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La Virgen María ha sido protagonista de numerosos textos entorno a la Asunción, un pasaje muy rpresentado en la pintura, como en esta obra de Pedro Pablo Rubens (1624-1625) El Norte
Literatura en torno a un Mesías

Literatura en torno a un Mesías

Cerca de una setentena de textos apócrifos han tratado de completar, dar color y contextualizar la divinidad, los actos y las palabras de Jesús de Nazaret

Samuel Regueira

Sábado, 31 de marzo 2018, 12:36

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La figura de Jesucristo, probablemente el ser humano de mayor influencia en la Historia de Humanidad, suscitó desde sus inicios la necesidad de establecer un relato en torno a sus actos, hechos y palabras que justificaran la adhesión tanto a su filosofía -política, social y religiosa- como a la conquista, por parte de sus diferentes discípulos, de todo tipo de instituciones y agentes clave de la sociedad, a través del entramado al que aún hoy seguimos dando el nombre genérico de Iglesia. Ya desde los primeros años tras la muerte de Jesús de Nazaret, distintos textos -muchos de ellos a menudo directamente contradictorios- competían junto al imaginario colectivo y las narraciones orales por imponerse como la versión definitiva y verdadera -en otras palabras no muy antiguas, la «auténticamente inspirada por Dios»- por encima de las demás.

El momento en el que predominaron los cuatro evangelios canónicos -el de Juan y los tres sinópticos de Marcos, Mateo y Lucas- resulta, aún a fecha de hoy, confuso. En su obra del año 180 d.C. 'Contra los herejes', el obispo Ireneo de Lyon sentencia que «los Evangelios no pueden ser ni menos ni más de cuatro; porque son cuatro las regiones del mundo en que habitamos, y cuatro los principales vientos de la tierra». De diez años antes data el conocido como 'Fragmento Muratoriano', que en un texto incompleto indica a los evangelios de Lucas y de Juan como dos de los cuatro únicamente válidos.

¿Y qué ha sucedido con el resto de propuestas? De acuerdo al libro colectivo 'Todos los evangelios', cuya edición corresponde a Antonio Piñero, «no todos los evangelios apócrifos se han conservado en su integridad, pues desde los siglos III y IV la gran Iglesia hizo lo posible por anular su influencia, bien descalificándolos, aniquilándolos o sometiéndolos a una profunda revisión». Con el paso del tiempo, y frecuentemente a través de la propia institución eclesiástica, se han ido dando a conocer hasta una setentena de muestras de esta literatura en torno a Cristo, a veces de difícil distinción con respecto a las versiones tradicionalmente aceptadas, y en otras ocasiones haciendo gala de una imaginación narrativa que va desde la fidelidad devota al personaje y las sensibilidades de aquellas épocas hasta algunas reinvenciones ciertamente descabelladas.

Entre los pasajes más queridos por los creadores de distintos evangelios no podía faltar la Sagrada Concepción, con especial hincapié en la pureza de la Virgen María -protagonista de numerosos textos en torno a su Asunción a la hora de morir- y en las circunstancias que rodean tanto al nacimiento de esta como a su posterior matrimonio con José el carpintero. En este sentido destacaría el conocido como 'Protoevangelio de Santiago', que abarca desde una anunciación a los posteriores santos Joaquín y Ana con el nacimiento de María hasta el del niño Jesús en una cueva. El texto también rescata un pasaje muy recurrente y común a otros textos apócrifos; la prueba de pureza a la que un tribunal eclesiástico somete a María y a José -dado que ella ha quedado embarazada sin que el matrimonio aún esté consumado ni establecido-.

La divinidad de María también es vertebral en el 'Evangelio del pseudo-Mateo'. La futura madre de Jesús rechaza casarse, pues ha hecho la promesa ante Dios de ser vírgen. Sin embargo, los líderes espirituales de la comunidad no conciben la idea de una mujer soltera, por lo que organizan una especie de sorteo según el cual la joven será desposada por aquel al que, sosteniendo una vara, de olivo, se le pose una paloma blanca. Aparece José, al que se le presenta como padre ya de otros hijos -dos de ellos, Simeón y Santiago, desempeñarán papeles relevantes en futuros capítulos y evangelios-, y resulta ser el elegido pese a que su vara es la más pequeña. El nacimiento de Jesús en una cueva marca un importante punto de inflexión, que numerosos textos han aprovechado para rellenar el vacío que los evangelios bíblicos dejaron en torno a la figura del Cristo niño.

