Borrar
Nadal golpea la pelota.
El otro lado de Nadal cae en Madrid
Madrid

El otro lado de Nadal cae en Madrid

El español jugó errático e impreciso en una final en la que Murray se mostró seguro con sus acciones y que se llevó el escocés por 6-3 y 6-2

Javier Bragado

Domingo, 10 de mayo 2015, 00:19

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Como si no se hubiera recuperado de la fiesta del sábado, Rafael Nadal se movió por la pista de Madrid desorientado y desconocido. Después de un sábado fantástico en el que desarrolló uno de los mejores partidos, en la final se despeñó ante el escocés Andy Murray. ¿Dónde estaba esa derecha con la que ayer triunfaba con autoridad? ¿Dónde se ha quedado la velocidad de mis pies que ayer me permitía alcanzar cualquier bola en ventaja? Todo aquello debió pasar por la cabeza de Nadal como quien se levanta abrumado por el madrugón anticipado y no consigue ajustar su realidad con la del día anterior.

El matrimonio funciona

  • «Es uno de estos días que no vamos a recordar. No jugué el partido que quería», concedió Nadal al final de la derrota (3-6 y 2-6), aunque sin embargo no se dejó arrastrar por ese otro lado que le condenó en la final. «Aun así, ha sido una semana para mí muy positiva porque he recuperado las sensaciones que hacía tiempo que no tenía en una pista de tenis», aseguró el balear, que comenzará la semana en el número 7 del mundo -algo que no vivía desde 2005- y en dos semanas afrontará el siguiente Roland Garros.

  • Pero el manacorense, que ganó en 2014 y había sido cuatro veces ganador en Madrid, no pudo enlazar su tercer título consecutivo. Gran éxito para Murray por ser su primer Masters 1.000 en tierra batida, por incribirse como el cuarto tenista que gana a Nadal una final en tierra batida y por asaltar al balear en España. «Ha sido difícil por ser aquí, en casa de Nadal. Pero es una de las razones por las que juego al tenis», dijo el escocés ante el público. Y reveló su receta en su firma de despedida a la cámara. «El matrimonio, funciona», escribió quien parece haber encontrado el secreto para ganar donde antes no lo hacía gracias a su trabajo fuera de la pista. Desde que Kim Sears se puso el anillo no ha perdido ningún partido.

No ayudó el británico al ídolo español porque cuando descubrió la debilidad de Nadal dio un paso al frente y le atacó incluso con el resto. Además el pupilo de Amelie Mauresmo, desplegó todos los buenos golpes y experiencia que adquirió en la academia Sánchez Casal durante su adolescencia en España. Sacó a más de 200 km/h en varias ocasiones, se posicionó para golpear a la pelota desde muy arriba ante la falta de tacto de su adversario, redujo sus errores sus riesgos hasta el mínimo (sólo anotó 11 golpes ganadores) y tanto su derecha como su revés a dos manos mandaron en la Manolo Santana.

El balear, que había ganado todos sus seis duelos con Murray en la arcilla, trató de invocar a sus dioses interiores, bramó y citó a su yo interior o puede que al del día anterior, pero claudicó. El síntoma claro de que no funcionó su muñeca se vio en sus meneos de cabeza al acudir a por la toalla o en el golpe con el puño de su entrenador Toni al palco al fallar la enésima derecha sencilla. Fue la sombra de sí mismo desde que ya en el calentamiento envió una pelota a la grada, porque luego se repetirían los errores no forzados con inusual frecuencia (26, en total).

No le hizo falta a Murray forzar su revés porque tampoco los otros golpes del español encajaron. Tampoco pudo recurrir al sempiterno apoyo de la afición al ídolo español. Aunque Murray había pronosticado un ambiente similar al de un partido de la Copa Davis a domicilio, lo cierto es que la horrible tarde de su oponente impidió a los aficionados que llenaban las gradas agarrarse a ese impuslo. 'Sunday is a bad day' (el domingo es un mal día) sonó por megafonía en uno de los descansos y el balear no logró evitar que así fuera en la hora y 28 minutos que duró el encuentro.

Curiosamente, los escasos mejores momentos de Nadal llegaron con su saque, el único golpe que le sirvió en alguna ocasión para apuntarse un juego. Sin embargo, la realidad es que nunca inquietó a Murray, el hombre que ha sumado en dos semanas dos títulos en tierra batida, el anterior en Múnich. Ni siquieira cuando el español trató de mover al británico para forzar su cansancio logró despertar la esperada debilidad de un hombre al que la organización volvió a acostumbrar -a su pesar- a partidos nocturnos (entre semana acabó de madrugada algunos duelos).

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios