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El economista José María Gay de Liébana.
«Necesitamos un gobierno con gente que sepa lo que es no poder pagar las nóminas»

«Necesitamos un gobierno con gente que sepa lo que es no poder pagar las nóminas»

José María Gay de Liébana | Economista

ELISA CAMPILLO / FRANCISCO F. BERNARDO

Martes, 9 de mayo 2017, 21:27

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Conocido por muchos por sus intervenciones en diferentes espacios de televisión desde hace años, en las que trata de explicar la economía de manera fácil y amena, José María Gay de Liébana (Barcelona, 1953) es doctor en Ciencias Económicas y en Derecho, además de académico numerario de la Real Academia de Doctores. En su día a día imparte clases de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad de Barcelona. En sus ponencias analiza los retos a los que se enfrenta la economía española.

¿Hay alguna razón para el optimismo?

A mí me hace ilusión que el Espanyol entre en la zona europea y ver si el año que viene podemos con la Champions, ese es el optimismo que tengo.

¿Desde el punto de vista económico no hay ninguno?

No, desde el punto de vista económico no, y ahora hablo en serio. Tendría que haber un cambio en el director que tiene la batuta, y como no cambia el director ni cambia la batuta, es lo mismo de siempre. Vamos tirando y ahí están los números. España va dando tumbos, igual que Europa. No veo a nadie que realmente pueda pilotar esto.

No valdría entonces con un cambio de gobierno...

No. El cambio de gobierno tendría que ser un cambio radical, en el que entrase gente que estuviera realmente preparada, que no tenga complejos a nivel político, que sea capaz de sumar, que aporte experiencia y conocimiento. Yo diría que Amancio Ortega, Juan Roig y Víctor Grifols, por ejemplo, serían unos buenos empresarios: no dependen de concesiones ni de contratos con el Estado. Necesitamos gente así, que tenga esta visión, que sepa lo que es llegar a final de mes y no poder pagar las nóminas ni los impuestos. Mientras tengamos en los gobiernos a gente que en su puñetera vida ha trabajado, en el sentido de trabajar en el sector privado, no vamos a ningún lado. Y así, España va entrando en una cierta decadencia. Yo lo veo porque cada día estoy en contacto con chavales de 20 y 22 años, mis alumnos de la facultad, y no hay ninguno que tenga ninguna simpatía por el mapa político actual. Todos están pensando en dar el salto e irse a Londres, a Los Ángeles, a Nueva York, a Australia... Tienen ganas de crecer y aquí no pueden. Y a mí esto me da miedo, porque veo que hay una generación, la de nuestros hijos, que se va a ir, porque este país no tiene oportunidades ni futuro.

¿Y qué nos queda entonces?

Bueno, nos quedaría organizar una santa revolución desde la propia sociedad civil, una revolución en el buen sentido de la palabra. Habría que limpiar esta clase política que tenemos, metiendo menos políticos y más gente efectiva. Vaciaríamos mucho gasto público, porque la industria política es muy cara. Además, hay que destruir el modelo actual de Estado y crear un Estado eficiente, no uno que tenga doscientas mil leyes. Yo doy clases también en la Facultad de Filología y algún año les llevo artículos de la ley del IRPF y no entienden absolutamente nada. Si un filólogo no entiende nada, como para entender un contribuyente lo del Impuesto sobre la Renta. Ahí tenemos que hacer un cambio, un cambio de actitud, del comportamiento de la gente. Yo a los empresarios les doy caña porque aumentó el Impuesto sobre Sociedades y aquí nadie reaccionó, todos consintieron. Y no, tendrían que plantarse y decir que no van a pagar. El pueblo no sabe exigir.

¿El estado de las autonomías es un problema añadido?

Sí, es un problema añadido. Yo soy partidario de que haya un determinado reconocimiento de derechos, pero dentro de una limitación y de un orden. Hemos hecho café para todos, hemos hecho que todo el mundo tenga autonomía, y sin darnos cuenta hemos empezado a clonar el Estado: los consejeros de una comunidad autónoma tienen complejo de ministro, el presidente de una comunidad autónoma tiene complejo de rey... Todos quieren mandar. Las comunidades tienen cada vez más capacidad normativa y para darse importancia cada una va aprobando sus leyes, que chocan con las leyes estatales. Esto es un guirigay tremendo que, entre otras cosas, impide el desarrollo de las empresas. Hay empresas a las que les sale más a cuenta ir al extranjero que establecerse en diferentes comunidades, porque en cada una de ellas hay un régimen legal distinto. El estado de las autonomías hay que mejorarlo. No digo que no haya, pero hay que pensar qué autonomías, dónde, por qué y qué papel tienen. Aguantar todos estos parlamentos, gobiernos y regulaciones autonómicas no nos lleva a ningún lado. Estamos creando unos reinos de taifas y esto es un freno para el desarrollo de España.

¿La última reforma laboral ha sido un fracaso?

Sí, porque cada vez hay más paro. Si las empresas están a favor de esta reforma laboral y no hacen contratos indefinidos es porque tienen incertidumbre y no quieren cargarse de gente para que el día que haga falta prescindir de ella haya que pagar una indemnización astronómica. Yo creo que la indemnización se tiene que modular. Entiendo la posición del trabajador y de los sindicatos, pero entiendo también la posición del empresario. Hay algo claro, y es que las empresas normalmente no prescinden de gente de valía, no es lo general. Yo creo que la reforma laboral flojea, porque es una reforma insegura desde el punto de vista jurídico. Tú dices una cosa y luego los tribunales te lo tumban. Hay una serie de temas que son urgentes y que requieren de la voluntad de todos para conseguir pactos de estado, que son las pensiones, las autonomías o la reforma laboral. Más que estar pendientes de los derechos de cada uno, tenemos que ser capaces de construir un país que vaya hacia adelante. Los que pasa es que lamentablemente muy pocos piensan en el país.

