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Santiago Hidalgo Chacel
Sábado, 28 de enero 2017, 14:08
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El relato de Chema Rodríguez (Valladolid, 29-09-1955) es de pequeños contrastes. O, al menos, de clara evolución. De futbolista fue veloz en la delantera. Como entrenador, se especializó en el balón pequeño, y sobre todo, en las defensas y transiciones para lograr un gran mérito: el título de campeón de Europa universitario de fútbol sala con el Uva en 2013. Un galardón con el que poner un broche perfecto a su trayectoria, ya que la pasada campaña decidió que había llegado el momento de marcharse tras 26 años. Deja al CD Universitario de Valladolid en lo más alto del fútbol sala por estos lares, pero su herencia continúa
Como muchos niños, Chema quiso un día ser futbolista. En los extintos campos de Endasa jugaba en la categoría infantil y se fijaba como espejo en Geñupi, que lo hacía en el equipo superior. Este interior izquierda que llegó a ser internacional era el ídolo de todos nosotros, señala Chema.
Las casas y el asfalto sustituyeron a los campos de tierra y él se marchó para destacar en el San Carlos. Allí, Tomás Rodríguez Bolaños le entrenó antes de dedicarse a las labores del consistorio. Allí, también, el factótum Fernando Alonso fue su puente para que con 16 primaveras recalara en el Europa Delicias, luego llamado Valladolid Promesas, con Fernando Redondo y el recordado Paquillo. Cuatro años en el filial explotando su rapidez desde el extremo derecho y teniendo por delante a Toño Díez: «En más de un partido resuelto se hacía el lesionado y me guiñaba el ojo para dejar que entrara en el campo en su lugar».
Chema, que por entonces estaba estudiando, tenía las mañanas libres y en alguna ocasión fue convocado para los partidillos que disputaba los jueves la primera plantilla de los Lorenzo, Amarillo, Astraín, Cardeñosa «Todos queríamos hacernos hueco en el primer equipo,así que en un entrenamiento me propuse marcar a Julio Cardeñosa como una lapa. En la primera ocasión que le vino un balón y controló con el pecho, yo que estaba a un metro fui a quitársela. Me tiró un caño. Me giré ofuscado para arrebatarle el cuero y a la vuelta me volvió a meter la pelota entre las piernas». Ese día Chema pudo percibir que la calidad de los jugadores donde mejor se observa es desde dentro. Y el de la Rubia era un portento. También como futbolista de la selección Oeste (precedente de la FCyLF) coincidió como compañeros con el «mejor jugador de por aquí, Landáburu», además de con el portero Manzanedo, o Portugal, y como rivales, con los dos más destacados, a su juicio: «Juanito, en la selección de Madrid, y el gijonés Megido».
Con bigote y melena, Chema aparecía en fotografías de blanquivioleta en el estadio viejo asiendo un balón engrasado. Sin embargo, cuando vio que el primer equipo era una ilusión lejana, decidió que aquello no iba con él. Tras un periplo corto en el Cuéllar, dejó el fútbol y se pasó al fútbol sala en el nacimiento aquí de este deporte. El Diursa, donde Fernando Redondo, Delio y otros exblanquivioletas ponían la calidad, era el mejor equipo, pero Chema, en el Hamburguesería San Luis o en el Pepes, anotaba muchos goles. El fútbol sala en España lo protagonizaba aquel Interviú donde jugaban los exfutbolistas Amancio, Abelardo o el periodista José María García que, con partidos de exhibición por diferentes lugares de España, contribuyó a difundir este deporte. Luego llegarían los brasileños.
Por entonces se pensaba en que el fútbol sala debía tener un reconocimiento federativo y aquí también estuvo Chema en la inscripción de la Federación Castellano Leonesa de fútbol sala (luego anulada y escindida posteriormente con el nacimiento de Asofusa). Al margen de líos, el hecho cierto es que Chema protagonizó esos primeros pasos del fútbol sala en la región como presidente de dicha entidad, con Jesús Treceño a su lado.
El negocio de la tienda de deportes y el cansancio durante tres años llevó a Chema desde el despacho a los banquillos del equipo Maescasa que, una vez ascendido a categoría territorial, fue el antecedente del Universitario. «En un momento me enteré de que la Uva,a través de Santiago Toribio, estaba intentando hacer un equipo de fútbol sala. Su condición fue que yo lo dirigiera», indica Chema. Así fue.
Como jugadores, al incombustible Quique Hermoso se le juntaron a los dos años Nonito Anta, Coco Menéndez, Íñigo Gamazo y Juan Carlos, para él, el mejor jugador que ha tenido. Y llegaron los éxitos. Una fecha clave: el primer Campeonato de España Universitario obtenido en Granada en 1989. Luego vendrían más títulos nacionales en Madrid, Santander, subcampeonatos en Navarra, Málaga, ligas universitarias
El campeonato de liga de 2ªB en 2011 fue otro de los puntos álgidos. El equipo cayó ante el Betis en fase de ascenso, pero pudo jugar en Primera. Solo la marcha de jugadores propició la renuncia al mismo.
En 2013 y en Antequera (Málaga) llegó el Campeonato de Europa, donde el Uva acudió como subcampeón de España con la intención de pasar el primer corte. Se juntaron los hados y el trabajo. «Íbamos de novatos. Acabamos la liga en mayo y hasta julio no comenzaba el campeonato de 24 equipos. Así que dos meses estuvimos con todo el calor entrenando en Fuente la Mora. Los chicos me dijeron que los tuve entretenidos y se lo pasaron bien». Esa fue una de las claves. Esa, y saber superar las adversidades como es que en el primer encuentro te expulsen a los dos guardametas y sancionen a ambos para el partido siguiente contra Alemania. «En este se puso de portero el jugador Leal y supimos aguantar», dice. El resto del torneo fue un sumar victoria tras victoria, ganando a equipazos como Ucrania, o en semifinales a Croacia, para en la final vencer a la Universidad de París, el campeón francés, por 3-1 en un encuentro en el que la defensa, alabada por todos, fue prodigiosa. «Todo unió al grupo pero la motivación para ganar fue increíble».
En este más de un cuarto de siglo sus propios jugadores, ahora una lista extensa de amigos, son los que apuntan en palabras suyas las claves de los éxitos cosechados: «Ellos dicen que un buen vestuario, una mentalidad de equipo por encima de las individualidades y el trabajo en defensa con ayudas, coberturas siempre haciendo equipos desde atrás». Ahí está la fórmula.
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