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El actor vallisoletano Fernando Cayo. El Norte

Fernando Cayo lleva al Calderón «un manual para gobernantes pero también para los ciudadanos»

Regresa a Valladolid de la mano de Maquiavelo y nominado al Premio MAX por 'El Príncipe', con el reto de llevar a escena un texto que no es teatral «de manera luminosa y fácil»

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Jueves, 22 de marzo 2018

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Han pasado quinientos años y, sin embargo, su manual no solo no ha perdido una sola coma de vigencia sino que mantiene la fuerza y rotundidad con las que defendió su razón a costa de perder la libertad. Sin llegar a colocarse en ninguna orilla y en las dos, Maquiavelo les dice a los gobernantes cómo manejar al pueblo y a su vez al pueblo cómo es manejado por los gobernantes. Nos cuenta cómo es la política y también cómo debería ser, en un legado que ahora se sube a escena en la voz de Fernando Cayo.

El actor vallisoletano afronta el sexto de sus monólogos con el reto de hacer atractivo un texto puramente filosófico. Para ello ha contado con la ayuda de Juan Carlos Rubio, que ha adaptado las reflexiones que dejaron ‘El Príncipe’, ‘El arte de la guerra’, ‘Discursos sobre la primera década de Tito Livio’, la comedia ‘La Mandrágora’ y la correspondencia personal de Maquiavelo para construir un personaje a la medida de Cayo. Rubio nos sitúa en los peores años del pensador y humanista, encerrado en su exilio, y nos lo acerca ambientando la escena en los años 60.

‘El Príncipe’, que ya pasara entre otros muchos escenarios por Olmedo o Almagro, llega mañana al Teatro Calderón.

Un texto que pudiera resultar difícil de digerir para el espectador medio, ¿radica ahí el principal grado de dificultad?

–Sí. El éxito de este espectáculo está primero en una excelente versión de Juan Carlos Rubio, que ha conseguido meter en la coctelera todas las reflexiones que nos dejó escritos Maquiavelo para hacer un espectáculo que no solo tiene toda la carga de su pensamiento sino que, además, está cargado de un sentido del humor e ironía muy potente. Todo eso lo convierte en un auténtico misil dirigido al entendimiento y al corazón del espectador.

«Esta obra es un manual sobre cómo se comporta el hombre cuando tiene poder»

Nadie se atreve con un montaje basado en el pensamiento de Maquiavelo. ¿Encuentra explicación?

–Claro, es que a priori no es un texto teatral. Juan Carlos pensó en hacer un texto político como dramaturgo que es, pero llegó a la conclusión de que no hay mejor texto político que ‘El Príncipe’ de Maquiavelo. Nos arrancamos primero con varias versiones del texto, y fuimos intercambiando opiniones hasta quedarnos con el definitivo.

¿Y funciona?

–A mí todavía me sorprende cómo seguimos llenando teatros con la palabra de Maquiavelo cuando siempre tendemos a despreciar al público diciendo que solo van a ver comedietas fáciles tipo ‘Escóndete que viene mi marido...’, y no, no es así. En mi caso me interesa mucho todo lo que tiene de sorpresa y de reto por tener que llevar a escena un texto que a priori no es teatral.

Mayor reto que meterse en una mente privilegiada...

–Sí, es todo un reto pero también porque hay que hacer llegar el texto de una manera luminosa y fácil. Aunque es una adaptación, conservamos el espíritu del texto del siglo XVI, y luego tiene una estructura que para llegar de forma ligera al espectador hay que hacer un trabajo previo. Pero más que con la carga del filósofo, él es una gran analista de la historia y de cómo nos comportamos los hombres en política y en sociedad. En cualquier relación en la que hay una diferencia de estatus. A lo largo de la historia hay gobernantes que lo han utilizado de manera virtuosa y quien de manera cruel, y quien ha terminado corrompido y quien ha favorecido al pueblo.

¿Es en las penurias cuando sacamos lo mejor de nosotros mismos?

–Exacto. Así fue en su caso. Él está en la soledad de su despacho, y en nuestra soledad ocurren muchas cosas y nos comportamos de manera absolutamente sincera. Él recrea conversaciones imaginarias con otros, viaja a lugares, habla con los espectadores, con los sabios del pasado,... En fin, hay un recorrido interno y un sumergirse en la imaginación del ser humano tremenda. Vemos a un Maquiavelo castigado por el destino, pero con un gran sentido del humor. Vemos al tipo que es un amante de su pueblo y que cree en el servicio social hacia los ciudadanos.

Y pese a ello, asociamos el término ‘maquiavélico’ a algo negativo.

–Hay una cosa muy clara, él fue el primero que habló con sinceridad de comportamientos corruptos de algunos gobernantes. Esta obra es un manual para gobernantes pero también para los ciudadanos sobre cómo se comporta el hombre cuando tiene poder. Él lo único que hizo fue poner un espejo a la sociedad, y en este sentido este espectáculo se entiende también como un ajuste de cuentas con la historia, y de ajuste hacia la figura de Maquiavelo como un gran pensador y humanista.

La obra se ambienta en los años 60, con el protagonista encerrado en su despacho.
La obra se ambienta en los años 60, con el protagonista encerrado en su despacho. El Norte

¿Hemos despreciado las Humanidades dejándolas de lado?

–Desde luego. Lo que nos enseñaron los antiguos sabios fue a buscar la armonía y el equilibrio, y a nivel de conocimiento lo encontramos en las ciencias, las letras y la filosofía. En cuanto nos olvidamos de algún aspecto generamos un desequilibrio. Ahora mismo prima en esta sociedad los valores de la ciencia porque tienen que ver con la productividad cuando hay otros pensadores que consideran que un ciudadano bien formado en Humanidades es un ciudadano más completo y, por ende, más productivo.

‘Un enemigo bien elegido conviene a un gobernante’ o ‘Es más seguro ser temido que amado’ son dos de las frases que dejó Maquiavelo y que parecen escritas para los políticos. ¿Ha visto a muchos en el patio de butacas?

–Muchos. Cuando estrenamos en los Teatros del Canal hacíamos encuentros con el público y se incorporaba un político de distinta ideología. Maquiavelo consiguió extraer una esencia de cómo se comporta el ser humano en política y en la sociedad, y por eso ha tocado a políticos de todas las ideologías. De hecho ha sido libro de cabecera desde el Ché Guevara hasta Hitler, Stalin o Napoleón, y por supuesto también para los magnates de la empresa. Peter Brook, el gran maestro del teatro, decía que el enemigo número uno del teatro es el aburrimiento. En primer lugar tiene que entretener y luego tiene que hacer pensar, reflexionar y emocionar, y si además crea debate es perfecto.

En su día hubo debate, y polémico, por no programar a Fernando Cayo en el Teatro Calderón...

–Es algo pasado, es normal que a veces surjan desacuerdos pero ya está resuelto. Lo consideré un agravio en su momento, pero no porque yo pidiera un trato de favor, cosa que no he hecho nunca, simplemente que en mi ciudad se me tratara igual que en Bilbao, Zaragoza, en Sevilla o en Madrid. Pero aquello ya se resolvió. Pero igual que en su día me quejé, también te digo ahora que la programación ha sido espléndida durante los últimos años y estoy encantado de volver al Calderón.

Ya lo dijo Maquiavelo, en nuestras manos está la posibilidad de cambiar el mundo.

–Y eso es a través del diálogo, la comprensión y la comunicación. La obra deja un mensaje grande de esperanza en el futuro. La esencia de la vida es la esperanza, es lo que hace fructificar una semilla y lo que hace mover el cosmos.

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