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El profesor Eduardo Segura da explicaciones en una conferencia. El Norte
El lado más vallisoletano de 'El Señor de los anillos'

El lado más vallisoletano de 'El Señor de los anillos'

El filólogo e historiador Eduardo Segura, autor de varios libros sobre J. R. R. Tolkien, trabajó como asesor en la Trilogía del Anillo de Peter Jackson

vidal arranz

Valladolid

Martes, 20 de marzo 2018, 21:48

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Hace ahora veinte años, el vallisoletano Eduardo Segura trabajaba como consultor para la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ que Peter Jackson estaba a punto de empezar a rodar. Segura formó parte del puñado de ‘expertos en Tolkien’, reclutados en distintos lugares del mundo y capitaneados por Thomas Shippey, la mayor autoridad mundial en el escritor. Unos integrantes más de una gigantesca ‘Comunidad del anillo’ cinematográfica puesta en marcha por el director neozelandés. Sobre los asesores recayó la responsabilidad de intentar que la película no traicionara demasiado el espíritu de la obra. Aunque quizás su trabajo sirviera, sobre todo, para asegurarse que no habría conflictos graves con los fans, como los que llevaron al fracaso en taquilla de la primera versión del libro, de animación, rodada por Ralph Bakshi, el director de ‘El gato Fritz’, hace ahora 40 años.

Segura –que actualmente da clases de Filología Inglesa y Alemana en la Universidad de Granada– llegó al equipo de Peter Jackson cuando todavía no había terminado su tesis, publicada unos años después con el título ‘El viaje del Anillo’. Poco antes dio a la imprenta su primer acercamiento al escritor, Tolkien, el mago de las palabras, y ahora trabaja en una nueva aproximación al novelista que llevará por título ‘Tolkien y la belleza’. Un libro con el que pretende «matizar y precisar algunas interpretaciones muy peregrinas que se hacen de su obra desde algunos ámbitos confesionales cristianos». Y es que, aunque Tolkien era un escritor católico, y su fe religiosa impregna sus relatos de muchos modos, «no era un escritor alegórico –como sí lo era C. S. Lewis– y a menudo se le interpreta, de una manera reduccionista, como si lo fuera».

Segura trabaja ahora en una nueva aproximación al novelista que lleva por título ‘Tolkien y la belleza’

Segura cree que la presencia decisiva en sus relatos de un cierto sentido de la providencia y de la gracia es su rasgo más inequívocamente católico, «pero no tiene sentido buscar interpretaciones como la de un jesuita que veía en el personaje de Galadriel una alegoría de la Virgen María». Esta interpretación fue desautorizada por el propio autor en vida. «Lo que Tolkien sí reconoció es que en Galadriel latía una percepción profunda de la belleza que había aprendido a través del catolicismo. Otras veces explicó que ‘El señor de los Anillos’ no era una obra católica en la intención, pero que, al releerla, se había dado cuenta de que sí lo era en el resultado final».

Estas cuestiones, en todo caso, apenas ocuparon al equipo de la Trilogía del Anillo. «Mi participación en la película fue modesta, pero aun así resultó una experiencia muy enriquecedora», recuerda hoy Eduardo Segura. «Siempre me había atraído mucho el mundo de las adaptaciones literarias al cine y gracias a esta colaboración pude vivirlo desde dentro». Su experiencia y el resultado de sus reflexiones las plasmó en varios artículos de la obra colectiva ‘El señor de los anillos. Del libro a la pantalla’, en el que resume su punto de vista y su valoración del resultado cinematográfico.

«Durante el proceso de discusión llegamos a la conclusión de que ‘El señor de los Anillos’, como tantas otras obras literarias, es un libro que no se puede llevar al cine en su integridad, de modo que no era posible hacer una película que contentase a todos», asegura. Pero ello no le impide admitir que la trilogía de Jackson es una obra muy notable. «No tan genial como se dijo en su momento, pero son buenas películas. El propio Jackson confesó al equipo, tras recibir los 11 Oscar por ‘El retorno del rey’, que el resultado no se ajustaba del todo a sus propósitos. Sentía que había algo importante de la obra que se le había escapado».

