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La familia Ruiz-Mateos, en un acto en el 2006.
Grietas en la colmena

Grietas en la colmena

La querella de una hija de Ruiz-Mateos contra sus hermanos rompe la proverbial unión de la familia que levantó el "imperio de la abeja"

carlos benito

Lunes, 7 de septiembre 2015, 11:01

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En casa de los Ruiz-Mateos, la unidad familiar es casi una obsesión. Los trece hijos de José María y su esposa Teresa Rivero siempre se han presentado como una piña bien prieta, tan cercanos unos a otros como esos trece retratos que descansan sobre una mesita en la sala de la mansión de Somosaguas. En las navidades de 1994, incluso publicaron en ABC una tribuna abierta titulada así, 'Ruiz-Mateos, una familia unida', firmada por los trece en orden de nacimiento: Socorro, Zoilo, Begoña, Patricia, Almudena, Rocío, José María, Paloma, Alfonso, Pablo, Javier, Nuria y Álvaro. «Unidos nos cogió aquel zarpazo -escribían, en referencia a la expropiación de Rumasa en 1983, cuando algunos todavía eran muy niños- y hoy estamos más unidos que nunca». Hace solo tres años, el propio cabeza de familia se seguía enorgulleciendo de esa proximidad: «Tenemos una unión pétrea, compacta, granítica», se reafirmaba en una entrevista el creador del "imperio de la abeja".

Ciertamente, los hijos del matrimonio ofrecen una pasmosa sensación de uniformidad: entre ellos no parece existir la disidencia biográfica, ideológica ni estética, porque han ceñido sus vidas, sus convicciones y su apariencia a las estrictas directrices marcadas por sus padres. Es como si la disciplina familiar les hubiese dado forma a partir de un solo molde o, mejor dicho, de dos, porque entre los Ruiz-Mateos, católicos de la vertiente más tradicionalista, siempre se ha marcado la diferencia entre chicos y chicas. «Los seis hijos son empresarios. La madre educó a las hijas para ser madres de familia. Ellas están dedicadas a ese cometido -aclaraba José María Ruiz-Mateos en aquella entrevista con el diario 'El Mundo'-. Están encantadas». Con el ascenso de Nueva Rumasa, el renacido conglomerado empresarial que acabaría estrellándose entre humo de pagarés incumplidos, los varones de la familia ocuparon los puestos de responsabilidad. Al frente se situaban Zoilo, el mayor, y José María 'junior', a quien apodan 'Chapa', con fama de ser el más ambicioso de todos, mientras los otros cuatro se repartían las direcciones generales de las distintas ramas del grupo. Las mujeres echaban una mano aquí y allá.

«Las prepararon para procrear y educar a los hijos. Tienen una media de seis. La de mayor nivel de estudios es Rocío, de puericultura», detalla Joaquín Yvancos, que fue abogado de la familia durante 27 años y posteriormente asumió la representación de afectados por las deudas de Nueva Rumasa. El letrado también ha explicado en más de una ocasión que cinco de los seis varones forman parte de los Legionarios de Cristo, mientras que seis de las siete mujeres pertenecen al Opus Dei, con Zoilo y Begoña como las excepciones a la regla. Pero, en las últimas semanas, la nítida raya que siempre ha separado los sexos en la familia Ruiz-Mateos ha acabado convirtiéndose en una grieta que ha destrozado la proverbial imagen de unidad: Begoña -o, para ser del todo exactos, su marido, Antonio Biondini, obrando «en beneficio» de ella- se ha querellado contra los seis hijos varones del empresario, un primo y otras cinco personas por estafa, apropiación indebida, administración desleal, insolvencia punible, blanqueo de capitales y alzamiento de bienes, entre otros presuntos delitos.

Seis bocadillos

Este enfrentamiento sin precedentes hunde sus raíces en un acuerdo suscrito en 2004, por el que las hermanas renunciaron a todos los derechos sobre las empresas del grupo a cambio de pagos en efectivo y propiedades libres de cargas. Dentro de la familia se solía recurrir a una frase muy gráfica para resumir la situación: «Solo hay seis bocadillos». Las mujeres aceptaron el trato. «Begoña no estaba de acuerdo, pero acabó firmando porque se lo pidió su padre -relata Antonio Biondini-. Lo hizo la última. Nunca se fio de sus hermanos, porque no tenían experiencia en los negocios: a su padre lo veía capaz, pero a ellos no». Con el tiempo, el compromiso se quedó en nada, y las hermanas empezaron a verse entrampadas, con viviendas hipotecadas y los correspondientes plazos impagados. Sus apuros se extremaron a principios de este año, cuando el juez Pablo Ruz ordenó el embargo de todo el patrimonio de los Ruiz-Mateos, que incluía 220 inmuebles: alguna de las mujeres hasta ha llegado a poner muebles a la venta en el portal de subastas eBay.

