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Varias personas miran un puesto de libros en el mayor salón de lectura al aire libre de Madrid -en la Plaza Sánchez Bustillo, junto al Museo Reina Sofía.
Los sellos pequeños resisten el vendaval

Los sellos pequeños resisten el vendaval

Las editoriales independientes encaran la crisis con un catálogo especializado y costes asumibles

Antonio Paniagua

Sábado, 25 de abril 2015, 07:52

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Es extraño que en plena crisis económica afloren como setas las pequeñas editoriales. A la eclosión libresca han contribuido las nuevas tecnologías, que han abaratado los costes del negocio. Pese a que el sector ha sufrido con saña la caída de las ventas, los sellos literarios de tamaño reducido resisten mejor las penurias en algunos casos que las grandes corporaciones. Los gigantes de la edición que apuestan por libros de rápido consumo encaran peor el momento que las editoriales que buscan la calidad literaria, cuyo público es más fiel. Con todo, parece que aún no se ha tocado fondo, aunque se ha frenado la caída. La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) aduce que si en 2013 las ventas se redujeron un 11%, en 2014 -a la espera de que se recaben todos los datos- se prevé que la caída sea menos pronunciada. Editar nunca ha sido fácil, sobre todo en España, donde un 38% de la población asegura que nunca lee libros.

Solo en las campañas de Navidad y fiestas del libro se registra un repunte del negocio, según dice un portavoz de la FGEE. Frente a los consorcios internacionales, los sellos más artesanales ofrecen recuperación de clásicos olvidados, traducción de autores inéditos en España y una oferta especializada. Nórdica se ha hecho fuerte en los libros ilustrados y la literatura escandinava, mientras Gadir se decanta por los escritores italianos.

«A nosotros nos van razonablemente bien las cosas», asegura Luis Solano, editor de Libros del Asteroide, quien arguye que el editorial es un sector siempre al filo de lo económicamente viable y propenso a la queja. Para Solano, el desplome de la venta de libros tiene que ver con el hundimiento de las clases medias, tradicionalmente las más lectoras, a causa de la crisis económica, pero también con un cambio en las formas de ocio y los daños de la piratería. «La integración de los teléfonos inteligentes y de las tabletas en nuestras vidas quita tiempo a la lectura», explica Solano.

Atomización de las ventas

Para Enrique Redel, que dirige Impedimenta, las nuevas editoriales tienen una ventaja. «No contamos con un lector de aluvión que compra un libro de vez en cuando para regalar porque es un 'best seller'. Redel sostiene que el mercado ha firmado el acta de defunción de los 'best sellers' de 100.000 ejemplares. Además de que los títulos que tienen éxito alcanzan unas ventas mucho más modestas, el mercado se ha atomizado. «Si antes había diez títulos que acaparaban una parte importante de las ventas, ahora en vez de diez hay cincuenta, de suerte que está todo mucho más repartido».

Los sellos de ambiciones más humildes juegan en otra liga, pero consiguen la rentabilidad de manera más fácil. Con vender entre 1.000 y 1.200 ejemplares cubren gastos. A partir de ese listón comienza la obtención de ganancias, circunstancia que permite mejorar la edición del siguiente título.

Daniel Osca, de Sajalín, no es tan optimista y arguye que los sellos nacidos hace menos de cinco años tropiezan aún con muchas dificultades para salvar el bache. «Es cierto que los costes son más bajos porque soportamos estructuras ligeras. Pero aun así no aprecio mejoría con respecto al año anterior», apunta.

Donatella Iannuzzi, de Gallo Nero, cree que las editoriales independientes siguen estrategias diferentes con respecto a los emporios, que fían el éxito de su negocio a la compra de rivales. Mientras las grandes compañías se inclinan por las fusiones, las pequeñas optan por la prudencia. «En la actualidad resulta temerario sortear el temporal con una avalancha de títulos. Es cierto que de ese modo crece la facturación, pero lo que cuenta al final son los resultados», dice Iannuzzi. Esta editora lamenta que el proceso de concentración editorial esté acabando con la diversidad. «Los grandes conglomerados están empujando como nunca. Pronto entraremos en una librería y estará inundada con libros de sellos de un mismo grupo», arguye.

En España hay dos colosos de la edición: los grupos Planeta y Penguin Random House, al que se suma un tercer actor, Hachette Livre, de origen francés, que pertenece a la compañía Lagardère. Este grupo adquirió en 2004 Anaya Ediciones.

No obstante, hay situaciones paradójicas. El sello Caballo de Troya, perteneciente a Penguin Random House, descubrió a nuevos escritores españoles como Marta Sanz, Elvira Navarro y Fernando San Basilio. También Seix Barral, de Planeta, hace apuestas arriesgadas. Algo que pone de manifiesto que los grandes, a veces, hacen incursiones en la literatura no comercial.

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