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La cobra de Donald Trump

Todo parece indicar que el viaje de Mariano Rajoy a Washington para entrevistarse con Donald Trump, atendiendo a las fechas en que ha tenido lugar y los asuntos a tratar, no alcanzó plenamente sus objetivos

Luis Sánchez-Merlo

Sábado, 30 de septiembre 2017, 15:18

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Llegó el día y Donald Trump (DT) dijo, textualmente: «Sería una tontería que Cataluña no siga en España». Y se quedó tan ancho. Redondeó la frase con amables tópicos, «España es un gran-gran país, histórico y hermoso» y remató su comparecencia en el Rose Garden, junto a Mariano Rajoy (MR), expresando un amable deseo: «me gustaría ver que España continúa unida».

Daba la impresión de no haberse leído la chuleta que se suele preparar en estos casos para evitar equivocarse de país. O quizás es que sea aún más ignorante de la realidad del mundo de lo que había mostrado hasta ahora.

Los comentarios, testimonio de una inesperada tibieza en un hombre tan dado a la reacción volcánica e impetuosa, suenan a un «salir del paso», aderezado de melifluas florituras como «somos grandes amigos y aliados cercanos».

El caso es que, a pocos días de la cita catalana, el facundo Trump que, el año pasado celebró con alborozo la victoria del brexit en el referéndum inglés, ha despachado el asunto de la embestida soberanista con una lacónica y exigua declaración.

Trump recibe a Rajoy en la Casa Blanca.
Trump recibe a Rajoy en la Casa Blanca. EFE

Más útil hubiera resultado un tuit de esos que lanza en las noches de nocturia, saltándose la contención que ahora impera en la oficina, donde el nuevo jefe del staff del presidente, el general retirado John Kelly, ha impuesto la disciplina.

Al menos ha quedado claro que el aliado de EE.UU. es España, no el independentismo, pero uno podría quedarse con la sensación de que Trump tendría que haber sido más explicito en un asunto tan crítico. Ha preferido expresarse en términos parecidos a los que ya utilizó Obama ante el rey Felipe VI cuando en la Casa Blanca defendió una España «fuerte y unida».

Siempre habrá quien diga que Trump ha ido más lejos que su departamento de Estado que, al calificar el reto independista, se quedó en la confortable etiqueta de «asunto interno».

Todo parece indicar que el viaje de MR a Washington para entrevistarse con DT, atendiendo a las fechas en que ha tenido lugar y los asuntos a tratar, no alcanzó plenamente sus objetivos. También se podría decir que las circunstancias que han concurrido en esta ocasión, tampoco han ayudado: la Embajada americana en Madrid está en sede vacante; y el embajador de España en Washington llegó hace poco tiempo. Por su parte, la ministra española de Defensa precedió al presidente para entrevistarse con su homólogo, James Mattis, el día antes en el Pentágono.

Al menos ha quedado claro que el aliado de EE.UU. es España, no el independentismo

La propaganda oficial del lado español, previa a la visita, desvelaba lo impresionables que somos los de provincias. Los voceros oficiales se habían dedicado a ventear que al jefe del ejecutivo español se le había reservado un trato de privilegio, alojándole en Blair House, la residencia oficial cerca de la Casa Blanca, que utiliza como deferencia la Administración estadounidense para albergar a visitantes ilustres. En cambio, poco se habló sobre los objetivos de la visita, a una semana del 1 de octubre.

Por su parte, el invitado a la Casa Blanca, a instancias de los medios españoles (los locales no formularon pregunta alguna), volvió a insistir en sus habituales valoraciones: «la pretensión de hacer una declaración unilateral de independencia, tras fracasar el referéndum, es un disparate» y «hay que recuperar la sensatez y la razón, para dar paso a la democracia y el sentido común». También aventuró que no está pensando en adelantar elecciones.

El resultado más concreto de la visita ha sido la invitación al mandatario estadounidense para que visite España. Previamente, el Palacio de Santa Cruz había hecho los deberes que más podían complacer al anfitrión, expulsando al embajador en España de Corea del Norte, cuyo joven dirigente había advertido unos días antes: «domesticaré con fuego al viejo chocho estadounidense».

Poco se habló sobre los objetivos de la visita, a una semana del 1 de octubre

El presidente español no se ha querido quedar atrás y ha prometido un nuevo paquete de ayuda para la reconstrucción de Irak. Venezuela también ocupó un espacio frugal en las conversaciones: «esperamos que nuestros amigos de la UE pronto sigan a Estados Unidos, a Canadá y a otros países latinoamericanos para sancionar al régimen de Maduro» dijo DT, lo que MR corroboró con otro tópico, «la comunidad internacional no debe andarse con paños calientes».

De este primer encuentro bilateral sale un magro balance, que no se corresponde con el deleite exhibido por los heraldos de la Moncloa.

Españoles de distinto signo coincidieron en Washington. En el almuerzo en la Casa Blanca (gambas a la plancha, pollo al Jerez y milhojas de chocolate) la numerosa delegación española ganó, con once miembros, a los nueve norteamericanos, mientras en la acera de enfrente un centenar de catalanes protestaban con un grito asambleario: «Boti, boti, boti, Rajoy qui no boti».

La impresión que queda es que DT le ha hecho la cobra a MR, pues mucho más cabía esperar de un aliado con importantes bases militares en nuestro país. Y eso que Rajoy le llevó un jamón de regalo.

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