«Uno de los mayores retos fue que el Señor Oscuro se hiciera visible sin ser visto», explica el profesor

El vallisoletano está de acuerdo. «Estamos acostumbrados a pensar que el atractivo de la literatura fantástica tiene que ver con el argumento, y con la existencia de puntos álgidos capaces de atrapar al lector. Pero esto no es exactamente así en el caso de Tolkien. En sus relatos, más importante que los sucesos es el modo como son vividos, o digeridos, por los personajes. Y más importante que las batallas o las peleas es la confrontación de modos de ver el mundo. Pero esto era muy difícil llevarlo a la pantalla en una serie de películas que se habían concebido dentro del marco genérico del cine de acción». Una opción a la que no era ajena la delicada situación económica del estudio New Line que producía las películas, y que había puesto en ellas todas sus esperanzas de evitar la quiebra y salir a flote.

Segura llegó al mega proyecto cinematográfico gracias a Shippey, del que había traducido al español una de sus obras clave sobre Tolkien, ‘El camino a la Tierra Media’, en el que analiza las fuentes de literatura germánica en las que el escritor se basó. Como estaba trabajando en su tesis, aprovechó un viaje a Estados Unidos para conocerle y comentarle sus puntos de vista. «Me acogió con gran amabilidad en su casa de San Luis, en Misuri, y nos hicimos amigos, de modo que cuando le pidieron nombres de especialistas en Tolkien, dio el mío como experto español».

En 1997, el hoy polémico Harvey Weinstein consiguió los derechos de autor de la obra, lo que supuso el pistoletazo de salida de una producción que se prolongó ocho años, durante los cuales se rodaron las tres películas de la trilogía a la vez, y con un único equipo, para garantizar la unidad final de la obra. Las consultas a los asesores se concentraron a finales de ese año y comienzos de 1998, en la fase de elaboración del guion. Luego ya no volvieron a saber más de las películas, salvo Shippey, que participó activamente, como asesor principal, en los documentales que acompañaban las ediciones en vídeo doméstico de los filmes.

Idiomas inventados

Una de las peculiaridades de la obra de Tolkien nace de su condición de filólogo. Y no era un filólogo más, sino un auténtico experto en todo tipo de lenguas, hasta el punto de que llegó a inventarse cinco idiomas. Tres de ellos preexistían antes de que comenzara a escribir ‘El Señor de los Anillos’ y en realidad se pueden considerar el punto de partida de la obra. «Tolkien empezó a concebir el mundo de la Tierra Media al pensar en qué tipo de seres hablarían esas lenguas, y en qué contexto. De ahí, de esos idiomas inventados por él mismo, surge todo. Por eso a todos los consultores nos parecía muy importante que la trilogía mantuviera las lenguas inventadas. Y en eso nos hicieron caso».

En el lado negativo, Segura cree que Jackson no logró transmitir adecuadamente la idea de oscuridad propia del mundo de Saruman. «En la novela, el Señor Oscuro nunca aparece. Era uno de los mayores retos: lograr que este personaje, que es uno de los malos mayores, si no el principal, de toda la historia del cine, se hiciera visible sin ser visto. Pero para lograrlo habría hecho falta otra mirada cinematográfica, más sutil, no tan centrada en el espectáculo. En vez de eso, Peter Jackson optó por traducir esa oscuridad mediante referencias a la iconografía nazi, inspiradas en la estética de los documentales de Leni Riefenstahl, lo que a mi modo de ver resulta bastante maniqueo».

Por el mismo motivo, el combate entre Gandalf y Saruman en la Torre de Orthanc, «que en el libro es sobre todo un combate de inteligencias y de formas de ver la vida, en la película se transforma en una lucha física propia de un cómic manga. Esa escena de ‘La Comunidad del Anillo’ me pareció muy triste. Pero cuando la balanza se desequilibra en favor de la espectacularidad visual ya es muy difícil parar. Sin embargo, Tolkien es un escritor más contemplativo que de acción. En sus novelas, la realidad no sucede tanto ante nuestros ojos cuanto ante nuestro espíritu. Por eso los acontecimientos requieren un tiempo de ponderación».

