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Javier Fernández junto a Uno y Hanyu en el podio de Pyeongchang.

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Javier Fernández junto a Uno y Hanyu en el podio de Pyeongchang. AFP
Patinaje

Un artista con alma de actor

Medalla en Pyeongchang ·

Javier Fernández, talento innato para el patinaje, suma a sus facultades una extraordinaria capacidad para expresarse sobre el hielo

Amador Gómez

Madrid

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Sábado, 17 de febrero 2018, 06:56

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«Hay veces que voy a empezar un programa de competición y pienso: ‘Yo lo que quiero es irme a casa’, ‘yo ahora mismo no quiero estar aquí’... Pero luego empieza la música y soy como un robot. Cambio el chip y hago el programa y lo hago perfecto», se enorgullece Javier Fernández, un talento innato para el patinaje que, a los 26 años, ya se considera viejo para este deporte y en Pyeongchang ha cumplido por fin otro gran sueño en sus últimos Juegos Olímpicos.

A sus facultades físicas, mentales y artísticas suma una extraordinaria capacidad para expresarse sobre el hielo, transformado en Charlot, Don Quijote, Elvis Presley, Superman, el Jack Sparrow de ‘Piratas del Caribe’... Para llegar a los aficionados y a los jueces y ganarse, en la pista y fuera de ella, el cariño de quienes ven en el patinador madrileño, un milagro del deporte español, un auténtico ejemplo de valentía, sacrificio y ambición que le han permitido derribar todo tipo de obstáculos y convertirse en leyenda.

Dedicado al patinaje desde los seis años siguiendo los pasos de su hermana Laura, Javier Fernández se vio obligado, por falta de apoyo, a abandonar Madrid y emigrar a los 20 a Toronto, después de pasar por Jaca y Nueva Jersey, para iniciar en Canadá, junto a su entrenador, Brian Orser, una fulgurante carrera, jalonada, antes de la ansiada medalla olímpica, por dos títulos del mundo y seis de Europa consecutivos. «Una historia de superación para conquistar lo imposible», reza la portada de su libro, ‘Bailando el hielo’, editado en 2016, donde el madrileño relata su sorprendente camino hacia la gloria, en una disciplina sin tradición en España relanzada por ‘SuperJavi’, que también pelea por la construcción de más pistas para el patinaje y por la mejora de las condiciones de las pocas ya existentes.

"A veces soy perezoso"

Reconocido como un chico sencillo, humilde y, ante todo, muy sensible y cariñoso, Javier Fernández es todo educación y amabilidad fuera de competición. Sin embargo, con los patines se convierte en un autómata y exhibe una doble personalidad que le permite, como actor y deportista, deslizarse al ritmo de diferentes músicas con innovadoras coreografías y realizar espectaculares y sólidos ejercicios frente a rivales más jóvenes que él, como su amigo y compañero Yuzuru Hanyu, el prodigio nipón vigente campeón del mundo, que se entrena con él en Toronto. También es japonesa, expatinadora y bicampeona del mundo, la novia que tiene Javier Fernández desde hace casi cuatro años, Miki Ando.

Al niño de Cuatro Vientos entonces conocido como ‘El Lagartija’ por sus amigos, hijo de una cartera y de un mecánico militar a quien no le costaba esfuerzo llevar a cabo en La Nevera de Majadahonda cualquier pirueta y ya asombrada por su fluidez, le gustaría ser un actor famoso al menos por un día. Cualidades no le faltan, porque es un verdadero ‘showman’. Cuando abandone el patinaje artístico tiene previsto ser entrenador, para enseñar a los niños esta disciplina para la que reclama más ayudas. Aunque Javier Fernández era antes muy perezoso y sus padres tuvieron que insistirle en que se esforzase más en el deporte, ha ido progresando sin freno y, a base de trabajo y disciplina -impuesta por su entrenador-, ha pulido su patinaje hasta límites insospechados. La experiencia y los errores cometidos en los Juegos de Sochi 2014 y en el Mundial de Helsinki en 2017 también le han empujado hacia el único metal que le faltaba, cuando ya ha perdido la cuenta de las medallas que ha conquistado.

Muy unido a su familia, debió acostumbrarse desde muy joven a vivir sin ella, a la que visita sólo durante un mes o mes y medio en verano, durante un par de semanas en Navidades y en momentos muy esporádicos cuando se lo permite el patinaje. Habitualmente pasa las vacaciones estivales en Almería. La mayoría del año lo pasa en Canadá y también echa mucho de menos, aparte de a sus amigos, la comida y el sol de España. También es aficionado al fútbol y desde allí, siempre que puede, sigue al Real Madrid. Su ídolo deportivo, sin embargo, es otro mito del patinaje, el ruso Evgeni Plushenko, poseedor de la triple corona, con tres títulos mundiales, siete europeos y uno olímpico en individual, a quien nunca imaginó que pudiera acercarse.

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