Begoña y su marido reclaman 260 millones de euros, pero Biondini mantiene, además, que detrás de la querella late el propósito de hacer justicia. «Para Begoña este paso ha sido muy doloroso, pero se personó en la Audiencia Nacional para ver lo que había ocurrido con las empresas y vio una gestión muy mal hecha. No acepta que ahora quieran dejar a su padre, de 81 años, como un ladrón. Está en manos de ellos devolver todo aquello de lo que se han apropiado indebidamente». Pero... ¿acaso les queda dinero? «Ellos dicen que no, pero mantienen un nivel de vida alto, no les falta de nada». El pasado verano, cuando José María Ruiz-Mateos tuvo que acudir a declarar en los juzgados de Palma, fue Begoña quien lo acompañó.

José María 'junior', portavoz habitual de la familia, se ha referido a la iniciativa de su hermana como «triste, dolorosa y lamentable», además de destacar que «no tiene fundamento ninguno» y va «en contra del principio de estar siempre unidos». Tras afirmar que su padre ha entregado a Begoña «cuatro millones de euros» en estos años, se ha distanciado del conflicto: «Nuestro padre es el único propietario de todas las empresas. Nosotros no pintamos nada, porque no son nuestras», declaró al programa 'Espejo público'. Pero la reacción que más ha sorprendido a Biondini es la de las hermanas: «Al cabo de dos horas, cinco de ellas ya habían replicado, sin llamar siquiera a nuestra casa». En un comunicado conjunto, manifestaron su «total e incondicional» apoyo a los hombres de la familia, «personas muy honradas y trabajadores que han tratado de ayudar con gran sacrificio y esfuerzo a su padre». Con una prole tan numerosa resulta fácil extraviarse en la aritmética, pero llama la atención que en esa reacción airada falte una de las mujeres: Socorro, la mayor, se mantiene en silencio, en lo que parece un claro síntoma de que la hendidura se agranda. «Es que, cuando falta el dinero, se acaba agrietando todo», sentencia con aire un poco burlón el abogado Yvancos.

Más allá de abrir un nuevo frente judicial en una familia que parece coleccionarlos desde hace décadas, la querella de Begoña sirvió para airear alguna información reservada. Según Antonio Biondini, los hermanos varones cobraban 1,2 millones de euros al año y ya han puesto en marcha diversas maniobras para levantar Tercera Rumasa. Entre esas gestiones, la querella menciona específicamente el intento de los hermanos de que el Opus Dei y los Legionarios de Cristo les devuelvan parte de los donativos entregados en estos últimos años, que el documento cifra en siete millones para la prelatura de Josemaría Escrivá de Balaguer -«santo gigante, enorme e inmenso», en palabras del patriarca de la familia, que fue expulsado de la organización en los 80 pero es leal al fundador hasta el punto de tener una estatua suya en casa- y seis para la congregación de Marcial Maciel. El Opus ha salido al paso con un comunicado de su oficina de información en el que niega haber recibido «ninguna reclamación» y explica que «no consta cantidad alguna recibida de la familia», aunque admite que tal vez sí hayan contribuido a «algunas iniciativas a las que el Opus Dei presta asistencia espiritual».

La religión siempre ha sido fundamental para los Ruiz-Mateos, que ven en ella el eje de su existencia. El anciano empresario incluso intentó promover la canonización de su padre, Zoilo, «señor de la vid y apóstol de los pobres» que poseía un negocio de vinos y licores en Jerez y fue alcalde de Rota. Y entre los hijos no se ha perdido la costumbre de la misa diaria. ¿Cómo encaja un recién llegado en este grupo de personalidad tan marcada? «La familia entera solo se reunía en Navidad -responde Antonio Biondini-, así que yo he hecho siete comidas con todos juntos. Y el ambiente es familiar, normal: se trata de gente muy religiosa y practicante, pero no se hablaba mucho de eso. En el 2012 ya había tensiones entre ellos y, en la última Navidad, no comimos juntos: el padre se quedó solo en casa y estuvo con nosotros por la tarde».

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