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Bruno Hortelano, en el centro, durante la carrera en Moratalaz en la que batió el récord de España de los 100 metros.
Rápido de piernas, rápido de cabeza

Rápido de piernas, rápido de cabeza

Bruno Hortelano es el nuevo plusmarquista nacional de los 100 metros. Nació en Australia, se crió en Canadá y vive en Estados Unidos... pero es español. Además es ingeniero biomédico

fernando miñana

Miércoles, 29 de junio 2016, 21:18

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Cuando Bruno Hortelano está en los tacos de salida no mira si a su lado hay muchos o pocos negros, la raza que domina las pruebas de velocidad en el atletismo gracias a los norteamericanos, a algún africano y a los portentosos caribeños. Él, un blanquito no muy musculado, un tirillas en este mundo de esprinters hipertrofiados, solo piensa que les va a ganar, que les quiere ganar. Y poco antes del disparo dice en voz alta: «Its just another race». Es solo una carrera más.

La noche de San Juan lo dijo un par de veces en las dos carreras en las que batió el anterior récord de España, en manos del madrileño Ángel David Rodríguez, con 10.14 desde 2008, y que dejó en 10.06. Muy cerca de uno de los grandes lindes del atletismo, los diez segundos en los 100 metros, por donde solo ha cruzado un blanco en la historia, el francés Christophe Lemaitre.

Hortelano pronuncia esa frase en inglés porque aprendió a la vez español y la lengua de Shakespeare. Hijo de dos científicos españoles, microbiólogos moleculares ambos, un vasco llamado Gonzalo Hortelano y una catalana de nombre Pilar Roig, nació en 1991 en Wollongong, una ciudad de nombre maorí de Nueva Gales del Sur, en Australia. A los cuatro años se mudaron a Toronto, en Canadá, donde descubrió en el patio del colegio que no tenía rival en las carreras y fue testigo de cómo el canadiense Donovan Bailey ganaba el oro olímpico en Atlanta. A los ocho le deslumbró el carismático Mo Greene arrasando en la final de los Juegos de Sídney. Él también quería ser atleta.

Sus padres le dejaron correr, pero le marcaron con seriedad las prioridades. Y lo primero, por encima de todo, eran los estudios. En vacaciones, en verano y en Navidad, viajaban a España para ver a la familia y afianzar las raíces de Bruno. El país le gustaba y se sentía español, pero eligió Estados Unidos para estudiar en Cornell, una universidad del estado de Nueva York para niños bien de la costa Este y que rivaliza ferozmente en la Ivy League con otras grandes como Harvard, Yale o Princenton.

Allí, en Ithaca, al lado del lago Cayuga, donde cuentan con una biblioteca con ocho millones de libros y de donde salieron cuarenta premios Nobel, no desentonó. Hortelano es un cerebrín. Se graduó en Ingeniería Biológica, en la especialidad de Biomedicina, con una nota del 95%.

El año pasado acabó sus estudios universitarios y entonces, y solo entonces, decidió concederle todo su tiempo al atletismo para intentar acercarse a sus límites en los Juegos de Río. La preparación de su entrenador, Adrian Durant, un velocista de las Islas Vírgenes de Estados Unidos que llegó a ser olímpico en Atenas 2004, iba dirigida a alcanzar su plenitud en agosto, pero en junio sorprendió con estos dos registros que colocan a un español por primera vez debajo de los diez segundos y un décima. Paradójicamente, los 100 metros solo eran parte de la preparación para competir en los 200, su prueba predilecta, donde también ha dejado su firma como plusmarquista (20.47 desde 2013). Aquí explota una de sus grandes virtudes, la resistencia a la velocidad, lo que tal vez le permita saltar otra gran barrera: los veinte segundos.

El Pájaro, su mentor

Desde hace mes y medio vive en Madrid, en la residencia Blume, y entrena en el Centro de Alto Rendimiento, muy cerca del antiguo plusmarquista Ángel David Rodríguez, conocido en el mundillo como el Pájaro, quien, todo generosidad, no ha escatimado consejos para encaminarle hacia el trono. «Es mi mentor», agradece Hortelano. En cuanto pasen los Juegos, donde no descarta bajar de los diez segundos ni alcanzar la final, regresará a Estados Unidos para hacer un postgrado de Medicina y centrar el foco en la oncología.

La valenciana Ana Martín-Sacristán, una de las numerosas atletas que estudian al otro lado del Atlántico, destaca la camaradería «le encanta juntarse con los españoles cuando coincidimos en una competición», la mentalidad y la ética de trabajo de este nuevo talento. «En eso es muy superior a los demás: confía mucho en sí mismo. Su mentalidad no solo brilla en las competiciones sino también en los entrenamientos. Al final, lo primero es la suma de lo segundo. Él y yo compartimos los beneficios de que el sistema educativo y el deportivo vayan de la mano».

Competir para los Big Red de Cornell le exigió disputar un elevadísimo número de carreras, algo impensable en España. Pero hasta eso le vino bien: le endureció. Y esa mentalidad es la que eleva al atleta en el tartán. La presión no le paraliza. Al contrario. Por eso confía en ganar una medalla en el Europeo de Ámsterdam, que se celebrará la próxima semana. Hortelano no se pone límites. Es su filosofía, su forma de ver la vida. Es solo una carrera más.

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