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Eduardo Lago, Malcolm Otero y Andrés Ibáñez.
Eduardo Lago invita a participar en directo de su escritura

Eduardo Lago invita a participar en directo de su escritura

El escritor ‘trasatlántico’ habla de literatura e islas con Andrés Ibáñez y Malcolm Otero Barral

Victoria M. Niño

Lunes, 13 de junio 2016, 10:06

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Eduardo Lago es profesor, traductor, articulista, pero sobre todo eso, ahora es un escritor itinerante, que busca experimentar la soledad de Robinson Crusoe en varias islas del planeta. Una por capítulo de su actual novela, aunque está escribiendo el tercero en lo que los mapas señalan como península, la de Lisboa. Por estar cerca, ha podido venir a la Feria de Valladolid.

Está contraviniendo las directrices de su editor, Malcolm Otero Barral (Malpaso), como en su día contravino las de quienes le animaron a seguir en su anterior sello y preservar lo conquistado. Porque ahora Lago se plantea publicar su proceso de creación en Internet, cuando para Otero este es un buena «cauce de promoción de la cultura pero no de difusión de la misma. Internet es un vertedero y todo lo que cae ahí se abarata. Por eso me parece un desperdicio».

Pero aún discuten sobre qué forma última dar a este proyecto en el papel. Lago se obsesionó con la isla de Robinson Crusoe hace tiempo e intentó dos veces ir, lo consiguió a la segunda. «A la isla de Selkirk solo va un barco cuatro veces al año para llevar avituallamiento a la poca población que hay allí, a unos cientos de kilómetros de al costa entra chilena. Así que no te cobran nada por subir en ese barco». En esa isla vivió cuatro años un marinero escocés abandonado por su capitán, esa es la historia de Selkirk que leyó Defoe y con la que escribió su novela. «Defoe nunca estuvo en esa isla y, sin embargo, creó una novela tal que ha logrado que todos sepamos la historia sin que mucha gente haya pasado de la versión infantil». Decidió ir allí a contar en un diario lo que sentía. «Todos tenemos ahí el mito de la soledad. Y yo decidí probarla en su forma extrema. En la primera isla no había Internet, en la segunda, a 16 horas en lancha, ni luz. Eso sí, la gente escribe y recibe cartas que lleva el barco cada tres meses». Este fetichista de los objetos de la escritura se llevó un cuaderno especial veneciano. «La idea era compartir esos diarios que escribía para mí con mis amigos y gente cercana. Que fueran testigos del proceso creativo, y ahora me demandan más». Lleva dos capítulos, el de Chile y el de una isla griega, Hidra. Está a punto de terminar el de Lisboa pero aún no ha interiorizado los personajes que se encontró antes de ayer de madrugada en una iglesia ortodoxa. «Ver cómo incide la realidad en lo que uno escribe, eso es lo fascinante de un diario. A partir de ese material intentaré hacer una novela». Novela de islas, como también escribió una su amigo Andrés Ibáñez.

Literatura de islas

«Me obsesionan las islas desde mi primera novela, escrita con 16 años. En cierto modo antes no había tantos textos sobre ellas, pero ahora se adecúan bien a la metáfora de este mundo, hecho más de islas que de continentes. Vivimos en un mundo de muchas cosas vinculadas en archipiélagos pero poco vertebradas en estructuras grandes. Y en cuanto al proyecto de Eduardo, los escritores, cuando nos juntamos, siempre creemos tener una misión en cuanto al lenguaje, al mundo, a España; tendemos a subrayar nuestro deseo de hacer algo nuevo, fresco. Yahí estoy de acuerdo con la idea de Lago, de una cultura trasatlántica. La literatura europea está vinculada a la americana». Es uno de los primeros lectores de Lago, en estos diarios y novela por entregas. «Tiene el valor de poner a nuestra disposición el proceso creativo, eso que habitualmente no se ve. Hoy todo el mundo parece escribir de las mismas cosas, con el mismo lenguaje y de la misma manera. Eso acaba minando el arte». El Eduardo Lago traductor aguanta la presión del editor que le anima a traducir el Finnegans Wake porque «necesitaría varias reencarnaciones».

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