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«De 120 millones de mexicanos, siendo optimista, hay un millón de lectores»

«De 120 millones de mexicanos, siendo optimista, hay un millón de lectores»

Antonio Ortuño gana el V Premio Ribera del Duero con su libro 'La vaga ambición' que publicará Páginas de la Espuma

Victoria M. Niño

Jueves, 6 de abril 2017, 10:41

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El Premio Ribera del Duero empieza a parecerse al Cervantes. Su quinta edición ha deshecho el empate a favor del otro lado del Atlántico. Hasta la fecha, este galardón que quiere distinguir el mejor libro de cuentos presentado cada año ha recaído dos veces en escritores españoles y otras dos en escritoras latinoamericanas. Antonio Ortuño (México, 1976) se ha impuesto con La vaga ambición'. Finalista del Herralde en 2007 con 'Recursos humanos', ha publicado seis novelas y tres libros de cuentos.

'La vaga ambición' ¿surgió como una unidad de relatos con un nexo común en torno al protagonista o fueron sumándose historias a las que dio forma después?

Nació como tal el proyecto. Digamos que se trataba de crear ese organismo formado por cuentos autónomos y a la vez relacionados, como un archipiélago en el que las islas se bastan por sí solas e integradas forman algo en común. Fue una idea que llevó bastante tiempo en trabajarse, escribirse y en corregirse mucho más.

Sus anteriores libros de cuentos ¿fueron más circunstanciales?

Esta es una idea a la que he llegado con el tiempo. El primer libro estaba integrado por cuentos variopintos que se fueron acumulando y tenían distintos tipos de abordajes, ideas y recursos. Sí se le buscó una forma armónica. Luego 'La señora Rojo' se trabajó con ideas articuladas pero finalmente se terminó construyendo en dos secciones separadas, cada cual con su lógica. No es sino hasta este cuando lo abordé de forma integral. He ido llegando a esa idea que no es una posición perenne. Tengo ahora otra colección de cuentos por armar y al final se quedarán los que conviven mejor.

La apuesta editorial triunfante en España tiene más que ver con novelas largas que con cuentos. ¿Tiene mejor vida el relato en México?

La industria editorial es global y la española se comió buena parte de la de América Latina desde los noventa y hay pautas que se siguen. Las que ha establecido la industria española y la transnacional ya que no todos los grandes grupos son españoles, los hay con capital inglés, alemán, norteamericanos, todos ellos marcan ciertas pautas e impulsan esa lectura.El cuento ha estado a la defensiva, sobreviviendo en editoriales independientes. En el caso de Sudamérica hay robustas tradiciones como la argentina, la cubana, la chilena, uruguaya o mexicana. Pero el hecho es que manda la gran industria en las multiventas, en el acceso a grandes superficies, a cadenas de librerías. Este modelo es el del 'best seller' de 850 páginas sobre los templarios o un investigador privado. Ese mundo está más relacionado con el entretenimiento, no tengo nada en contra pero es distinto a lo que me interesa. El cuento en español está en un buen momento como muestran varios de los libros más importantes de los últimos años firmados por Samanta Schweblin o Guadalupe Nettel. Hay que distinguir las pautas que promueve una industria con lo que pasa entre quien escribe y el público lector que está interesado en una literatura más rigurosa.

Cita al Nathan Zuckermann de Philip Roth y al Henry Bech de Updike como referentes de su Arturo Murray. ¿Están entre sus principales influencias estos autores de EE UU?

Tiene que ver con el gusto por ellos pero no soy un autor específicamente influido por los autores estadounidenses. Varios han sido fundamentales para mí durante unos años pero a fecha de hoy soy un lector de literatura escrita en español y hay grandes cosas de América Latina escritas por gente como Jorge Ibargüengoitia o Ana García Bergua, entre los autores mexicano. El juego de Zukerman o Bech se presta al mío de ahí la referencia, pero me considero más lector de literatura escrita originalmente en español. Dentro del mundo anglosajón, diría que me pesan más los británicos que los estadounidenses.

¿Quién es Murray, el narrador de todos sus cuentos?

Arturo Murray es un escritor esencialmente como lo soy yo; medio conocido, medio desconocido, cuarentón, con una cierta trayectoria y que está justo en la mitad de la vida, al que le pasaron muchas cosas y aún le están por pasar muchas más. Está en ese punto de desazón. Él rememora una serie de episodios cardinales en su vida y relacionados con la escritura y la supervivencia dentro de ella y a pesar de ella. El tono es satírico, pero no es propiamente un libro de humor. Equilibra el humor con esta desazón fundamental de alguien como Murray o yo, cuya vida gira en torno a la literatura y es una fuente constante de frustraciones. Incluso los mejores escritores, los más celebrados y trascendentes, tienen un historial de frustraciones, porque la literatura es una actividad increíble pero nos provoca frustraciones porque siempre está amenazada por la televisión, Internet o el fútbol porque siempre se puede vender más o llegar a otra gente. Es una actividad masoquista de la que muy pocos pueden vivir. Pocos son los que tienen que entregarse a trabajos paralelos, grotescos, divertidos y deshonrosos en los que acabamos para ganar el dinero que no nos da la escritura.

Pero ya no es su caso.

Llevo unos años exclusivamente dedicado a escribir, no sé qué pasará en adelante. Este es un buen golpe para mi hipoteca y mis acreedores estarán contentos. Pero entiendo lo que digo porque he estado ahí. Esto no funciona normalmente para un escritor joven, el camino es muy cuesta arriba y la literatura te dice cada mañana que te retires, que te dediques a dar clase, a producir contenidos, que te refugies y te bajes de la montaña. Es difícil mantenerse a lomos de ese caballo y eso lo hace fascinante.

¿Es Guadalajara tan literaria como demuestra cuando acoge la Feria Internacional del Libro?

Guadalajara, mi ciudad, es la sede de la FIL que es una feria gigantesca. Es un Everest en medio de un páramo. Hay poquísimas librerías. En Madrid solo en el pasaje por el que llego hasta la sede de la editorial hay la mitad de librerías de mi ciudad. Allí hay una escasez terrible, un público lector exiguo en comparación con el tamaño del país. Somos más de 120 millones de personas y siendo optimista, hay un millón de lectores. Mucho más de la mitad del negocio editorial se factura en los libros de texto de las escuelas. México es un lugar de contraste, hay una cultura arraigada brillante que vive un momento excepcional, cuando muchos escritores de mi generación han producido obras interesantes y reconocidas.La literatura mexicana goza de una gran salud en medio de un país desigual, violento, problemático, en el que solo solo una de tantas capas. Todo ocurre al mismo tiempo, el país vive de espaldas a la literatura pero somos suficientes como pare tener ese millón de lectores, aunque sabe a poco.

Esas coordenadas políticas y sociales ¿las ha tenido que dejar fuera para escribir este libro?

La mayor parte de lo que he escrito, en torno al 80%, tiene que ver con la sociedad, la vida cotidiana y la política mexicana. Ha sido uno de mis intereses fundamentales y hasta el momento me resultaba imposible pensar en textos largos en los que esto no estuviera. En 'La vaga ambición' quería acercarme al texto desde otras coordenadas. Mucho de lo que se cuenta no le pasaría a un escritor de Luxemburgo, Gran Bretaña o Alemania. El escritor latinoamericano tiene unas condiciones específicas y se reflejan pero en este caso el texto es más íntimo y personal. Se acerca a lo que quiere contar desde otro lado. No es un vuelco en el timón ya que sigo escribiendo en contacto con los problemas sociales. Ahora estoy metido en una novela sobre las personas desaparecidas en mi país.

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