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El valor de la diferencia
discapacidad y deporte

El valor de la diferencia

santiago hidalgo chacel

Sábado, 11 de febrero 2017, 17:27

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Uno de los recuerdos que atesora David Fernández (12-1-1977) es el relativo a su asistencia a varios campeonatos como director técnico de la federación y ha sido confundido en más de una ocasión con una persona con discapacidad intelectual que va a competir. «En el fondo, no es malo. Contribuye a lo que buscamos, a normalizarlo todo», dice.

La convivencia de David con la discapacidad le llega pronto. Desde casa. Su padre, Chachín, con una discapacidad visual, se dedicaba a vender cupones de la ONCE. Precisamente en esta institución es donde comienza él a desarrollar sus primeros empleos una vez termina Magisterio de Educación Física (luego estudiaría también la licenciatura en Ciencias de la Educación). En campamentos con chavales, o después en el Imserso ONCE desde el año 2000, pronto vislumbró que su futuro podía estar en el deporte y el trabajo con colectivos de personas con capacidades diferentes.

Luego llegó Asprona Valladolid, en una nueva apuesta para llevar un programa de deportes y después, en plena crisis, en la Fundación Intras que fue para él «como un máster al trabajar con colectivos con enfermedad mental», dice. Finalmente, desde 2010 pasa a vincularse a Fecledmi, la Federación Polideportiva de Discapacitados de Castilla y León como secretario general y director técnico. «En el fondo, hacemos de todo», reconoce.

Con aproximadamente mil deportistas, cuarenta clubes y doscientos técnicos, todos ellos forman parte de una federación que atiende a diferentes deportes y a cinco discapacidades (físicas, sordos, ciegos, intelectuales y parálisis cerebral).

Con los años, este deporte ha demostrado una evolución constante hacia una mayor aceptación del público. «Es cierto. Tenemos mucha más visibilidad. Nadie pensaba antes que una persona con discapacidad podía hacer deporte más allá de las paralimpiadas cada cuatro años», dice David.

Precisamente y como «culo inquieto» que es, dice David, terminó después la carrera de periodismo y su periodo de prácticas lo realizó cubriendo los Juegos Paralímpicos de Londres para este mismo medio que ahora recoge este relato. La medalla de la judoca vallisoletana con deficiencia visual Marta Arce fue su mejor noticia. Su primicia. «Le saqué una foto mordiendo la medalla», recuerda.

No solo la mejora en el mayor impacto social, también el lenguaje han cambiado. «De los términos minusválidos, deficientes, hemos pasado a discapacitados, luego a deporte inclusivo y ahora se viene hablando de diversidad funcional. Se trata de no utilizar un lenguaje peyorativo, aunque siempre digo que es mejor ser bien pensante que bien hablante», apunta. El pensamiento de David Fernández es que cualquier persona, con la discapacidad que sea, es capaz de realizar cualquier actividad-deporte con las adaptaciones necesarias. Y esto lo lleva hasta su máxima expresión. «El desconocimiento de este mundo y los sentimientos de pena hacia las personas con una discapacidad y hacia los deportistas son cosas que hay que desterrar por completo». Y, si no, un dato que él mismo apunta: «Hay deportistas con discapacidad intelectual que nos dan mil vueltas en el deporte. Por ejemplo, hay un chico en León que corre los 200 metros en 23,56 segundos. ¿Dónde está entonces su discapacidad?».

La labor actual con diferentes programas y proyectos, como Tiempos paralímpicos, en los colegios de la comunidad se dirige hacia el deporte inclusivo porque «si un niño trabaja con sus iguales de edad, está claro que mejora a nivel social, emocional y deportivo mucho más que de forma individual. Además se ahorran recursos Lo que realmente falta es formación y conocimiento».

Las competiciones de Fecledmi, como el cros, también caminan hacia ser inclusivas, con la idea de que en un futuro pudiera desaparecer como tal esa estructura de Federación de discapacitados para integrarse dentro de las federaciones deportivas al uso. Y no debe haber miedo a quedarse en paro. «Otra cosa saldrá», dice David.

Mientras, Castilla y León se prepara, como no podía ser de otra forma, para obtener resultados, marcas, campeonatos y pruebas. Porque además del deporte participativo, que es uno de los objetivos, la competición no debe perderse. La misma que sitúa al baloncesto, y sobre todo al equipo femenino de discapacitados intelectuales de Castilla y León, como el mejor de España en los últimos años, y a diez o veinte deportistas destacados en la élite nacional de diferentes disciplinas.

Lo que aporta este trabajo sin duda son «unos valores personales muy positivos e importantes», explica David: «Aprendes a aceptar la diferencia como algo que forma parte de la sociedad. Igual que hay personas de otras etnias, o que se comportan de otra manera, hay también personas con discapacidad. A mí esto no me choca para nada. La diversidad enriquece al final».

Durante todos estos años trabajando en este sector, David ha aprendido a impulsar diferentes actividades, a no tener miedo, a innovar. También a cambiar los conceptos y pensamientos de sus cercanos y de su entorno, que manifestaban comentarios no acertados como el ¡míralo, pobrecito! o el ¡no puede hacerlo!. Eso no entra en su diccionario. El vamos a llevarlo a cabo, sí. Cualquier alumno de un colegio con cualquier discapacidad puede hacer deporte y formar parte de una clase de educación física con la necesaria adaptación o facilitándole las cosas. El Maratón del Sáhara, al que acudió David con Paco Del Campo, o una próxima aventura en la Titan Desert son ejemplos de que personas con discapacidad pueden afrontar hasta los retos más inverosímiles.

Su deporte ideal pasa en el futuro por desear «más recursos y más repercusión en los medios» para no dejarse eclipsar por el fútbol. «Hoy solo se habla de fútbol y el resto de deportes, ya no solo el adaptado, lo sufrimos. Es este un problema de educar a la sociedad».

(Bellido, ¿usted cree que puede sacar al entrevistado subido en una silla de ruedas?

Claro, es algo normal.)

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