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Victoria M. Niño
Martes, 17 de junio 2014, 21:41
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Ha ganado la edición XXIV del Premio Gil de Biedma, uno de los primeros galardones de la poesía española, pero en alguien tan premiado como él es aún más curioso el nombre del poemario con el que lo ha logrado, La gratitud. A Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria, 1963) le vienen apellidando adjetivos como melancólico, seco, castellano, apelativos que bucean por los vasos comunicantes que conectan obra y autor.
«El título intenta recoger el espíritu del poemario. Creo que merece la pena celebrar lo bueno, que hay un exceso de espíritu crítico, un poco exagerado para la situación que vivimos. Es una crisis, sí, pero de la abundancia. No hay que olvidar de donde venimos y lo que nos cuentan nuestros padres», dice el poeta soriano.
«La gratitud es un sentimiento de madurez, que como la ternura, se ha perdido. Lo veo en la juventud, casi les parece antiguo». Sobre esa plenitud y goce gira el poemario premiado. Escritor de libros más que poemas sumados, Fermín Herrero necesita «una idea central. Luego la escritura te lleva a muchas partes insospechadas, pero me gusta que el poemario sea unitario, para bien o para mal. Me interesa crear un clima».
Articulado en cinco partes, La gratitud comienza con La medida del mundo. «Habla de la vanidad de las cosas y aún así, la fe en ellas». La segunda es Ficción, «un poco lo contrario de la anterior, es sobre el dolor, la muerte, la pérdida de la memoria, entendida como pérdida de lo esencial, del sentido de la existencia». La tercera se llama Razón de ser, «trata de la poesía. Es una exaltación de instantes, que se da en muchos poemas míos, epifanías de lo pequeño».
Curiosidad lectora
Energía oscura es un «término de la astronomía que me gustaba como metáfora. Es la fuerza que nos empuja a vivir y a la poesía, a la emoción y al asombro. Es la parte que más relación tiene con la naturaleza». A pesar de que su poesía pende de la tierra y del sol, «la naturaleza me conmueve y me parece inagotable», en este poemario no aparece mucho. Yuna quinta parte final, Lo propio y lo diverso, «en recuerdo de Fray Luis, es la personificación de la gratitud en las personas que me rodean, en los maestros, en los desposeídos. Volviendo a lo que decía de la crisis, hay comarcas en Soria que antes cuando se tenían muchos hijos, se cambiaba alguno por un burro. Hay un poema sobre una chica a la que sus padres la trocaron por el animal».
Filólogo y profesor, suma este galardón al Premio Gerardo Diego (Anagnórisis), al Hiperión (Echarse al monte), al Fray Luis de León (Endechas del consuelo) y al Ciudad de Salamanca (De atardecida, cielos). «Ahora tener muchos premios está desprestigiado, pero yo si no hubiera sido por ellos, no hubiera publicado. Solo espero que el libro esté a la altura del premio, que el jurado no se haya equivocado», explica el firmante de la sección Con un ángulo me basta, del suplemento cultural La sombra del ciprés, de El Norte de Castilla. Cada quincena, Fermín hace partícipe al público de sus lecturas en lo que llama «reseñas-apaño». En ellas muestra «la curiosidad lectora que no he perdido».
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