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Bence Miklauzic, parapetado tras una señal en las calles de Valladolid.
«'Parking’ es una crítica a quien identifica poder con dinero»

«'Parking’ es una crítica a quien identifica poder con dinero»

Bence Miklauzic concursa en la sección oficial con su tercer largometraje, ‘Parkoló’

Victoria M. Niño

Viernes, 24 de octubre 2014, 08:48

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Como Gus van den Berghe, Bence Miklauzik ha saltado de Punto de Encuentro a la Sección Oficial, dos jóvenes directores a los que la Seminci ve crecer. Frente a la ambición alegórica del belga, el humor negro del húngaro para salvar las una abruptas brechas de una sociedad.

Parkoló (Parking) surge de la abundancia de parkings que desde hace unos años vive Budapest. «Muchos descampados se han reconvertido en aparcamientos porque los edificios antiguos de la ciudad no tienen garajes y la gente necesita dónde dejar el coche. Así que de esa localización y de una historia sobre un hombre que trabajaba en uno, nace el guion. El empleado esta aburrido de su monótona tarea y se apunta a ser extra para una película. Su cometido: caminar y pararse por delante del edificio», explica el director. La suma de ambos factores devino en su tercer largometraje.

«Mi película tiene que ver con la idea del poder y quien lo ostenta. Hay dos personajes principales, un legionario y un hombre de negocios, uno en el parking, otro ocupando las oficinas lujosas de la torre, y están llamados a entrar en colisión». A pesar del eco de western, Miklauzik recuerda que es una historia en el Budapest de hoy, pero la idea de conflicto entre sus dos pistoleros si la manejó.

«Es la historia de una tensión social provocada por la desigualdad. Aunque no queríamos que fuera una película social, es inevitable que en la obra de un director se vean reflejados los problemas del país en el que rueda. El Gobierno de Hungría ha favorecido en los últimos años la idea de que los ricos, la clases más pudientes, han conseguido esa situación por sus propios méritos», afirma y lo corrobora con un ejemplo. «Desde hace tiempo que se expulsa a los indigentes de la capital. En esa política subyace la idea de que si eres listo todo va bien, si no, búscate la vida, no vales nada. Estoy completamente en contra».

Parking es el duelo entre el empleado y un hombre de negocios. Para el primero eligió al legionario, aunque intentó «evitar el tópico de la fuerza. Es alguien que puede tener ganas de subir a la oficina y romperlo todo pero se contiene». Encontrar al empresario de éxito resultó más complicado. «Es el personaje que lleva la película sobre sus hombros. Por un lado era un diablo, pero no se podía mostrar así. Es un ser humano y todos tenemos partes buenas y malas. Por otra parte debía ser un caballero, alguien capaz de actuar muy suavemente».

Su forma de trabajar es lenta en el prólogo para ser más eficaz con todo el equipo. «El rodaje fue de cinco semanas y empleamos tres semanas antes en los ensayos. Para mí es importante ensayar con los actores. En este caso buscaba que construyeran el personaje buscando formas de contar, que no dependieran tanto del diálogo como de su forma de estar de mirar, incluso de vivir los silencios».

Con un presupuesto de un millón de euros, Miklauzic considera que «está en la media húngara para una película de 35 días de rodaje con un buen equipo técnico».

Sobre la financiación en la industria cinematográfica, el director resumió la situación húngara en dos etapas. «Hasta hace cuatro años teníamos un sistema de subvención gubernamental. Desde hace dos años se implantó otro proceso que trajo un productor estadounidense de origen húngaro, Andrew Vajna. Al principio fue polémico porque se impuso sin hablar con el sector. Es un sistema que descansa en los impuesto recaudados por la lotería, lo cual no te hace depender del presupuesto del gobierno y al final ha resultado que funciona bien».

Trabaja también en la televisión medio para el que ha dirigido tres series. «Me parece que debemos dirigir en todos los medios que podamos, por la experiencia que adquieres, por el reto, por aprender nuevas habilidades y maneras de hacer las cosas. Está bien para no sentirse autosuficiente, como si controlaras ya el oficio».

Miklauzik mete la mano en el bolsillo y saca un pequeño coche de juguete, el que quería tener de niño, un Mustang. «Es el tercer personaje, algo más que un coche. Es la posesión que más ama un hombre que tiene la vida vacía, el empresario solo posee el coche. Por eso necesitábamos un modelo especial», bromea.

El director de Los hijos del dragón verde considera que el dardo de su película busca una diana concreta. «Es una crítica al hombre que identifica poder y dinero, que cree que eso le sirve para cualquier campo de la vida, que por salir con un coche bonito puede lograr la admiración de todos. Eso lo vemos cada día en la carretera».

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