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Teatro del absurdo

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Partido de vuelta ·

La decisión de llevar la final de Copa a Valencia la entiende el columnista como un sinsentido si se tiene en cuenta que no se conocen los finalistas de un deporte que no es precisamente mayoritario

Juan ángel Méndez

Jueves, 25 de enero 2018, 13:16

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Si la Federación Española de Rugby quiere cargarse el único producto que le queda en pie, porque ya ha demostrado que su aprecio por la División de Honor es nulo, va por muy buen camino. No digo que Valencia no merezca la final de la Copa del Rey, ni que su inversión económica no haya sido superior a la de la candidatura de Valladolid. Pero vista la experiencia, los rectores del rugby patrio deberían analizar otras variables para tomar una decisión con tantas implicaciones y riesgos.

Justifica la Federación que anuncia la sede de la final de la Copa antes de que se disputen las semifinales, como respuesta a la promesa que hizo al inicio del curso. El argumento tiene menos consistencia que la casa de paja de los tres cerditos. ¿No será mejor esperar a ver quiénes son los finalistas para decidir el lugar que más espectadores pueda garantizar? Es sentido común, no un razonamiento de superdotado, pero la Federación opta por esta fórmula, no sea que vayan a ganar los dos equipos vallisoletanos y ya no tenga justificación alguna para llevar la final a Valencia. Es la realidad. El resto, solo es una maniobra para disimular una gestión nefasta. Una vez más.

¿Y si ganan los equipos catalanes? Perfecto. Entonces la elección de Valencia es ideal porque cumple con todos los requisitos para que el producto siga instalado en el éxito. O al menos lo intente. Luego habría que ver si las aficiones de Barcelona y Santboiana viajan a la capital levantina para llenar el estadio. Ahora bien, como VRAC y El Salvador se metan en la final, la Federación va a tener que responder a muchas preguntas. Y si llega el caso y el estadio Ciudad de Valencia no cubre ni medio aforo, entonces el presidente debería dimitir por cargarse un producto que en las dos últimas temporadas ha demostrado que Zorrilla es rentable económicamente y aporta el valor de la imagen que tanto necesita el rugby nacional para despegar.

Mientras el resto de federaciones busca la profesionalización e intenta aportar el mejor Marketing a sus productos, la de rugby camina en dirección contraria. En estos casos, con los valores que destila este deporte, con el crecimiento exponencial que tiene en Europa y con los hechos demostrados del buen hacer de los dos clubes vallisoletanos, los más profesionales de la Liga de aquí a Lima, la Federación no debería estampar su estrategia contra los euros. Ojo, que tampoco ha matizado en su resolución la diferencia económica. Solo dice que la candidatura de Valencia es «la más favorable para los intereses del rugby español».

Sin los nombres de los finalistas, es complicado defender la coletilla que esgrime la Federación. De hecho, con honradez, el presidente debería relatar públicamente cuáles son estos intereses, porque yo, sinceramente, no los encuentro. Si tiene algún aprecio a su deporte, debería comenzar la casa por los cimientos, respetar a su División de Honor, cuidar la imagen de todos los campos, unificar la activación de los patrocinadores, la organización de los partidos, la difusión y la Comunicación, la profesionalización. Porque cuando sales de Pepe Rojo, aunque sea al feudo del tercer equipo de la Liga, como Alcobendas, la realidad del rugby español te da una bofetada mayúscula.

El comunicado de la FER encajaría perfectamente como guión de cualquier obra del teatro del absurdo, es una trama que carece de un significado lógico y cuyo único fin parece dirigido a enterrar un producto que ha disparado la imagen del rugby español en las últimas ediciones. Me imagino estos días a Alfonso Feijoo rezando para que pierda al menos uno de los equipos vallisoletanos. Oremos. ¿Se imaginan una final de la Copa de fútbol entre Sevilla y Betis en Barcelona? Pues eso.

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