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Pinchas Zukerman, en el Miguel Delibes.
Zukerman: «Hay que escuchar siempre, a ti mismo, a tu mujer, a tus hijos, a los músicos»

Zukerman: «Hay que escuchar siempre, a ti mismo, a tu mujer, a tus hijos, a los músicos»

El director y violinista dirige a la OSCyL en un programa monográfico de Brahms

Victoria M. Niño

Viernes, 19 de febrero 2016, 12:16

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Maneja los pañuelos de seda con soltura. En la solemne oscuridad de su estuche, destacan uno naranja, envolviendo la viola (una guarneri de 1670), y otro azul con el que está protegiendo su violín (un guarnerius del gesú de 1742). «Es que la semana pasada tuve que tocar los dos», dice Pinchas Zukerman (Tel Aviv, 1948). Ha terminado su ensayo con la Sinfónica de Castilla y León. Tanto él como su esposa, la chelista Amanda Forsyth, estuvieron en el Auditorio Miguel Delibes hace años, tocando en la sala de cámara. En esta ocasión viene a dirigir un programa monográfico de Brahms. El Doble concierto para violín y chelo, que han grabado ambos músicos, y la Sinfonía nº4.

La batuta es el arco y las aclaraciones son muchas veces a través de su propio violín. «Brahms es un compositor que utiliza dos armonías muy próximas, tesituras cercanas, de modo que nunca suena estridente, ni muy alto ni muy grave. No hay vacío en su sonido, como si siempre estuviera corriendo la sangre por su música. Su ADN es tonal pero moderno, melodías acompañadas por patrones rítmicos», explica el maestro, acostumbrado a ser escuchado. Tiene un aire bernsteniano, didáctico. «No sé que pasa con los grandes compositores que les oyes y les identificas rápidamente. Pasa con Elgar, Strauss, Beethoven, Bartók, Mozart, Webern. Pasa también en la pintura. La gente lo llama estilo, para mí es la esencia de la música, el sonido que consiguen esos creadores». Por primera vez dirige a la OSCyL. Oye apenas el inicio de la pregunta, «¿cómo...?» y contesta «despacio, trabajo con las orquestas despacio. Mis ensayos son sistemáticos, logro que entiendan mi técnica, atendiendo al cómo se construye la música. Aveces voy demasiado rápido y me tengo que contener. Después de tantos años tocando y dirigiendo, creo que soy muy musical, funciono un poco como los chefs que ya saben de la raíz de sus vegetales, del agua que necesitan. A base de hacer tanta música desarrollas un oído periférico. Hay que escuchar mucho». En ese escuchar incluye la música pero también lo que hay detrás de cada instrumento. «Si estuviera con esta orquesta dos meses en vez de una semana, nos conoceríamos más y tendrían más confianza en mí. Es importante saber qué se mueve entre los músicos, quién está casado con quién, de donde proceden, con quien estudiaron».

Para Zukerman, un judío hijo de violinista que se salvó en Auschwitz gracias al gusto de sus carceleros por su música, el silencio es necesario para que cuando suene la música, se oiga «el drama, lo que transmite. Cuando termine mi trabajo con la OSCyL el domingo, para los músicos habrá sido bueno o malo, pero hay algo que se repite: hago lo mismo en los conciertos que en los ensayos. ¿Por qué aparece el drama en el concierto? Porque está el público, y está bien que así sea, porque si no, sería comedia, y necesitamos el drama en nuestras vidas». Y amplía el consejo, «hay que escuchar siempre; a uno mismo, a tu esposa, a tus hijos, a los músicos, a la calle...».

Sale del camerino y ve un retrato de su amigo Daniel Barenboim, con quien tocó en los setenta, y como él, dirige y sigue con su instrumento. «Es latino, me gustan los latinos. Y argentino además, qué gran tradición musical».

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