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Imagen del rodaje en Rosario.
Adorando al dios Messi
Cine

Adorando al dios Messi

El documental de Álex de la Iglesia que recorre la vida del jugador argentino se presenta en la Mostra de Venecia, dentro de la sección 'Jornada de los Autores'

Luismi Cámara

Viernes, 29 de agosto 2014, 13:37

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«Leo es un genio. Es un genio, un genio. Es un genio Messi». Es todo lo que alcanza a decir Alejandro Sabella, ya exseleccionador de Argentina. Así comienza 'Messi', el documental dirigido por Álex de la Iglesia que se encarga de loar hasta el extremo la figura del futbolista rosarino del Barça y que se presenta el sábado en la Mostra de Venecia, dentro de la sección 'Jornada de los Autores', aunque fuera de concurso.

La película gira alrededor de los recuerdos, opiniones y certezas de amigos y compañeros de equipo de la infancia, profesores, entrenadores, periodistas, jugadores y hasta del endocrino que cuidó e inició el tratamiento con hormonas de crecimiento de Leo. En torno a distintas mesas de restaurantes en Argentina y Barcelona, las palabras de aquellos que han formado parte de la trayectoria del astro argentino ayudan a hilvanar la vida del jugador y a entender por qué Messi es como es y qué personas y sucesos influyeron y marcaron su historia hasta llegar a convertirse en el mejor jugador del mundo.

Durante una hora y media, las alabanzas, los cumplidos y los elogios se suceden en un proceso de glorificación del '10' que sólo se rompe durante unos segundos para darle un mínimo toque terrenal, para que «no parezca de cera». «Leo, cuando pierde, se vuelve insufrible», comenta con sorna Gerard Piqué, en la mesa que comparte con Andrés Iniesta, Javier Mascherano y José Manuel Pinto. Incluso en este momento, el exguardameta culé saca la cara a su amigo y destaca la especial facilidad del defensa internacional español para picar e intentar sacar de quicio al crack del Barça.

El documental, con guión del exfutbolista y entrenador Jorge Valdano, incluye vídeos caseros con partidos de 'La Pulga' en las categorías inferiores de Newell's Old Boys, combinados con retazos audiovisuales de momentos trascendentes en su carrera y algunas partes de su vida recreadas y filmadas por Álex de la Iglesia.

El cineasta presta especial atención a sus años en su barrio de Rosario, a sus primeras patadas con el club Grandoli y a la especial relación con su abuela Celia, la que le dijo que iba a convertirse en el mejor jugador del mundo, que falleció antes de poder ver a su nieto cumpliendo con sus palabras, y a la que dedica sus goles apuntando con sus índices hacia arriba mientras dirige su mirada hacia el cielo.

El complicado traslado y fichaje por el Barcelona para costear los gastos del tratamiento médico de Leo y su duro proceso de adaptación, marcado por su extremada timidez, también son tratados con mimo por el director, que insiste en el amor y la unión que el jugador ha sentido siempre por su ciudad y por su país. Cuenta en el film el periodista Santiago Segurola el acertado comentario de aquel que un día le dijo que Messi se levantaba en Rosario cada día para viajar a jugar a Barcelona y regresar de nuevo a acostarse a Rosario. De hecho, sus amigos resaltan que, pese a haber viajado a Barcelona con apenas 13 años, ahora con 26 «sigue hablando rosarino». Mascherano insiste en que es «más argentino que el dulce de leche» para criticar a aquellos que cargaron contra el jugador cuando no le iban bien las cosas con la 'albiceleste'.

Sólo hay una voz discordante que no pone a Messi en lo más alto de los altares futbolísticos. Es César Luis Menotti que, aunque defiende hasta la saciedad el talento y las condiciones de su compatriota, desvela que él vio a otro jugador con la velocidad del azulgrana: «El negro». «Pelé es de otro planeta», explica el exseleccionador de Argentina, que considera que nada se puede comparar con el talento del brasileño.

Aún así, de nuevo Mascherano resume el sentir de la práctica totalidad de participantes en el documental cuando asegura con un tono más que cariñoso su gran deseo: «Qué lindo sería ser Messi por cinco segundo para saber qué se siente».

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