Borrar
Ricardo y Pedro Rodríguez.
Ricardo y Pedro
Fórmula 1

Ricardo y Pedro

Los hermanos mexicanos Rodríguez eran unos niños cuando empezaron a correr, pero la fatalidad cerró una bella historia de talento, pasión y bravura

Santiago de garnica

Sábado, 7 de noviembre 2015, 17:38

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Ricardo y Pedro Rodríguez. Sin duda fueron los precursores de los pilotos precoces, de los pilotos niños en la historia del automovilismo. Su padre era el responsable de la policía de México y un apasionado de las carreras, pasión que trasmitió a sus hijos: les hizo un pequeño circuito y les compraba coches a los que hubo de adaptar tacos de madera para que pudieran llegar a los pedales de acelerador, freno y embrague.

A los 14 años Ricardo participaba y ganaba en su país en carreras de turismos y antes de los 16 años en las 12 Horas de Sebring al volante de un Porsche.

Ricardo y Pedro es la historia de dos hermanos superdotados, apasionados y valientes, que hicieron equipo en muchas ocasiones en pruebas de resistencia, sobre todo en las 24 Horas de Le Mans en la que participaron por vez primera en 1959 (falsificando la fecha de nacimiento.). En la edición de 1961, con 19 años Ricardo y 21 Pedro, al volante de un Ferrari del equipo privado NART, trataron de tú a tú a los Ferrari ofíciales durante 23 horas hasta que el motor de su Testa Rossa dijo basta.. Y la mejor vuelta en carrera la hizo Ricardo. Y si Phil Hill y Olivier Gendebien lograban con el Ferrari oficial un merecido triunfo, los dos mexicanos habían entrado en la historia de Le Mans y en el corazón de un público que estaba entusiasmado con aquellos los valientes niños mexicanos que no se amilanaban ante los mejores especialistas de la prueba.

A los 19 años, Enzo Ferrari le confiaba a Ricardo un volante en su equipo de Fórmula 1 con el que disputó el Gran Premio de Italia en Monza en 1961, y los de Holanda, Bélgica (donde terminó cuarto), Alemania (allí fue sexto) e Italia en 1962. Ricardo era un piloto extraordinario. Todo terminó sin embargo en los entrenamientos previos al Gran Premio de México de 1962. La prueba no contaba para el Campeonato del Mundo y la Scudería no acudió a la cita. Pero Ricardo quería correr ante su público y alquiló un Lotus 24 al equipo de Rob Walker. Intentó hacer el mejor tiempo y llegó la fatalidad.

Su hermano Pedro fue también un brillante piloto que participó como era costumbre en la época tanto en carreras de sport-prototipos del Mundial de Resistencia como en Grandes Premios de F-1. En Resistencia obtuvo numerosas victorias, entre ellas en 1968 en las 24 Horas de Le Mans.

Al contrario que Ricardo, al que la fatalidad convirtió una prometedora carrera en un paso fugaz por la F1, Pedro disputó 55 grandes premios. En Fórmula 1 debutó en el Gran Premio de los Estados Unidos con un Lotus, un año después de la desaparición de su hermano. El primer triunfo llegó con un Cooper, en el Gran Premio de África del Sur de 1967.

La segunda victoria llegaría en 1970, en Spa y bajo la lluvia. Fue una carrera inolvidable. Era un 7 de junio. Décima vuelta de carrera. Pedro, con su BRM P 153, y Chris Amon con un March 701, en cabeza de la prueba tras haber dejado atrás a nombres como Stewart o Rindt. En la Source, frenan en el mismo punto y trazan por la misma trayectoria para dirigirse a la subida del Radillon. El V8 del March y el V12 del BRM responden a sus pilotos y los chasis se muestran muy estables. Todo es perfecto. Vuelta tras vuelta, Masta, Stavelot , Blachimont, son los puntos de Spa que ven el paso de dos pilotos en plena lucha, dando lo mejor de sí mismos y mostrando una maestría frente a la cual el resto nada puede. La lucha está cargada de pureza, sin elementos que la alteren. Todo pasa a un ritmo infernal. Pedro y Chris controlan el deslizamiento lateral de sus coches en las grandes y rápidas curvas de Spa en un equilibrio perfecto, en un mano a mano que corta la respiración de los espectadores.

Pedro Rodríguez pasa la línea en primer lugar y a un segundo llega Chris Amon: los espectadores de Spa-Francorchamps saben que acaban de contemplar una de las más bellas páginas de la historia del automovilismo.

Pero a Pedro el destino le espera agazapado. Él, que era capaz de conducir los monstruosos y difíciles 917 de Porsche como si fueran juguetes, el 11 de julio de 1971 se estrellaba con un Ferrari bastante baqueteado en una carrera en Alemania de la Interserie. Ricardo y Pedro volvían a estar juntos, allá arriba y siempre en el recuerdo de los buenos aficionados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios