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Miguel Pardeza posa delante de una pequeña parte de los libros que atesora
Pardeza, el futbolista que leía muchos libros

Pardeza, el futbolista que leía muchos libros

Jugó en la selección, el Real Madrid y el Zaragoza, es un lector voraz y acaba de ganar un premio literario con ‘Torneo’, su primera novela, con tintes autobiográficos

Álvaro Soto

Domingo, 19 de marzo 2017, 21:35

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En el recibidor de la casa de Miguel Pardeza (52 años) dan la bienvenida el exfutbolista, un perro juguetón y, pongamos a ojo, 3.000 libros. Los otros 12.000 que tiene se reparten por su despacho y por el resto de las habitaciones, y aquí y allá también comienzan a brotar montones de ejemplares como una irregular cordillera de papel. Una casa convertida en una biblioteca, excepto, curiosamente, el salón, donde reinan los trofeos logrados en su exitosa carrera como jugador de la selección (participó en el Mundial de Italia 90), el Real Madrid y el Zaragoza.

La división de poderes entre el fútbol y los libros es quizá la metáfora de la «esquizofrenia», así la llama él, que sufre este exjugador, que supo desde niño que los goles (marcó más de 80 en Primera División) no servían para responder a las preguntas que la vida le iba planteando. Para eso estaban los libros: primero como lector voraz de los cómic de Marvel y las obras de Chesterton, y después como escritor. Su estreno en este campo se titula Torneo (Malpaso), y con él ya ha ganado algo: no un partido, sino el premio de la revista Panenka al mejor libro de fútbol del año.

«Mi vida ha ido en dos raíles. El que me ha apasionado más ha sido el fútbol, pero la literatura se ha convertido en un buen paliativo, en un buen sucedáneo», explica Pardeza junto a una de las rebosantes librerías de su chalé en una urbanización de San Sebastián de los Reyes (Madrid). Al contrario que en su casa, en la de sus padres (él dueño de un taller, ella ama de casa) no había muchos libros. «Tenían la cultura del trabajo y de la honradez, pero poca cultura libresca», recuerda. Para él, todo cambió cuando en su pueblo de La Palma del Condado, provincia de Huelva, abrió una biblioteca municipal. Entre sus cuatro paredes se inoculó Pardeza el virus de la literatura y todo ello está en su obra, una novela con tintes autobiográficos.

Torneo es el nombre real del programa de televisión al que a finales de los 70 llega el equipo de adolescentes de La Palma del Condado liderado por Pardeza. El conjunto no gana la competición, pero la vida de este niño cambiará para siempre. Unos ojeadores del Real Madrid se fijan en él, se adelantan a otros del Recreativo, del Sevilla y del Barcelona, y al principio contra la voluntad de sus padres, que creían que el fútbol era una distracción de lo realmente importante, estudiar acaban llevándoselo a la capital.

«Torneo es un viaje del sueño a la pesadilla, del calor de la casa de mis padres a vivir sin ningún tipo de lujo en una residencia para jugadores jóvenes en el centro de Madrid». Aquella residencia era un microcosmos, con adolescentes venidos de toda España, de orígenes humildes, que luchan por sobrevivir y que, con su pluma, Pardeza transforma en un «laboratorio sociológico» y en el escenario de una novela picaresca en la que él se convierte en sus admirados Lazarillo y Buscón. «Madrid fue un mundo nuevo que me superó porque no tenía las capacidades intelectuales ni vitales para darle respuestas», reconoce. Por eso, el libro, que es chispeante en su primera mitad, se va volviendo oscuro y reflexivo cuando Sartre y Simone de Beauvoir sustituyen en sus páginas a los amigos del pueblo. En esta etapa, el amor iniciático, el sexo (o la falta de él: creía Pardeza que le podía distraer del fútbol), los complejos (el de su altura, mide 1,65) se transforman en el hilo conductor de la vida del por entonces aspirante a futbolista profesional.

«Leí mucho a los existencialistas. Es imposible ser joven, leerles y no quedarte enganchado. Hay una parte del existencialismo que te intenta hacer pensar y preguntarte las grandes cuestiones en ti mismo». Pardeza, que dice hipotaxis y cita a Elias Canetti, se detiene un segundo. «Soy un poco pedante, ¿no?» () «Aquí venimos de la cultura de la berza, somos íberos, el estilo se ha visto muy mal, por no hablar de los prejuicios y los recelos que ha inspirado la cultura. Entre un macho alfa y un intelectual, la mayoría de los españoles se quedaría con un macho alfa, que es lo potente, lo que atrae; debe de haber alguna raíz antropológica que se me escapa. La gente de la cultura ha sido muy sospechosa».

Pardeza era sospechoso por partida doble. Los del fútbol le veían como un cuerpo extraño, un tipo que en las concentraciones prefería irse a su habitación a leer (los libros siempre han sido sus compañeros de viaje) antes que ver películas o echarse la siesta. Pero cuando estaba entre la gente de la cultura, alguno pensaba: ¿Pero este qué hace aquí? ¿No jugaba a fútbol?. Cree Pardeza, como Jacinto Benavente, que «español es un tipo que solo admite el éxito que no tiene mérito o el mérito que no tiene éxito». «En este país no se puede hacer dos cosas, aunque estén bien hechas. Aquí nos gusta que el futbolista sea futbolista y el escritor, escritor. Una vez que te han catalogado, da por seguro que serás así toda tu vida».

A continuación, un vídeo de un partido de la temporada 1991-1992 entre el Zaragoza y el Real Valladolid. Pardeza fue el autor d euno de los dos tantos maños

Doctor en Filología

Pero Pardeza no se resignó a ser unidimensional. Idolatrar a Di Stéfano, que le dio su gran oportunidad en el Madrid, y admirar a Maradona no era incompatible con la universidad. Comenzó la carrera de Derecho, pero con 26 años se pasó a Filología Hispánica y se doctoró con una tesis sobre el periodista César González Ruano.

El libro aborda la etapa previa a la Quinta del Buitre, aquel grupo de jugadores al que pertenecía el joven onubense y que comenzó a cambiar la historia del fútbol español. Dice Pardeza que solo tiene en mente escribir dos libros vinculados al fútbol: Torneo y otro sobre la retirada, el momento en que el futbolista deja de ser un dios y se reintegra a la vida del resto de los humanos. «Cuesta aceptar el cambio radical de que ya no eres un privilegiado, ese es el gran desafío». Sus épocas como jugador o como director deportivo (en el Zaragoza y el Real Madrid) no las ve Pardeza como materia literaria. «Están en las hemerotecas. Lo que hay que contar es lo que nadie sabe sobre uno mismo». Valle Inclán, Philiph Roth, Cercas, Javier Marías, Baroja, la generación del 27, Emmanuel Carrere salpican la conversación. «Escribir no es una cuestión de vida o muerte. Pero quizá debería serlo».

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