Borrar
Elliot, en un momento de su conferencia./
El segundo traje de John Elliott

El segundo traje de John Elliott

El historiador británico ofreció una conferencia en el Aula de Cultura de El Norte que tuvo lugar en el Museo de Escultura

victoria n. niño

Jueves, 1 de enero 1970, 01:33

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Aprendió español, recorrió la geografía peninsular y la del Nuevo Mundo, cultivó la presbicia en el Archivo de Simancas, también aprendió catalán para entender a los rebeldes que se levantaron contra Olivares, vivió en pensiones, conoció familias y al final, adquirió su segunda identidad, «como un segundo traje». John H. Elliott nacido británico no podía ser nativo, pero sí se ha acercado tanto a su objeto de conocimiento que se mimetizó en cierta manera con él. Del trasiego entre el presente y el pasado, de su trayectoria como historiador, del trasvase de intereses durante las seis décadas de trabajo de este hispanista habló ayer en el Museo de Escultura, en una conferencia del Aula de Cultura de El Norte. Le presentaron el director general de Bellas Artes, Jesús Prieto, y la directora del Museo, María Bolaños. Esta historiadora del arte recordó que la chispa que prendió la curiosidad de Elliott sobre el objeto de sus tesis, el Conde-Duque de Olivares, se encendió delante del retrato ecuestre realizado por Velázquez que vio en su primera visita al Prado.

Sir John H. Elliott tomó su trayectoria como ejemplo para glosar los cambios de la historiografía en los últimos 60 años y siguió el índice de su libro 'Haciendo historia'. «¿Por qué España?», se preguntaba. Fue el citado retrato y el entusiasmo de su profesor en Cambridge, Herbert Butterfield, cuando le propuso estudiar el siglo XVII español y la figura del valido. Marañón había mostrado interés biográfico por Olivares, pero en «un libro de 400 páginas solo 30 hablaban de su política». Simancas no le ofreció lo que buscaba y el doctorando miró al pueblo que se había levantado contra él en 1640. En Barcelona viró su empresa académica hacia la relación entre la unidad y la diversidad española. «Me enfrentaba con la teoría franquista del excepcionalismo español, nación que en defensa de sus valores había rechazado la tentación materialista en la que había caído Occidente. El lema de que España era diferente tenía mucho peso, pero si lo comparábamos con otros países del entorno había puntos en común. Ahí nacen dos temas constantes para mí: el pluralismo y la necesidad de integrar la historia de España dentro de la europea». La represión de cualquier señal nacionalista en la Cataluña de los cincuenta determinó otro de sus convencimientos, «no dar por buena la interpretación victimista con la que los catalanes explicaban la rebelión». Entre la escuela de Soldevila y Vicens Vives, eligió la segunda. «Viví cierta agonía personal por la tensión entre mi simpatía natural hacia la sociedad catalana y el anhelo de una historia imparcial».

Alternó la biografia de Olivares con textos complementarios que buscaban un enfoque más amplio: las colecciones de cartas, la relación con Richelieu y la historia del Palacio del Buen Retiro. Otro aspecto en el que ahondó fue el florecimiento de las artes en momentos de decadencia económica, así como la historia comparada «más alabada que practicada» que hizo del imperio británico y el español. Elliott ha visto fracasar la ambición marxista de la historia total y le ha preocupado el abuso de la microhistoria. Ahora espera que la Red no ahogue a los historiadores «en un mar de datos. La información es una cosa y la sabiduría, otra». Finalmente el hispanista tuvo palabras de agradecimiento para quienes posibilitan su trabajo, los archiveros.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios