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Luz Caballero, en la Facultad de Comercio de Valladolid, de la que fue alumna a finales de los 90.
La gratificante tarea de humanizar los proyectos del Banco Mundial

La gratificante tarea de humanizar los proyectos del Banco Mundial

La vallisoletana Luz Caballero trabaja para que las grandes infraestructuras que financia el organismo de Naciones Unidas no causen perjuicios a los más vulnerables

Ángel Blanco Escalona

Sábado, 24 de octubre 2015, 17:58

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Después de una década en Washington, Luz Caballero acaba de regresar a África, el escenario de su primer trabajo. Al poco de titularse en la antigua Escuela de Empresariales de la Universidad de Valladolid, hoy Facultad de Comercio, esta vallisoletana de Cigales vivió su estreno laboral con una empresa privada en Etiopía. Ahora, a punto de dar a luz a su tercer hijo, desempeña la labor de consultora, redactando estudios para los proyectos del Banco Mundial en Senegal.

El organismo de Naciones Unidas que presta asistencia financiera y técnica a los países en desarrollo se encarga, por ejemplo, de solucionar los problemas energéticos que sufre un país como consecuencia de su crecimiento económico. «A medida que los habitantes tienen cada vez más electrodomésticos, la capacidad de la red se ve saturada y se producen cortes de luz continuamente. Es lo que sucede en Senegal, donde el Banco Mundial tiene que velar por que los proyectos que financia tengan en cuenta a los más pobres». Yahí donde la labor de los consultores personal contratado por la institución para desempeñar labores de apoyo a cada uno de sus proyectos resulta fundamental.

Su trabajo sirve, podríamos decir, para poner rostro a los números, para dotar a lo que en principio solo son proyectos económicos de un lado humano. Es, o así lo parece, un trabajo hecho a su medida. Y pudiera pensarse que, desde un principio, el Banco Mundial y Luz Caballero estaban destinados a encontrarse.

Su primer trabajo fue «hacer facturas» en el proyecto de construcción de una central hidroeléctrica en Etiopía por parte del Grupo Acciona, financiada por el Banco Mundial. Después participó en la construcción de una carretera en Gabón. «A continuación volví a Valladolid, pero fue para descubrir que aquí no encontraba mi sitio».

Contactó entonces con un vallisoletano que estaba montando un consorcio de empresas locales interesadas en la exportación. «Los fondos europeos se estaban acabando y vender productos al Banco Mundial aparecía como una opción que permitía minimizar el riesgo».

El proyecto no funcionó, pero le dio a la oportunidad de acceder a un curso de formación para licitaciones con organismos internacionales. «Fuimos siete jóvenes de Castilla y León y yo hice los tres meses de prácticas en el Banco Mundial. Cuando llegué no me apetecía nada:pagaban poco y Washington era una ciudad muy cara. Pero tan pronto como conocí cuál era el trabajo dije: esto es lo mío».

No llevaba allí aún quince días cuando viajó en una misión para evaluar el impacto de la construcción de una carretera en el Chaco boliviano. «Llegué con un chófer y un traductor para entrevistar a los indígenas de los pueblos que había alrededor. Fue una experiencia muy enriquecedora. Tienes la oportunidad de hacer un informe que se tiene en cuenta en los proyectos futuro. La intención de arreglar una carretera puede ser muy buena, pero si no se aplican políticas de salvaguarda social, se pueden causar muchos daños. El trazado de esta carretera en concreto evitaba el paso por la ciudad más grande de la zona, los accesos no se hicieron bien y el resultado fue que todos los hoteles, restaurantes y negocios que había allí fueron a la ruina porque ya nadie paraba. Mucha gente perdió su medio de vida».

Erasmus por el mundo

Si de todo esto se hubieran percatado a tiempo, el proyecto habría resultado beneficioso para la gente. Pero no fue así. Luz admite que es cierto que la receptividad de un organismo como el Banco Mundial con los informes que hace un consultor no es tanta como sería deseable, «pero si los trabajos están adecuadamente justificados, si muestran las realidades de manera conveniente y convincente, sí se valoran», aclara.

«Si haces un buen estudio en el que se demuestra que invertir en la educación de las niñas de 12 a 15 años termina por redundar en la buena marcha de la economía de un país porque se les enseña que prevenir los embarazos a esas edades les permite escapar de un futuro de pobreza, al final el Banco y los países a los que financia, quienes toman las decisiones, no pueden decir que no».

Luz Caballero compartió sus experiencias con los alumnos de la Facultad de Comercio, de la que ella misma salió titulada a finales de los 90. Yles contó que un titulado vallisoletano tiene la oportunidad de terminar trabajando en cualquier lugar del mundo. «Las Becas Erasmus permiten salir a Europa a personas de cualquier nivel socioeconómico. Cuando yo me fui a Italia, en Cigales decían: «¡Pero dónde se va esta!». Hoy, ya todos los jóvenes del pueblo han viajado a estudiar fuera. Luego llegas al Banco Mundial y descubres que gente de todo el mundo podemos estar cortados por el mismo patrón, que tú misma puedes tener los mismos intereses que alguien de Burkina Faso».

Lamentablemente, confiesa, la crisis ha cercenado las oportunidades de trabajar como consultor para el Banco Mundial, que ha sufrido un recorte presupuestario enorme. «Ni allí ni en todas Naciones Unidas se nota aún que haya recuperación».

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