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Victoria M. Niño
Viernes, 11 de marzo 2016, 12:44
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Hay turismo gastronómico, cultural, de congresos, también musical. Más de 400 flautistas reservaron la mañana del viernes para recibir las enseñanzas del flautista más mediático del mundo, Emmanuel Pahud. Han venido al auditorio Miguel Delibes desde Galicia, Asturias, Aragón y los conservatorios de Castilla y León.
Pahud, que toca esta semana en el programa de abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León el concierto de Mozart, es un solista generoso que siempre dice sí cuando la Asociación Española de Flautistas le propone una clase. Hace dos días fue en Madrid y hoy en Valladolid.
Cuatro valientes prepararon otras tantas obras para ser los conejillos de indias, los músicos a corregir por el artista suizo. El patio de butacas, lleno de un público inusual: flautistas con las partituras sobre las rodillas, predominando las féminas.
La primera valiente fue Alicia Garrido, profesora del Conservatorio de Palencia. Había preparado la Sonata de Prokofiev. Exposición acompañada por Pablo López al piano, mientras el maestro pasea por la sala. Escucha a la vez que se cerciora de que no hay cámaras, el ámbito académico debe preservarse. Primer movimiento, segundo, y el Pahud vuelve al escenario.
En un español que perfecciona en cada visita, Pahud recomienda tener en cuenta las proporciones de la dinámica, el fraseo unas veces lineal, otras con notas enfatizadas. De ahí pasa a la posición de la flauta respecto al cuerpo. Alude a sus 40 años de experiencia para animar a tener una postura recta, que ayude a la emisión del sonido, que no entorpezca y recuerda la similitud entre flautistas y cantantes. La respiración, anticiparse al tempo, es otro consejo.
Pahud habla de colega a colega, sus apreciaciones no son taxativas sino las de alguien que camina un poco más adelante en la misma senda. Es rotundo en la defensa del rigor musical: «La dinámica, el ritmo y la afinación son cuestiones objetivas que deben ser respetadas si queremos tocar en una orquesta, para pasar una audición o un concurso».
Tras Alicia, Gustavo Villegas se atrevió con la Fantasía, de Boehm, seguido de Eduardo Cuervo que eligió la Sonata Undine, de Reinecke, y terminó Esther Caballero.
Expresivo, humoroso, cercano, Pahud atendió a todo y encandiló a la audiencia, ejerce la hipnótica atracción del flautista de Hamelín.
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