidos.

Pero va a dejar de serlo en breve si, como es probable, firma con Washington un acuerdo sobre su programa nuclear. Teherán ¿reserva estratégica de Occidente en el área? Es más que posible pero es otra historia.

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