Hablando de derechos, ¿cree que es el momento de que suban los salarios?

Yo soy partidario de que suban los salarios, pero hay otra cosa que es la realidad. Por ejemplo, el haber aumentado el 8% el salario mínimo es una animalada. Esto solo lo puede decidir el que no paga sueldos. Yo estoy de acuerdo en que el salario mínimo en España es bajo, pero también estoy de acuerdo en que el salario medio en España está mal, estamos a una distancia brutal de los países de Europa. Por tanto, no se trata solo del salario mínimo sino del salario normal. Yo soy partidario de subir los salarios, porque además me doy cuenta de que hay una merma de poder adquisitivo muy importante para las familias. Mi mujer me dice que va a la peluquería y hay menos gente, va a comprar y hay menos gente, hay una cosa de oferta y hay colas de gente para comprar barato. Es el modelo económico el que no permite aumentar más los salarios, porque es un modelo que no da para más. Las empresas podrían costear salarios más altos si facturasen más, pero para facturar más necesitan tener más ingresos con unos costes mínimos. En España no generamos el valor añadido suficiente y vamos hacia una economía de low cost, de turismo, de guiris... La industria la hemos dejado de lado. Ahora hay que dar un paso hacia adelante, mirar cómo es el mundo, avanzar tecnológicamente y meterse en la industria 4.0. Estamos desfasados por ejemplo en las redes 5G, que es lo que permite las conexiones del Internet de las cosas y la robótica programada.

Estudios y pensiones

¿Qué puede hacer un joven que se haya titulado hace poco y se quiera quedar aquí, que no quiera irse a California?

Yo animo a este joven a que vaya allí, esté un tiempo, se ruede, aprenda, y que luego, con todo lo que ha aprendido, vuelva. Aquí tenemos un desfase entre lo que es el producto universitario y lo que demanda el mercado laboral. Creamos cada año miles de economistas, miles de licenciados en Derecho, miles de ingenieros... Muchas carreras tiene una inflación tremenda. Hemos de saber equilibrar el modelo educativo y el modelo productivo, pero ocurre que estamos emperrados en que nuestro hijo sea economista y nuestro hijo va a encontrar trabajo como oficinista en un hotel o como almacenero en un almacén. No merecía la pena dedicarle la carrera universitaria, el máster y el doctorado a un trabajo que está mal pagado. En cambio, el chaval que tiene un oficio está mejor pagado porque resulta que te arregla la cadena del váter un sábado por la noche. En este asunto hay dos tipos de reacción: el chaval que dice mira, yo trabajo debajo de casa, estoy en un almacén aunque sea licenciado en Literatura Medieval, y el que dice esto no es para mí, yo tengo una buena formación, me voy en busca de nuevos mundos. Antes, cuando la gente se iba tenía ganas de volver. Eran conscientes de que se iban a formar, de que allí pasaban unos meses, un año. Hoy, lamentablemente, se van para volver solo de vacaciones, porque aquí no tienen estímulos. Tenemos que construir un modelo productivo y educativo que sea competitivo. Pero luego viene la otra parte: se pide la excelencia, y eso se traduce en aprobar a muchos. Yo entiendo que la excelencia no se logra por aprobar a muchos, sino por suspender a muchos. Te piden aprobados, pero la gente viene con un nivel bajo. Entonces les bajas el nivel del examen y encima dices pobre, que tiene un 4,5 y lo apruebas. Luego nos encontramos con gente que no está lo suficientemente preparada. Tendríamos que tener una universidad que fuera muy dura en este sentido, en la preparación de la gente.

¿Cuál sería la solución para las pensiones? ¿Por dónde tendrían que ir las próximas reformas?

Hay que alargar la edad de jubilación todo lo que se pueda. Reconozco que el minero o el que está picando piedra a los 50 años se tiene que jubilar, pero luego está el que tiene un trabajo más intelectual. En la universidad nos jubilamos a los 65, pero teóricamente podemos alargar hasta los 70. Yo veo profesores que están en perfectas condiciones y que son un tesoro para la universidad, no solo porque tengan conocimientos sino porque cuentan batallitas, y por las batallitas se aprende mucho. Es una lástima que esta gente se tenga que jubilar, en cursos de máster o en doctorados pueden ser elementos clave. Y esto es trasladable a cualquier empresa. Si hay personas de más de 70 años que están lúcidas y pueden aportar experiencia a las nuevas promociones, dejémoslas trabajar. Sería bueno también buscar algún aliciente para que la gente siguiera trabajando, como que cobraran el sueldo y una parte de la pensión, y además que tuvieran una fiscalidad más barata. Por otro lado, hay que fomentar planes de pensiones privados, aunque el problema es que ahora nadie está en condiciones de aportar. Los trabajadores llegan mal a fin de mes, ¿cómo van a guardar un dinerito? Hay que cambiar el sistema de las pensiones para que cuando uno se incorpore al mundo laboral vaya generando una hucha que sea de él y que el Estado se la gestione. El problema es cómo la dotamos. Las pensiones a mí me preocupan seriamente. Se irán devaluando porque habrá factores correctores a la baja. Este es un problema importante que no se abordó a su tiempo. Con un solo político que hubiera visto las proyecciones demográficas habrían tenido que tomar medidas, lo que pasa es que esta gente no piensa en el futuro, no piensa en el pueblo, no piensa en solucionar los problemas.

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