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Editorial: contra el fraude

La evidencia de que Hacienda controla las grandes cuentas debe estimular la conciencia fiscal de los contribuyentes

Domingo, 1 de abril 2018, 10:13

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Aunque en los Presupuestos para 2018, que todavía están en el aire, se prevén algunas rebajas ya anunciadas en el IRPF que, de aprobarse, regirán en el ejercicio en curso, en la liquidación del impuesto del año pasado hay escasas novedades normativas, por lo que la aportación más llamativa esta vez es una nueva aplicación móvil que podrán utilizar los contribuyentes que confirmen el borrador de declaración sin modificación alguna (si hay algún cambio, deberá realizarse en la herramienta Renta Web, disponible en la página de la Agencia Tributaria, y después sí podrá utilizare la ‘app’ para la confirmación final). La aplicación, útil a 4,8 millones de declarantes, servirá además para recibir avisos meramente informativos del recaudador. Básicamente, están exentos de declarar, como el año pasado, los contribuyentes con un rendimiento salarial de hasta 22.000 euros anuales procedentes de un único pagador o, si hay más de uno, cuando el segundo y siguientes aporten menos de 1.500 euros; también están exentos quienes ingresen rendimientos del trabajo que no excedan los 12.000 euros, aunque el segundo pagador exceda de 1.500 euros. El IRPF, el impuesto directo por excelencia, es el que más y mejor desarrolla el principio democrático de justicia distributiva, basado en que quien más tiene, más ha de participar en el sostenimiento del Estado. El rigor en la estructura y en la gestión de este impuesto es, pues, exigible de todo punto, ya que equivale a la mejor pedagogía democrática. Y el cumplimiento riguroso de la norma por parte del contribuyente es el mejor gesto de ciudadanía. Vivimos cada vez más y mejor controlados por la Agencia Tributaria, por lo que el IRPF va adquiriendo un automatismo cada vez mayor, lo que debería liberar personal y recursos para que Hacienda pueda garantizar plenamente la equidad, es decir, que todos cumplen como deben sus obligaciones tributarias. Ello generará sin duda conciencia fiscal, ya que no hay sospecha más disolvente que la de que la Agencia Tributaria se dedica a controlar lo fácil, pero raramente se ocupa de los sofisticados fraudes, que son en realidad el principal sumidero de los recursos públicos. En esta época, embarrada por la corrupción, es muy importante que todos, contribuyentes y recaudadores, cumplamos estrictamente y de modo transparente con nuestra obligación

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