Borrar
Las cinco aspirantes a convertirse en monja, en su primer día en el convento granadino donde comienza este domingo el 'reality' televisivo.
El hábito de las novicias

El hábito de las novicias

Lloran cuando les quitan el móvil, no pueden vivir sin maquillaje y alguna hasta tiene novio. ‘Quiero ser monja’ mostrará en Cuatro cómo son las pruebas para ingresar en un convento

MIGUEL ÁNGEL ALFONSO

Miércoles, 6 de abril 2016, 19:01

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Un equipo de televisión es un batallón de personas que grita, maldice, siempre tiene prisa y deja botellas de agua vacías por todos los rincones. Así que meterles a grabar en un convento, con sus horarios reglados y costumbres centenarias, no parece buena idea. Eso es precisamente lo que han hecho tres congregaciones religiosas (las Hijas de Santa María de Leuca, de El Escorial; las Monjas Justinianas Canónigas, de Alicante; y las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, de Granada) en el programa Quiero ser monja, que Cuatro estrena este domingo en su franja estrella de las 22.30 horas. En este reality divino cinco jóvenes de 20 a 23 años convivirán como novicias durante seis semanas para decidir si sienten realmente la llamada del señor.

En estos tres conventos (en España hay 865 con 10.034 monjas, un 30% menos que hace una década) se han tomado al pie de la letra la recomendación del Papa Francisco a los religiosos de «¡haced lío!». Como este lío televisivo, que se justifica, en parte, porque el número de vocaciones religiosas en nuestro país está en constante descenso desde hace años (de 344 en 2014, a 332 en 2015), que no es mayor por el desembarco de extranjeras de África, Asia y América Latina. Por eso Warner, la productora de formatos tan poco píos como Adán y Eva (el reality donde los concursantes van desnudos) o Quién quiere casarse con mi hijo, se ha topado esta vez con una Iglesia con las puertas abiertas de par en par.

Lo complicado era hacer el casting. La televisión es un trampolín para la fama fácil y limitarse a publicar un anuncio buscando «chicas que quieran ser monjas para un reality», hubiera llenado las oficinas de Mediaset de aspirantes a Mujeres y Hombres y Viceversa y Sálvame. Así que la productora rastreó en grupos de catequesis, encuentros religiosos y en la web Buscoalgomas.com, una página en la que se ofrece asesoramiento a jóvenes que «se sienten vacíos» y quieren dar el paso al noviciado.

Ahí encontraron a las hermanas catalanas Janet y Jaqui, que sintieron «una luz» que les llamaba; a la mallorquina María Fernanda, una joven a la que le gusta salir de fiesta pero que cree que Dios tiene una misión para ella; a Juleysi, una madrileña que duda entre quedarse con su novio o llevar una vida casta; y a Paloma, una almeriense «alegre e idealista» que tiene 13 hermanos y que ya estaba vinculada a la Iglesia a través del neoconservador Camino Neocatecumenal (los llamados kikos).

Al llegar ayer a la presentación del programa a los medios (excepto Paloma, que declinó la invitación de la cadena para «preservar su intimidad») las jóvenes empezaron a ser conscientes de dónde se han metido. «No me apetece nada estar aquí hoy, tampoco me hizo mucha ilusión ir al programa y di mucha guerra. Es una de las experiencias en las que más he sufrido, pero el Señor de todo se sirve, hasta de un programa de televisión», confesó María Fernanda con una sinceridad que dejó con la boca abierta a los representantes de la cadena. No todas piensan así. «Por esta experiencia debería pasar todo el mundo. Yo sentía desde el principio que tenía que aprovecharla», explica Juleysi.

Laudes a las 6 de la mañana

Todas coinciden en que sus amigos no las entienden, porque no son diferentes al resto de las jóvenes de su edad, aunque la vida intramuros es lo suficientemente austera como para espantar a veinteañeros que, por ejemplo, no puedan vivir sin móvil. Nada más aterrizar en la Casa Madre de las Misioneras de Granada, su primera parada, les quitaron los teléfonos y el kit de maquillaje;les dieron ropa de novicia (una camisa blanca, una falda negra hasta los tobillos, medias y zapatos discretos sin tacón) y les explicaron la rutina del convento: A las diez de la noche a la cama porque hay que levantarse a las seis para los rezos de Laudes y Maitines.

La reacción es una llorera incontrolable y la llamada del Señor empieza a flaquear frente a la llamada del whatsapp. «El tema de la ropa y el maquillaje me costó al principio, porque a veces te apetece ponerte algo tuyo. Pensábamos hasta que las monjas se duchaban con bikini», recuerda Jaqui. Mientras que Juleysi tenía un problema añadido, «dejar a mi novio fue lo que más me costó».

Por aquello del share y de no aburrir a la audiencia con un largo serial, su adaptación se ha llevado a cabo en solo seis semanas cuando una novicia normal pasa por este proceso entre seis meses y dos años. «A las novicias tradicionales no se les suele quitar el móvil, al menos al principio, y se les da un tiempo para vestir los hábitos para hacer más llevadera la adaptación. Con las chicas del programa ha sido todo más brusco», apunta la Hermana Mariam, delegada de formación de la congregación granadina, que acompañó ayer a las jóvenes.

¿Las inquietudes que tienen hoy las novicias son iguales a las de hace 30 años?

Iguales que cuando yo entré. Tuve que dejar de fumar y me costó mucho. Tenía un coche, estudios Cómo cualquier joven de hoy. Pero creo que habrá gente joven que vea el programa y le llame la atención vivir esta experiencia.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios