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por encima del aro

Cuestión de paciencia

Pepe Catalina

Martes, 3 de noviembre 2015, 20:28

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Una de las primeras sensaciones que observé desde que vivo de cerca de los clubes profesionales de baloncesto, y aplicable a cualquier otra práctica deportiva profesional, es esa que experimentan los que están trabajando cerca del equipo que salta a la cancha, y que condiciona anímicamente su día a día dependiendo de lo que pase el día del partido.

En realidad no da igual, pero llega a parecer como si diese, cuando se hacen las cosas detrás de los escenarios con todo el esfuerzo y entrega posible, y luego el equipo no gana en la cancha el fin de semana. Al fin y al cabo, el día del partido es en el que se tiene mayor contacto con la opinión pública de aficionados y medios de comunicación, y lo demás queda en segundo plano.

Por eso puedo intuir perfectamente los rostros de alivio y satisfacción que pueden haber sentido aquellos que están alrededor del club cuando sufrieron y disfrutaron con la victoria del Brico Depôt Ciudad de Valladolid el pasado domingo. En este caso, y dadas las condiciones en las que vive esta institución de reciente creación, también es extensible a los propios jugadores y al cuerpo técnico, que vienen trabajando en condiciones de precariedad, tanto dentro como fuera del campo, por diversos motivos.

Los comienzos no son nada fáciles y menos con tan poco plazo de tiempo de por medio, recursos económicos tan limitados, y con la desesperante situación del Club Baloncesto Valladolid aún tan cercana. Los seguidores cercanos del baloncesto en Valladolid tenemos que ser conscientes de lo que dejamos en mayo y lo que hemos retomado en octubre. No tiene absolutamente nada que ver, porque aunque el escenario de los partidos siga siendo el mismo, y las caras que nos encontramos allí sean casi las habituales de antes, la realidad es completamente nueva.

Mi estrecha relación con Mike Hansen, impulsor carismático de este nuevo proyecto, me ha llevado a vivir de cerca el proceso de creación. Y también me ha servido para verificar que aparte del propio Mike y Javier Casado, la otra cara más visible del nuevo club, y de Saúl Asensio como único profesional en nómina, hay detrás un impresionante grupo de directivos y colaboradores que merecen ser reconocidos también. Personas reconocidas en los ámbitos más cercanos de su vida, que están empleando muchas horas de su tiempo personal de forma altruista, solo a cambio de que Valladolid siga teniendo baloncesto de referencia. Y, sinceramente, me he quedado asombrado por todo lo que han sido capaces de hacer, y por lo que siguen haciendo desde el anonimato.

Al igual que me doy cuenta de lo mucho que contribuye Iñaki Martín desde su llegada como máximo responsable deportivo, con su energía y entusiasmo para tirar con todo. Junto a su cuerpo técnico de confianza, hacen virguerías para que los jugadores se esfuercen disfrutando y no se desanimen en ningún momento a pesar de las continuas dificultades. También he observado a los responsables y entrenadores de la recién creada Escuela de Baloncesto Lalo García, puesta en marcha en tiempo récord. A algunos de ellos, la frustración y el justificado desánimo provocado por las tropelías que sufrieron en el otro club ejerciendo su labor con la base no les ha impedido seguir prestándose a emplearse a fondo en este.

Habrá errores, defectos y fallos, pero estoy seguro de que algo bueno acabará saliendo de todo esto. Todos los involucrados se han ganado al menos la paciencia, el apoyo, y la comprensión del resto. Porque ellos, en una ciudad acostumbrada a criticar alegremente desde la comodidad de una actitud pasiva, han apostado por convivir con la incomodidad hacia una muy buena causa.

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