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Alejandro Palomas revisita la obra de Woolf en 'Una madre'

Alejandro Palomas revisita la obra de Woolf en 'Una madre'

El escritor barcelonés presentó ayer en Oletvm sus dos últimas novelas, construidas sobre el andamiaje emocional de las relaciones humanas

virginia t. fernández

Viernes, 22 de mayo 2015, 12:39

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Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) ama los faros y los funambulistas; el simbolismo aplicable a las dos efes está muy presente en su literatura: «Vivir es caminar por el cable del funámbulo y de repente entender que el verdadero vacío está arriba, que si vivimos con los ojos puestos en un cable, la vida y la muerte son lo mismo», dice el novelista con la voz prestada de Fer, quien narra en Una madre (Siruela, 2014), un libro que, a juicio del escritor, ha supuesto un antes y un después en su trayectoria, por la gran repercusión de la publicación, de la que habló ayer en Oletvm. De la mano de Yolanda Izard, colaboradora de El Norte, Palomas presentó también en la librería vallisoletana Un hijo (Bridge, 2015).

Nada tiene que ver una novela con la otra, más allá de las manos de quien las ha escrito, abonado a inspeccionar el complicado andamiaje del mundo interior del ser humano y su proyección en el ámbito de las relaciones humanas. Una madre gira en torno a un encuentro familiar con Amalia, el eje de toda la historia, durante una cena de Nochevieja. Lo entrañable al lado de lo trágico; el retrato de los personajes lo que muestra y lo que cada cual esconde, por encima de la trama. Intención introspectiva que el autor no duda en atribuir a una interiorización de Virginia Woolf. No es casualidad que la novela empiece con un claro guiño a La señora Dalloway. «Es una novela que me encanta. Una madre es una revisitación de esa obra. Yo no fui consciente de que estaba haciendo eso. Quise darme el gusto de dar ese toque al comienzo pero nunca pensé que estaba invocando algo. Lo veo a posteriori: El tempo, cómo la madre lo controla todo, la acción breve, la importancia de los faros, de la capacidad de observación y el respeto entre los personajes», relata Palomas.

Novelas a destiempo

Confiesa el también poeta que la deuda con Woolf Las olas aparece recurrentemente en su obra es atribuible a «haber leído novelas que no debías a una edad que no debías; se te quedan impresas en el ADN», reconoce. Así, se suceden en sus libros «automatismos» a los que el filólogo catalán aporta un sello personal: «Aquí lo oscuro del ser humano es menos oscuro. Ella no tiene la parte lúdica, yo sí; me encanta que mis personajes jueguen, que despisten, que sean muy vitales», revela.

Otro de esos tics de autor, que figura igualmente en Un hijo, es la costumbre de teatralizar las historias que inventa: «Yo actúo mis personajes, escribo en voz alta. Para mí son fundamentales los diálogos porque estoy obsesionado con que tienen que ser muy naturales. Escribo por escenas, en secuencias, y voy incluso tomando notas para la adaptación teatral». El secreto de los Hoffman ya se llevó al teatro y acaba de realizar la versión escénica de El tiempo que nos une, que se estrenará la próxima primavera.

Un elemento que facilita la empatía con el lector y le da mucha libertad creativa es la alternancia de voces narrativas en primera persona, un recurso literario que Palomas echa de menos en la literatura. Así ocurre en Un hijo. En sus páginas, en las que hablan varios personajes, el escritor reinterpreta la figura de Mary Poppins. Lejos de ser una novela para público juvenil, aunque el protagonista sea un niño, cuando la abordó «quise hacer una novela sobre la ternura», dice el escritor, sin caer en lo edulcorado. Como a sus actores de la ficción, a Palomas le divierte caminar por la cuerda floja, «entre lo denso y lo cursi, que el fondo sea difícil pero que parezca muy fácil», sostiene.

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