En el lado positivo, reconoce que el director neozelandés «es un hombre de una gran potencia visual y un gran general de división capaz de dirigir a un ‘ejército’ de 20.000 personas durante un año y medio». Por ello, la trilogía cuenta con escenas de acción «extraordinarias y muy fieles a la novela», como la carga final de Rohan en ‘El retorno del rey’. Segura reconoce que las versiones extendidas de las películas «mejoran las originales, porque algunas de las nuevas secuencias incluidas sí apuntan a lo nuclear del relato, y le añaden sentido».

Una de las escenas de la película.
Una de las escenas de la película.

Han pasado algo más de 80 años desde que Tolkien comenzara a escribir su obra más célebre, y la que le ha asegurado mayor admiración. Una obra concienzudamente trabajada durante más de una década, entre 1937 y 1949, si bien aún habría que esperar hasta 1954 para que viera la luz. En este largo proceso contó con el decisivo apoyo de dos lectores privilegiados: el primero, su hijo Christopher Tolkien; el segundo, el novelista Clive Staples Lewis, creador de ‘Las Crónicas de Narnia’, que era amigo íntimo suyo y que fue la persona que más hizo para convencerlo de que la obra debía ser publicada. Y es que Tolkien no escribió ‘El Señor de los Anillos’ pensando en darlo a conocer al gran público, sino por su propia necesidad personal.

Cuando al fin se publicó, dividido en tres partes, pese a que había sido concebido como una unidad, una de las primeras críticas aseguró que la novela era «como un relámpago en un cielo claro». La firmaba C. S. Lewis, una voz especialmente autorizada. Y el éxito masivo que le acompañó certificó que su resplandor había sido visto, percibido y comprendido por millones de personas. «Sin saberlo, mucha gente se engancha a Tolkien porque te ofrece un espacio de contemplación que el mundo actual impide con su vorágine, que te roba tiempo y te roba paz», explica Eduardo Segura. Frente a esto, Tolkien crea una cosmovisión que permite otra perspectiva. «El atractivo de Tolkien no radica sólo en el argumento. Lo que él te da es un modo nuevo de mirar. Su recreación del mundo es mítica, y desde esa atalaya puedes contemplarlo de nuevo como si lo vieras por primera vez». En realidad, de algún modo, el autor de ‘El Señor de los Anillos’ hacía realidad la sentencia de Chesterton que afirma que «cada escritor inventa el jardín por el que le gustaría pasear». Dos años antes de morir, en 1971, aseguraba que nuestra época es «devota de lo fútil y lo instantáneo» y ponía en evidencia la insatisfacción de la que había nacido su obra. Él, que vivió a caballo entre el final del romanticismo y la aceleración del siglo XX, quiso construir un refugio de esperanza en un mundo que parecía haberla perdido.

«Entre 1870 y 1918 se derrumba el antiguo régimen cultural: es el momento de la impiedad, y de la destrucción sin límite. La Segunda Guerra Mundial es ya Prometeo desencadenado, pero la primera gran guerra, en la que Tolkien participa como soldado, y en la que mueren muchos de sus amigos, certifica ya el fin de la esperanza de las sociedades occidentales», explica Segura.

Frente a esta desesperanza, Tolkien vuelve la mirada a los mitos nórdicos paganos para relanzar un sentido del heroísmo que estaba en vías de extinción. «En Tolkien todos los personajes se enfrentan a su destino desde la convicción de que una vez tomada la decisión no hay marcha atrás. Pero no es por sentido del deber, ni por la obligación de luchar contra la injusticia, ni por ganarse un cielo, sino por necesidad de estar a la altura de lo que te ha tocado en el camino de la vida. La misión en la que los personajes están embarcados es una misión que les trasciende. En el mundo de Tolkien el heroísmo tiene que ver con la memoria. Se trata de protagonizar hazañas que sean dignas de ser recordadas». 80 años después de que empezaran a concebirse, y 45 años después de la muerte de su creador, las hazañas de la comunidad del Anillo, y las demás historias salidas de su pluma, permanecen en el corazón de los lectores, como merecedoras de ese recuerdo.

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