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Perico y Sofía Loren.
La vida exagerada de Perico Vidal

La vida exagerada de Perico Vidal

Marcos Ordóñez recrea en primera persona la biografía del que fue mano derecha de David Lean y amigo íntimo de Sinatra

Antonio Paniagua

Sábado, 8 de noviembre 2014, 07:25

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El nombre de Perico Vidal se pierde en las brumas de noches de jazz, vapores etílicos y placeres venéreos. Su nombre es un desconocido para el gran público, pero es una figura imprescindible para el cine. No en balde fue el ayudante de dirección de Orson Welles, la mano derecha de David Lean, hermano del alma de Frank Sinatra y testigo de las desmesuras de Ava Gardner. Si Galdós dijo que todo hombre lleva una novela dentro, Perico Vidal portaba cien. El periodista y crítico teatral Marcos Ordóñez ya ha escrito una magnífica, Big Time: la gran vida de Perico Vidal (Libros del Asteroide), un documental narrado en el que recrea la vida de este hombre apasionado, en cuya existencia se resume el cine de las grandes superproducciones de Hollywood y de las películas de los estudios Bronston en España.

Para hacerse una idea del currículum de Vidal también conocido como Toto o míster V basta con enumerar algunos de sus méritos. Debutó con Welles en Mr. Arkadin, trabajó con Mankiewicz en De repente el último verano y se convirtió en el hombre de confianza de David Lean para rodar Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago o La hija de Ryan.

Vidal comenzó a estudiar Derecho, carrera que dejó colgada porque, cuando se encontró consigo mismo, se dio cuenta de que lo que más le gustaba ser era un bala perdida. Nunca pensó dedicarse al séptimo arte, pero acabó siendo, además de ayudante de dirección, encargado de casting y negro. No solo porque vendió su talento a hombres que firmaban como propios guiones que no eran suyos, sino porque, como Tete Montoliu, quería ser negro. Casi lo consigue porque vivió a sus anchas en Harlem, cuando entrar en un garito de mala muerte teniendo pigmentación blanca no auguraba nada bueno.

A Montoliu, que tenía un sexto sentido para saber de qué color era la tez de un saxofonista de jazz oyéndole tocar, le gastaba bromas: «Como eres ciego, no te das cuenta de que no eres negro», le decía a quien Lionel Hampton llamó «el mejor pianista de jazz de Europa».

En la España gris y aburrida de la posguerra, Vidal se lo pasó en grande. Primero en Barcelona y luego en todo el mundo. En la capital catalana, en 1955, se las apañó para que Louis Armstrong diera cuatro conciertos en el cine Windsor Palace. También conoció a Miles Davis, un genio en lo tocante la música y «un bicho y un absoluto dictador» en el trato personal, sobre todo con los miembros de su banda.

Vistas con perspectiva, las noches de alcohol y sexo de la gauche divine eran un juego de niños si las compara con las farras nocturnas de Perico Vidal y compañía. «Es que así era la gente del cine», cuenta Marcos Ordóñez, el autor de esta biografía relatada con técnicas novelescas.

Como míster V sabía francés e inglés, entró en el mundo de Hollywood, que vio en España un paraíso para rodar producciones gigantescas con un presupuesto más que generoso. A ella ayudaba la presencia de experimentados técnicos, Gracias a Orgullo y pasión, una película ambientada en la Guerra de la Independencia y dirigida por Stanley Kramer, conoció en 1956 al que sería un amigo inseparable: Frank Sinatra. A Vidal le ordenaron que paseara al actor y cantante. Para ser el lazarillo por Madrid de Sinatra había que tener un estómago de acero, resistir los litros de bourbon que se echaba al coleto el artista y un aguante hercúleo, pues Frankie solía dormir unas tres horas al día. Las tres cosas no eran problema para Perico.

En un hotel de El Escorial, después de dos horas bebiendo y con ganas de pegarle fuego a todo, Sinatra y Vidal empezaron a lanzar sillas contra el retrato de Franco. Estaban tan beodos que todos los trastazos se estrellaban fuera del marco. El caso es que Frankie había pillado una melopea triste y no se le ocurrió otra cosa que llamar por teléfono a Ava Gardner, que por entonces también andaba por Madrid. Sentado al piano, comenzó a cantar al auricular casi en un susurro, como si los dos estuvieran solos en el mundo, durante más de dos horas. Por fin apareció ella, con un visón y sin nada debajo, aunque este extremo únicamente lo puede confirmar Sinatra y ya es tarde para ello.

Si a Sinatra le gustaban los excesos, Ava Gardner no le iba a la zaga. En el Corral de Manolo Manzanilla, el tablao que más tarde cerraba en Madrid, Perico Vidal vio algo insólito. «Allí podía subirse a una mesa, levantarse las faldas y ponerse a mear como si tal cosa. No exagero: yo le vi hacer eso varias veces». Lo mejor de todo es que ni con esa pose el animal más bello del mundo perdía el glamour. Para bien de su hija Alana, Perico Vidal sentó la cabeza, dejó la bebida y se hizo una «especie de gurú de Alcohólicos Anónimos», asegura Ordóñez. Vidal murió el 5 de diciembre de 2010 a la edad de 84 años. Su hija Alana, fruto del matrimonio de Perico Vidal con Susan Diederich, completa con su testimonio esta novela biográfica.

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