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Miércoles, 23 de julio 2014, 11:30
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Carmina Ordóñez murió el 23 de julio de 2004, en la bañera de su casa a la edad de 49 años. Curiosamente, ella siempre bromeaba con que no se veía llegando a los 50.
El cuerpo fue descubierto por su amiga y asistente personal Eva Carreño. Las cenizas fueron esparcidas por algún lugar del Rocío, uno de sus escenarios favoritos. El otro era Marrakech, por donde sus hijos correteaban exactamente por los preciosos jardines de La Mamounia. Allí se codeaba con Saint Laurent o el mismísimo rey Hassan (cuando compró casa en el Palmeral puso en el salón un retrato suyo).
Carmina fue hija de torero, mujer de torero, prima de toreros, madre de toreros. Ella tenía entidad propia como famosa sin oficio conocido. "Licenciada en la buena vida, doctorada en la contemplación y catedrática de la exclusiva", como escribió Pepe Colubi, la hija de Antonio Ordóñez llevó una vida de excesos y defectos.
A los 17 años, se casó con Paquirri, que tenía 24. En el año 1979 se separó del torero y luego empezó a crear y criar famosos a su vera: Julián Ordóñez, Ernesto Neyra (al que llegó a acusar de malos tratos) o Pepe el Marismeño, que luego hablaría de sus adicciones. También se la relacionó con Pedro Pablo Peralta, pero antes con Antonio Arribas, Pepe Cabrera o Eduardo Bermejo.
Todo lo que hacía Carmina se convertía en noticia por insignificante que pareciese como lavarse los pies con Coca-Cola en el Rocío, vestirse de azul pavo en la boda de su hijo con la duquesa o pasear Julianín.
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