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Marta Ortega y Amancio Ortega.
El millonario desconocido

El millonario desconocido

Amancio Ortega, que no ha concedido una entrevista en su vida, juró a los 12 años, cuando a su madre no le fiaron en una tienda, que su familia no volvería a pasar hambre

colpisa

Viernes, 23 de octubre 2015, 13:25

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Mil veces se ha intentado hacer un retrato de Amancio Ortega, pero los contornos siempre son vagos. A partir de cuatro fotos suyas puede uno lanzarse a definir su estilo -sobrio, a base de blazer o teba, camisa Oxford clara, pantalones grises y castellanos-, apostar sobre seguro diciendo que es muy familiar -ha dado algún beso en público a su hija Marta-, y convertir automáticamente cualquier hecho puntual en tradición -del tipo «le gustan los huevos fritos» o «le encanta la cerveza»-. Pero nadie dice si es seco o simpático, si su conversación es aburrida o apasionante o si le duele la espalda al levantarse. No lo conocen.

No ha concedido una entrevista en su vida. Hasta 1999, la única imagen que se tenía de él era una foto de carné. Hay un acuerdo generalizado en traducir todo esto como una obsesión por el anonimato, aunque podría ser un absoluto desinterés. Es habitual que en cada nuevo intento por describirlo se siga el rastro de miguitas dejado por quienes lo hicieron antes. Así, tomamos como momento fundacional de su emporio aquel día en que, con doce años y tras ver que no fiaban más a su madre en la tienda, juró que su familia no volvería a pasar hambre; la escena, digna de 'Lo que el viento se llevó', aparece en sus biografías y ayuda a hacer un trazo continuo desde la pobreza hasta la lista Forbes; frente a esa fuerza de voluntad, su aventura empresarial y la sucesión ininterrumpida de éxitos en los negocios se convierte en puro trámite. También está unánimemente aceptado que se trata de una persona sencilla y austera porque no se prodiga en los saraos, aunque tiene un yate de 31 metros de eslora y un jet de 35 millones como el de Bill Gates. Ortega ofrece la enorme ventaja de que no se va a molestar en aclarar si lo que se dice de él es verdad o no.

Con tan pocos datos ciertos quizás lo más fiable sea hacer recuento de todo su dinero, constatar lo bien que funcionan sus empresas y tratar de explicar las claves del éxito que han transformado al joven que abrió con su mujer un taller de manufactura de batas en La Coruña en este viejo emperador en cuyos dominios jamás se pone el sol, con más de 6.800 tiendas repartidas por los cinco continentes.

Capacidad de anticipación y rapidez de reflejos son, según los expertos, dos cualidades que cimentan la marcha imparable del negocio. Los ojeadores de Inditex repartidos por el mundo anuncian cualquier incipiente tendencia que los talleres son capaces de convertir en una tirada de prendas en un par de semanas. Cada año fabrica más de 800 millones de ellas, con una variedad inalcanzable para el resto: 10.000 referencias solo para mujer. Cuenta con un programa informático que permite conocer qué se demanda más, y su velocidad de respuesta permite sacar más modelos o aumentar las existencias a mitad de temporada. Del mismo modo, si algo no se vende, se retira del perchero. A esa camiseta ignorada se le da una vuelta, cambiándole el color o incluyendo un adorno, y vuelve de nuevo a la tienda.

Hay quien cree que el secreto se oculta en su departamento de diseño, donde se afanan centenares de jóvenes talentos: otras firmas se han empeñado en arrebatárselos a golpe de talonario, pero no acortan las distancias. También les acusan de limitarse a copiar lo que ven sobre las pasarelas: si es así, no son los únicos que lo hacen, pero son los que siempre triunfan.

Ese mismo olfato que aplica a la ropa sirve para detectar mercados. El economista José María Gay de Liébana lo explica con un ejemplo. «El 11 de julio de 2010, España se proclamó campeona en el Mundial de fútbol de Sudáfrica. Pues la primera semana del mes de septiembre, Inditex abría dos tiendas en Johannesburgo y otra en Ciudad del Cabo: la selección ya le había hecho toda la campaña de márketing». «Si alguien quiere saber qué economías van a ir hacia arriba, tiene que estar pendiente de las aperturas de tiendas de Inditex: quiere decir que ahí hay país pujante con gente que va a comprar y consumir».

La gestión es otro de los puntos fuertes. Desde 2011 la dirige Pablo Isla (Madrid, 1964), que sucedió a Amancio Ortega en la presidencia del grupo. Este abogado del Estado, número uno de su promoción, tardó apenas seis años en ganarse la confianza y el respeto del jefe, tanto, que decidió cederle a él el mando mientras la familia se limitaba a mantener la propiedad. Los buenos resultados cosechados por Isla, además de probar lo acertado de la decisión, han hecho de él el ejecutivo mejor pagado de España, con una retribución total de 7,98 millones de euros en 2013.

Mientras, Ortega se conforma con un sueldo de 100.000 euros como consejero, aunque su condición de primer accionista -con el 59,3% del capital-, le reportará este año unos dividendos de 900 millones, que podrá seguir empleando en adquirir edificios emblemáticos en las principales ciudades del mundo aprovechando el hundimiento de los precios en el sector inmobiliario, una inversión sin ninguna complicación.

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