La huida a Egipto, escenificada en este relieve de Nicolás de Brujas y Lucas Forment en el siglo XVI, es una de las historias a la que alude el 'Evangelio pseudo Mateo'
La huida a Egipto, escenificada en este relieve de Nicolás de Brujas y Lucas Forment en el siglo XVI, es una de las historias a la que alude el 'Evangelio pseudo Mateo' El Norte

Una infancia milagrosa

Es imposible hallar un consenso en torno a cuál fue el primer milagro de Jesús. El 'pseudo-Mateo' dice que, en la huida a Egipto, el niño hace doblarse una palmera para que entregue sus frutos a su hambrienta madre. Algunos de los episodios más versionados por el 'Evangelio árabe de la infancia', el 'Evangelio del pseudo-Tomás' o el 'Evangelio armenio' pasan por el asesinato de un niño que destruye una construcción de Jesús de barro -posteriormente le revive para que no disfrute de la gracia de Dios-, la insuflación de vida a unos pájaros de barro hechos en sábado, la resurrección de un niño que cae de una azotea -cuyo crimen tratan de achacarle- o el amansamiento de unos leones, espejo del profeta Daniel, que sirve al joven Cristo para reprochar a sus mayores: «¡Cuánto mejores que vosotros son las bestias, que reconocen a su Señor y lo glorifican, mientras que vosotros, creados a imagen y semejanza de Dios, lo ignoráis!».

Los milagros de la juventud son la fuente más literaria y de mayor calidad narrativa entre los evangelios apócrifos encontrados hasta la fecha. Los distintos debates dialécticos de Jesús de Nazaret con los ancianos sacerdotes se entrelazan con la salvación de su hermano Santiago tras la mordedura de una víbora, resurrecciones de peces y distintos actos de curación a personas endemoniadas y leprosas. El 'Evangelio árabe de la infancia' incluye un desatado cameo del niño Judas Iscariote, que preso de un espíritu maligno golpea y muerde a un pequeño Jesús en el costado izquierdo, donde más tarde sufriría, crucificado, el lanzazo del soldado romano que se recoge en el Evangelio de Juan -y que el apócrifo de Nicodemo popularizó con el nombre de Longino-. El mismo evangelio árabe indica que las primeras palabras de Jesús, desde la cuna, fueron dirigidas a su madre: «Yo soy Jesús, el Hijo de Dios, el Logos, a quien tú has dado a luz, como el ángel Gabriel te había anunciado. Mi Padre me ha enviado para la salvación del mundo».

Pero sin duda es el 'Libro de la infancia del Salvador' el más rico en detalles y el más salvaje en imaginación: la obra incluye una fábula en la que el niño Cristo convierte en piedras los garbanzos de un malhumorado granjero, otra en la que se le encierra una torre o incluso la aparición, en visiones, de un dragón. Significativamente, su milagro más realista es el que mejor entronca con la tradición bíblica: cuando su madre le envía a la fuente de Gabriel a llenar un cántaro de agua, Jesús estrella su recipiente contra el suelo frente a otros niños, sin romperlo ni derramar su contenido. Cuando el resto de muchachos tratan de emularlo, sus cántaros estallan en pedazos, que Jesús se apresura a reparar con una de sus más logradas enseñanzas: «Padre, así deben ser reformados los hombres dispersados que han perecido».

El resto de evangelios apócrifos lo suficientemente íntegros como para hacernos una idea de su idea general han apostado tradicionalmente por las nuevas perspectivas de las historias ya conocidas. La 'Historia de José el carpintero', narrada por el propio Jesús en un sermón, busca contextualizar la figura del padre del mismo modo que otros textos hacen con su madre. El 'Evangelio de Pedro' asume el punto de vista de este apóstol a propósito de la Pasión y Resurrección de Jesús, como también hace el ciclo de Pilatos, que incluye el 'Evangelio de Nicomedes', el descenso a los infiernos de Cristo y las cartas de Poncio con el emperador Tiberio. El formato epistolar también tomó como protagonista al propio Jesús junto al rey Abgaro de Edesa, enfermo de lepra.

Otros evangelios, por su parte, toman un cariz más filosófico que narrativo. El 'Evangelio de Bartolomé' trata de responder a preguntas sobre la divinidad, la importancia de los pecados y otros enigmas canónicos, mientras que los Evangelios Gnósticos (de Judas, Tomás o María) fueron transmisores de esta corriente de pensamiento basada en el conocimiento de lo místico como herramienta para la salvación, una ideología que pronto fue declarada herética. Y es que todo ha valido a lo largo de la historia para tratar de entender a uno de los mayores fenómenos que, dos mil años después, sigue ejerciendo una inmensa influencia en el mundo civilizado. El secreto tras el criterio seguido para desechar estos relatos del canon final-o, más maliciosamente, el interés para imponer un discurso concreto y cerrado a cuatro evangelios en torno a la figura del nazareno- seguirá perteneciendo al pasado, oculto bajo el más sagrado de los misterios.

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