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Un ciclista observa atentamente el nuevo en Pekín Ferrari mientras pasa a su lado.
La revuelta contra los mandarines

La revuelta contra los mandarines

Los periodistas Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo creen probable un estallido social en China si se ralentiza el crecimiento económico

Antonio Paniagua

Domingo, 26 de abril 2015, 07:18

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China ha dejado de ser el inmenso taller de juguetes, ropa barata y maquinaria de valor residual. El gigante asiático juega en sectores estratégicos, ha comprado deuda soberana de países con el agua al cuello entre ellos España- y ambiciona convertirse en una potencia industrial de primer orden dotándose de la tecnología necesaria. Si es necesario recurrir al ciberespionaje industrial, tiene pocos remilgos para hacerlo. Pero el país sufre un conflicto social larvado que puede estallar en cualquier momento si el crecimiento económico se ralentiza. "Cientos de millones de chinos están descontentos porque tienen la sensación de que no se han beneficiado como las élites del llamado milagro chino". Así piensa el periodista Juan Pablo Cardenal, autor junto a Heriberto Araújo del libro 'La imparable conquista china' (Crítica). La oleada de millonarios que emigran a EE UU, Reino Unido, Canadá y Australia en busca de un nuevo pasaporte es una prueba de que las élites chinas tienen poca confianza en la paz social de su país. "Desde la muerte de Mao Zedong, hay un pacto no escrito por el cual el Gobierno pone las bases para que el pueblo pueda prosperar y a cambio de estas ventajas la población no discute el monopolio del poder", asegura Cardenal.

En Canadá, la avalancha de emigrantes financieros ha sido de tal calibre que los últimos años el Gobierno decidió suspender indefinidamente el programa de inversores y el de emprendedores, al que se acogía la nueva aristocracia del dinero chino. España lo pone mucho más fácil. Basta con adquirir una vivienda por un valor superior a los 500.000 euros para obtener el permiso de residencia.

Muchos países mediterráneos codician los yuanes y tratan de atraer capitales chinos a toda costa. No es raro que muchos de ellos hayan sido castigados severamente por la burbuja inmobiliaria. "Las urgencias de los países más castigados por la crisis y la ansiedad de las élites chinas por salir son las dos caras de esta nueva emigración de altos vuelos. Que haya exceso de oferta y que, entre los ofertantes haya muchos con el agua al cuello, empuja los requisitos a la baja".

Para Cardenal, que ha trabajado de corresponsal en Pekín para varios medios españoles, la gente está harta de la arbitrariedad policial, la corrupción de los funcionarios, los abusos, las injusticias y la falta de libertades. Pero, sobre todo, está muy arraigada la convicción de que al pueblo solo llegan las migajas de la opulencia. "Para hacer negocios en China es fundamental tener proximidad al poder", dice el reportero.

El autor de libro no descarta que si afloran las tensiones sociales, los dirigentes apuesten por azuzar el sentimiento nacionalista, especialmente contra los rivales del país: Japón, Vietnam o India. Con los dos primeros, Pekín mantiene vivas disputas por la soberanía de algunas de sus islas, a la vista del valor estratégico de sus aguas y la posibilidad de acojan yacimientos de importantes recursos naturales.

Europa, en venta

Ante la voracidad de la crisis, Europa parece haberse puesto en venta. Sabedores de la asfixiante coyuntura, los chinos están aprovechando la oportunidad de penetrar en mercados occidentales. Sin embargo, Juan Pablo Cardenal incide en los riesgos de esta estrategia. "La mayoría de las adquisiciones chinas en el extranjero las realizan empresas estatales o fondos soberanos del Estado. ¿Queremos que nuestra política venga a estar dictada por intereses sujetos al Partido Comunista chino".

A juicio del periodista, España se ha mostrado vulnerable y complaciente con el régimen comunista. No en balde, el Gobierno de Rajoy reaccionó con diligencia cuando Pekín le apretó las tuercas, de modo que muy pronto modificó los requisitos de la justicia universal para liquidar dos causas abiertas en la Audiencia Nacional contra la cúpula comunista china. "Con la autoridad moral de Occidente cada vez más deteriorada, al menos a los ojos de los chinos, China ejerce su nuevo encaje en el mundo con una postura cada vez más arrogante", apunta.

Calderón lamenta que España aprobara por el procedimiento de urgencia y a toda prisa el bloqueo de la justicia universal. Lo que no se entiende muy bien es por qué España se avino a ese apaño, porque no están muy claras las represalias que podría haber adoptado Pekín, que nunca ha vendido bonos estadounidenses como castigo cuando ha tenido contenciosos con Washington. "No creo que España hubiera perdido mucho, porque ni los chinos han invertido en España como lo han hecho en otros países, ni la situación de las empresas españolas en el mercado chino es tan boyante".

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