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Ilustración de Toro y los peregrinos en la plaza.
Calzarse los borceguíes del peregrino

Calzarse los borceguíes del peregrino

Jaime Nuño y Chema Román recrean la vida de los viajeros a pie de camino en ‘Peregrinar a Compostela en la Edad Media’

Victoria M. Niño

Lunes, 22 de agosto 2016, 17:11

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Es una fuente inagotable de libros, eruditos y de divulgación, de guías espirituales y de pura intendencia. Los autores de este Peregrinar a Compostela en la Edad Media (Fundación Santa María la Real) saben que es un camino harto trillado también en letras, pero aún así, sigue teniendo ramales menos transitados. Jaime Nuño y Chema Román han querido contar cómo se hacía ese Camino en la Edad Media, desde el punto de vista de un peregrino al uso. Se han calzado los borceguíes de antaño para saber de sus dolores, de los peligros con los que se encontraban, de las capas y esclavinas que les cubrían, de sombreros y zurrones, de cómo vivían ese viaje incierto en los siglos en los que no había ni mapa ni calendario. Se sabía dónde y cuándo comenzaban, lo demás, pura incógnita.

El peregrinaje no es privativo del cristianismo, es un «fenómeno universal», contextualizan los autores. Entre los preceptos del islam está el de acudir al menos una vez en la vida a La Meca. «El libro es un repaso de la vida de los peregrinos a Compostela, un fenómeno que tiene 1.200 años de antigüedad y es muy distinto el de hoy al de la Edad Media. Nos interesaba rescatar cómo era entonces transitar por distintas lenguas, caminos, gentes desconocidas, los peligros. Era un mundo complejo. Ahora se simplifica todo mucho, tenemos un cliché de lo que es bueno y malo. Nosotros hemos intentado entender aquel mundo», dice Jaime, responsable de los textos mientras que Chema Román recrea en sus dibujos lo que ninguna cámara pudo captar. La verosimilitud histórica ha regido la tarea de este reconocido dibujante de libros históricos.

Petición testamentaria

El Códice Calixtino es un testimonio fundamental para Nuño. «Ese libro es la guía del peregrino medieval, describe la vida entonces más allá del camino y del viajero. En cuando al Camino, recoge toda una serie de amenazas que acuciaban al viajero. Todo el mundo quería engañarle, desde el médico al hostelero o al barquero. Entonces viajar era meterse en la boca del lobo, empezando por los ataques de las propias fieras. Ahora, si hay un atentado en Egipto por ejemplo, se suspenden los vuelos y no se nos ocurre ir. Entonces no, la vida valía menos y se buscaba con más ahínco el alivio de la vida eterna».

La motivación turística que hoy anima a buena parte de los caminantes también existía entonces. «Se viajaba un poco por lo que hoy entremos como turismo. El peregrino medieval va visitando los templos del camino donde hay reliquias que poder venerar. Eso ocurrirá hasta el siglo XV, cuando los papas toman la decisión de exigir la destrucción de estos monumentos porque entretenían a los peregrinos. Hay un componente turístico también».

Si ahora los peregrinos sellan su compostelana, entonces esas paradas estaban destinadas a lograr «más gracias del cielo». El Camino se hacía por devoción o por obligación. «A veces se prescribía en sentencias judiciales, se condenaba al reo a hacer el camino. Otras veces, en los testamentos se condicionaba la percepción de la herencia a que los hijos o los parientes hicieran el Camino para asegurar la llegada al cielo del finado».

Jaime Nuño destaca dos grandes diferencias entre el Camino como se entiende hoy y el recorrido en el medievo. «Ahora todo aquel que emprende el Camino sabe la ruta, conoce las paradas, hay puntos de información para ayudarle. Por otra parte, hoy la ruta jacobea es solo de ida mientras que antes era de ida y vuelta. El Camino no era solo un destino, sino un viaje, el gran viaje, salpicado de hitos en los que sumar indulgencias». Ritos del peregrino, la ciudad de Santiago o el regreso al hogar son otros de los aspectos abordados en este libro ilustrado.

También hubo guías en el medievo, con testimonios en el reino de Aragón y en pueblos leoneses como Foncebadón. Posteriormente, «las peregrinaciones decaen, cuando el protestantismo divide a la cristiandad europea. Con el humanismo, la religión pierde mucha fuerza así como el culto a las reliquias. Decae el Camino de Santiago pero no así las peregrinaciones. Actualmente La Meca ha multiplicado sus peregrinos gracias a las facilidades de transporte».

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