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Dorel es luthier en su casa. Está construyendo una fragata junto al Esgueva. Nacho Carretero
Un manitas en sus dos hogares

Un manitas en sus dos hogares

Dorel Murgu, Violines primeros

v. m. NIÑO

Sábado, 27 de diciembre 2014, 17:59

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Tiene facilidad para lo que se propone. Lo reconoce en la música, en el violín, luego se demostró cierto en otras facetas de la vida. Vino a España y a la OSCyL siguiendo a su mujer, Iuliana, también violinista. Dejó la batuta en Rumanía y volvió a coger el arco en Valladolid. No lo lamenta, «si tocas mejor que diriges, no hay que traicionar al instrumento». Dorel Murgu forma parte de los violines primeros, es el director titular de la Orquesta de León y está al frente de los Amigos de la Zarzuela.

Hay emigrantes que pasan a formar parte de una nueva comunidad por el dominio de la lengua, por la asimilación de las costumbres. En el caso de Dorel, se añadió el vivir la música del lugar en todos sus estadios. Por su trabajo en la Sinfónica de Castilla y León forma parte de la elite. El podio de León, donde dirige desde 1996, le permite vivir la música semiprofesional, y en la formación lírica vallisoletana, desde hace cuatro años, la amateur. «No sé si hacemos demasiada música, pero nos reímos mucho», afirma quien admira y participa del sentido del humor español. «Ahora digo que aunque sé hacer muchas cosas, la música es irremplazable. Cuanta más hago, mejor me siento. Por eso me meto en estas cosas de dirección».

Dorel nació en Satu Mare, al noroeste de Rumanía, cerca de la frontera con Hungría. Hijo de obreros de fábrica, «desde los tres o cuatro años buscaba notas y jugaba en el piano de mi vecinos judíos que tenían más posibilidades económicas». Su madre se dio cuenta y le compró una armónica «el mejor regalo de mi infancia, no me la quitaba de la boca». Ahí comenzó su carrera, que siguió en el conservatorio superior de Cluj, donde echó el ojo a otra estudiante que, aunque recuerda que fue esforzada la conquista, es su compañera hasta hoy. «Tocar me resultaba fácil. Todo lo que me proponía me salía sin esfuerzo, me costaba la mitad que a los demás. Iuliana se enfadaba porque mientras ellos tenían que seguir practicando, a mí me daba tiempo a hacer otras cosas».

Fue violinista titular en la orquesta de su ciudad. «En aquel tiempo faltaban directores en Rumanía y me animaron a prepararme. También mi suegro, que era director. Y así empecé con la batuta, me ayudó mucho el hecho de haber sido músico de orquesta, sabía lo que molesta al intérprete, lo que es inútil».

Es inevitable pararle aquí, pedirle que abunde en ello ahora que sabemos que dejó la batuta y volvió al arco obedeciendo a maestros titulares e invitados en la OSCyL. El manual del buen director para Dorel comienza en la comunicación y las ideas. «Un director no puede ser muy seco, hay que tener buena comunicación con los músicos, eso es un fallo común en ciertos maestros reconocidos. Y saber claramente lo que quieres hacer con la partitura. Sobre todo un director debe tener algo que decir, se nota cuando sale de dentro y cuando es algo aprendido. O siente la música, o simplemente lo hace porque sabe la técnica. Si sabe transmitir a los músicos, podrá transmitir al público. Mis amigos se dan cuenta cuando vienen a los conciertos».

Estudiar las partituras y la técnica manual de expresión eran las herramientas para ser director, aunque Dorel admite cierta ventaja cuando se dirige siendo músico de cuerda. «Con el arco marcas los tiempos, igual que el director con la batuta». Y el gran reto, «conjuntar, que todos toquen como un solo instrumento al servicio del criterio musical que el director elige para esa obra». Dirigió en Satu-Mare y en Nyiregyhaza (Hungría). Pero la Rumanía de comienzos de los noventa «era muy diferente a España. Llegamos a tocar en teatros donde no había dinero para la calefacción o en casas de cultura sin ventanas». Iuliana ya tenía plaza en la OSCyL y su hija comenzó a escolarizarse aquí. «Hicimos cuentas, entonces fumábamos los dos. Si nos quedábamos allí, solo un sueldo se iba en tabaco. Cayó Ceaucescu, pero seguían los mismos con otros nombres al frente del país, un poco más ricos cada vez, y el pueblo oprimido. Así que decidí venir a probar suerte». Después de tres años sin tocar colgó el estuche de la batuta y se preparó para una audición. «En esos meses di clases, aprendí el idioma, era el amo de casa. Hasta que en abril salieron las pruebas y aprobé».

Lo primero que le llamó la atención cuando llegó a España fueron «las servilletas en el suelo de los bares, ahora ya no se ven». Su facilidad para bromear y jugar con el idioma tuvo unos comienzos titubeantes. «Una vez tenía catarro y pedí en la farmacia un anticonceptivo nasal. Me costó dos o tres años hacerme con el idioma». Más fácil le resultó el reencuentro con el violín. «La dirección es fascinante pero nunca me fascinó más que el violín. Me encanta mi trabajo aquí, somos unos privilegiados por tener la posibilidad de tocar con grandes directores y solistas que vienen de fuera, pero también con mis compañeros. No en vano la OSCyL está considerada entre las mejores de España».

Ha vivido la crisis más en León que aquí. «Ahora no tenemos ninguna ayuda. La temporada, que antes era de nueve conciertos, ha quedado reducida a dos o tres. Como vamos a taquilla, hay que atender muy bien qué obras programas, que sean del gusto del público, populares, para que se llene el Auditorio». Aunque no ha aprendido llionés, sí escucha otra manera de hablar de la comunidad autónoma. De los grafiti independentistas se queda con «León libre busca leona cachonda». Dorel disfruta de la vida de España, «el mejor país para vivir». Cocinero y catador, califica de «pecado» la gastronomía nacional. Especialista en tortilla de patata, lamenta que sea imposible hacer dieta, «es tan bueno pecar», afirma este agnóstico de familia ortodoxa casado con una católica.

Siente especial orgullo de ser «de los fundadores de la Orquesta, la pena es que no se convoquen plazas, que haya cada vez mejores músicos en España pero se tengan que ir, que no haya hueco para las nuevas generaciones». Aficionado al cine, le encanta ir con amigos y después comentar lo visto. «Antes íbamos más, ahora de lunes a jueves tengo ensayo de zarzuela». Desde que se fueron a vivir a Renedo, el manitas de la música demostró sus habilidades con la madera en suelos y armarios. Pero donde mide su paciencia desde hace tiempo es en la construcción de una fragata, consuelo de pescador de agua dulce.

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