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Razones para leer la saga literaria aunque hayas visto 'Juego de Tronos'

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La serie ya ha ‘pillado’ a los libros. Aun así, todavía quedan motivos para disfrutar de La Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin

M. E. García

Domingo, 23 de agosto 2015, 20:34

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Sí, Juego de Tronos, la versión televisiva de La Canción de Hielo y Fuego ya ha rebasado en algunas tramas a la saga literaria. La curiosidad se encuentra más calmada. Los lectores esperan la siguiente temporada de televisión con tanta emoción como los no lectores pero existen motivos por los que disfrutar de las miles de páginas con las que cuentan los libros.

Los capítulos de los libros se dividen según los personajes. Martin utiliza a sus creaciones para encadenar la historia a su antojo para que la trama avance. Así podemos conocer mucho mejor las motivaciones de personajes malos como Cersei o considerados tontos como Sansa, lo que dota a todos de una profundidad psicológica mucho mayor que la versión superficial y frívola que se da en la serie.

Por supuesto, la falta de introspección de los personajes simplemente es un problema insalvable del lenguaje televisivo. Esta falta, no tanto de profundidad sino de complejidad (nadie es perfecto en la saga), hace que personajes como Tyrion pierdan matices y parezca mucho más santo en la serie y que sucesos como el asesinato de Shae no casen con la lógica del personaje.

En este aspecto también ayuda que en los libros los planes de determinados personajes como Varys y Meñique todavía no se hayan revelado; mientras que el primero ya ha dejado claras sus intenciones esta temporada y, el segundo, lo hizo ya en la tercera.

La serie se centra prácticamente en el juego político. Los libros dotan al lector de multitud de herramientas misteriosas que dan pie a todas las elucubraciones y teorías que se pueden leer en Internet. Las profecías sobre el futuro de Daenerys en la Casa de los Eternos son obviadas tal y como se encuentran en los libros. Desde el principio Martin se cura en salud aclarando que las profecías son un arma de doble filo y que su mala interpretación puede llevar al aludido a la muerte.

Algo así pasa también con las visiones y los sueños. En La Canción, Martin insiste en la identificación de los Stark con sus lobos huargos mientras duermen. Todos sueñan que son el lobo durante las noches y se acentúa así la estrecha relación que mantienen, mientras que en la serie de televisión parecen simples mascotas.

En Poniente no se andan con chiquitas en lo que a arquitectura se refiere. Los escenarios de la serie son buenos, sí, pero las ataduras del presupuesto y el espacio son las que son. Para empezar Invernalia, y sobre todo, Harrenhal cuentan con unas proporciones superiores a las de la televisión. Quath tiene tres murallas, el vértigo que producen emplazamientos como Bastión de Tormentas o Rocadragón, la enormidad de Valyria y su Mar Humeante o el caudal del Rhoyne. ¿Es bonito en la serie? Precioso. Pero nada que ver con la imaginación que se puede despertar con las descripciones de los libros.

Las proporciones de El Muro se aproximan pero ¿cómo se mantiene? ¿Cómo cambia su aspecto de acuerdo con el clima? ¿Por qué llora? Son temas que solo conocen aquellos que han podido disfrutar de las miles de páginas de la saga.

Y no se puede producir efecto visual que supere a la imaginación humana, ni en cuento a paisajes o escenarios como en el aspecto de los personajes.

Si, de momento, existe una casa damnificada en la serie (con perdón de los Greyjoy) son los Martell. Es lógico que a los lectores españoles les duela especialmente esta familia y es que Martin siempre ha dicho que Dorne está basada en los países mediterráneos y su aspecto visual en la España andalusí, algo que no hacía falta que el escritor confirmara. Para el lector español se ve a la legua que Al-Andalus es Dorne.

Arianne no existe. Se han cargado a la heredera de Dorne en un reino que tiene como particularidad más que importante que las mujeres heredan los títulos nobiliarios. Tampoco hemos visto a Quentyn, el hermano mediano enviado al este a una peligrosa misión, ya que Trystane es bastante más joven que en la serie.

Nada se dice de la grandiosidad de este reino ni de su casa. Dorne solo se pudo anexionar a los Siete Reinos por matrimonio, no por conquista (los dragones no pudieron con ellos), tampoco se profundiza en el odio que sienten los Martell por los Lannister y que parece jugará un papel muy importante en el desarrollo de la guerra (Dorne y el Valle son los únicos reinos que no han entrado todavía).

Dorne no es solo libertinaje y vino. Es verdad, el reino del sur es pasión y libertad pero también es el contraste cultural brutal: las mujeres son iguales que los hombres, los bastardos igual que los hijos legítimos, a nadie le importan las tendencias sexuales y Dornees venganza. El Norte Recuerda pero el Sur también.

Ellaria ha mutado. El papel que tendría que haber adoptado Arianne aquí lo ostenta la pareja de la Víbora, pero con una salvedad: Arianne quiere poder, Ellaria solo clama venganza mientras que en los libros es la primera en desear la paz. Más pérdidas para alguien que ha perdido lo que más quería.

No solo Dorne ha sufrido las inclemencias de un guion de televisión. Existen muchos más personajes secundarios muy carismáticos y queridos para los lectores que no se encuentran en pantalla. ¿Comprensible? Sí, pero nunca está de más saber quiénes son Jon Umber, Val (la princesa de los salvajes), La Gracia Verde, el siniestro bufón Caramanchada, Belwas el Fuerte y muchos otros que no han dado señales de vida.

Si las profecías sobre Daenerys no se reflejan tal y como están escritas, la serie también obvia muchos episodios del pasado. Es decir, acontecimientos que sucedieron antes de los hechos narrados en Juego de Tronos. Hechos que, al menos, parecen muy importantes para el comportamiento de muchos personajes y del desarrollo de la historia.

Uno de los más señalados es La Torre de la Alegría. Ned sueña con el momento en el que él y otros seis norteños se enfrentan con soldados del Rey Loco. Así se traslada al lector a los últimos días de la rebelión de Robert y de paso, comprende el sentimiento de pérdida de aquellos que participaron en la guerra. Y no es algo exclusivo del bando ganador, no nos engañemos. Martin también traslada al lector gracias a Viserys, Danerys y hasta de Aemon a los días en los que los Targaryen reinaban y fueron derrocado por El Usurpador. Conocemos de manera profunda los sentimientos y razones de uno de otro bando. Y lo más curioso es que se empatiza con ambos.

Puede que el episodio de La Torre de la Alegría tenga cabida en esta sexta temporada gracias a los sueños verdes de Bran. Por cierto, un personaje al que se le comprende mucho mejor con una lectura de sus capítulos y con el que se puede conocer de manera mucho más profunda la verdad que esconde la religión de los Primeros Hombres, esos que veneran árboles, tienen visiones premonitorias y son capaces de poseer seres vivos.

Quien se anime con las miles de páginas de La Canción de Hielo y Fuego no se arrepentirá. Encontrará un mundo profundo con su historia, religión y costumbres tan perfectamente construido que podrá disfrutarlo seguido (página a página) o seguir las andanzas de cada personaje leyendo solo los capítulos de su punto de vista. Una buena manera de pasar el tiempo libre pero con cuidado porque acabará enganchando.

Por no hablar de los lobos

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