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Curry durante un partido que la selección de EE UU jugó en Bilbao en 2014.
Curry, la salsa del All Star

Curry, la salsa del All Star

En ese mundo de gigantes que es la NBA, Stephen Curry parece bajito, frágil, un malabarista de los Globetrotters. No cobra ni la mitad que Kobe Bryant, pero anota 29 puntos por partido. Con 27 años se ha convertido en la nueva estrella del 'basket'

Antonio Corbillón

Viernes, 12 de febrero 2016, 20:56

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En un mundo de gigantes que imponen su poderío físico se alza un chico bajito y frágil con ademanes de bailarín. Stephen Curry parece dispuesto a batir todos los récords de la NBA. Y este fin de semana tendrá su reválida durante el concurso de triples (ganó las últimas dos ediciones) y el All Star 2016, el partido de las estrellas, que reúne el domingo a las selecciones de las Conferencias Este y Oeste.

Es un espectáculo-negocio marcado por las estadísticas. Y el de este año romperá algunos registros. Es la primera vez en sus 70 años que sale de Estados Unidos. El Air Canada Centre de Toronto (19.800 butacas), donde juegan los Raptors, será el anfitrión. También será la primera vez que ningún blanco se cuele en los quintetos iniciales, lo que da más valor al salto inicial que protagonizaron en 2015 dos hermanos españoles: Marc y Pau Gasol.

Solo hay un evento que le discuta sus dimensiones.La Super Bowl reunió hace una semana a 120 millones de estadounidenses ante la pantalla y se retransmitió a 170 países. Aún no ha cerrado las cuentas, pero los analistas aseguran que habrá generado unos 560 millones de euros. Las cifras del baloncesto tardarán en conocerse. Pero parece claro que hay más interés en el resto del mundo por las canastas que por el tecnificado rugby americano. «En el All Star es más importante lo que ocurre alrededor que en el campo. A mí me parece como la Feria de Abril. Cada jugador tiene su propia caseta», resume el exrepresentante de jugadores de baloncesto Pepe Catalina. Ha vivido varios All Star desde el campo y admite que el deporte hace mucho que es lo menos relevante. «Los jugadores acaban derrengados, pero no por sudar la camiseta, sino de todas las fiestas y negocios que se cuecen esos días».

Y más este año. Frente a la crisis de otros sectores, la NBA está a punto de hacer saltar la banca. El nuevo contrato para transmitir los partidos triplicará, a partir de la próxima temporada, los ingresos por televisión. Los equipos se repartirán casi 23.000 millones de euros en una década. Hay jugadores como LeBron James que ya ganan más dinero publicitando zapatillas que metiendo triples.

Por eso, «estos partidos parecen a veces simulacros deportivos», lamenta Catalina. Lo que no quita para que los jugadores se batan el cobre con vista a otra fecha muy relevante: el 19 de febrero, día límite para negociar los traspasos. Uno de los que está en los rumores es el propio Pau Gasol, que no se acostumbra a ser un perdedor con los Bulls de Chicago.

Al que nadie discute que lleva la batuta es al director de orquesta de los Golden State Warriors, Stephen Curry. Los registros caen uno tras otro. La mejor media anotadora en una temporada: 29,4 puntos por partido y un 45% de aciertos en los triples. Cada vez está más cerca otro deslumbrante récord: el de mejor relación entre partidos ganados y perdidos que ostentan los Chicago Bulls de Michael Jordan desde hace veinte años (72 victorias y solo 10 derrotas).

Y lo protagoniza este jugador de apenas 1,91 metros y tobillos de cristal. Lo más parecido al Lionel Messi del baloncesto. De hecho ya son colegas. Hace unas semanas, Curry se enteró de que el astro argentino había alcanzado los 30 millones de usuarios en Instagram. El base californiano de 27 años le envió un vídeo de felicitación con su camiseta de los Guerreros (Warriors), la número 30. Fue el primer dorsal de Messi en el Barcelona. Hace unos días felicitó a Neymar por su 24 cumpleaños.

Hay varios paralelismos con Messi. Enclenque y con problemas en sus piernas, nadie le veía futuro en la NBA. A pesar de su gran rendimiento como universitario, los informes de los draft 2009 (selección de jugadores) advertían de los riesgos de apostar por un deportista cuya «explosividad y condición física están por debajo de la media. No es un jugador del que puedas esperar que lidere a su equipo. Tendrá un éxito limitado». Algún día, la historia ridiculizará a estos ojeadores.

Un poste de luz de canasta

Es cierto que, frente a otras estrellas como Magic Johson, Larry Bird o Michael Jordan, que fueron descubiertas en los parvularios de la canasta americana, la explosión de Stephen ha sido silente y tardía. Hasta el color de su piel, no demasiado oscura fruto de un ADN criollo, le han alejado de la habitual épica de los afroamericanos surgidos de la exclusión social y que suben en el escalafón a base de machacar los tableros.

La estrellita de Curry empezó a fraguarse bajo un viejo poste de electricidad, reciclado en canasta con viejos soportes metálicos. La construyó su abuelo en Grottes, Virginia. Frente a él pulieron sus muñecas su padre, Wardell Curry, que jugó en la creme de la liga durante 14 temporadas, y sus hijos Stephen y Seth (juega en Sacramento Kings). Era todo un reto acertar con la pelota ante aquel artilugio que escupía todo lo que no entrara sin rozar su aro. Su padre ganó docenas de millones de dólares, pero su madre, la criolla Sonya, de origen haitiano, le aplicó a Stephen la ética del trabajo que exigía a sus alumnos como directora del colegio Montessori de Charlotte. Este sistema, que han copiado por todo el mundo (entre otros Javier Bardem y Penélope Cruz con sus dos hijos) defiende la libertad educativa «desde la concentración, fundamento del desarrollo del niño».

Sonya sometía a su hijo a sesiones de tiro que no acababan hasta llegar al millar de lanzamientos. El resultado: hoy asombra en la gran liga americana. Y los celos de estrellas jubiladas como Magic Johnson y Michael Jordan, que cuestionan los méritos del nuevo rey. Y, como en toda estrella de la estratosfera deportiva, el entorno de Stephen Curry empieza a llenarse de excentricidades. El director del Ballet de Oakland, Graham Lusting, se ha convertido en un habitual del Oracle Arena, el pabellón donde juegan los Golden State Warriors. Busca en sus piernas nuevos pasos de baile. «Trasciende el deporte y convierte el juego en danza. Es innato. Todo su cuerpo sabe qué hacer, tanto en el aire como en el retorno», resume su visión de este moderno Fred Astaire de la pista. También los Harlem Globetrotters, versión circense de este deporte, tratan de imitar sus habilidades.

Curry es también un modelo de comportamiento. Un chico sanote que lleva frases bíblicas grabadas en sus zapatillas, que se casó con Ayesha, su novia de toda la vida, y que gestiona un exitoso blog de comida y estilo de vida. Ahora que llegarán toneladas de millones a las franquicias, solo le falta renegociar su exiguo contrato (44 millones de dólares por cuatro temporadas) para ser también el primero a final de mes.

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