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Adrianne L. Martín.
Lo que dicen los jabalíes y los venados de Cervantes y Shakespeare

Lo que dicen los jabalíes y los venados de Cervantes y Shakespeare

Adrianne Martín analizó la zoopoética de los dos escritores en el congreso de la UVA

Victoria M. Niño

Lunes, 9 de mayo 2016, 09:42

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Los congresos académicos sorprenden por su capacidad de mostrar las infinitas e insospechadas líneas de investigación que siguen sus ponentes. Cuando parece que declina por agotado un campo, se abren puertas nuevas. Adrianne L Martín, protagonista de la primera conferencia plenaria de ayer en el congreso Cervantes+Shakespeare 1616-2016, sentó a la audiencia frente a la consideración de los animales en la obra de ambos escritores. Llaman zoopoética al análisis de este fenómeno que ella centró en la caza.

Adrianne se centró en este aspecto hace diez años. «Este año de conmemoración en el que se especula con la rivalidad entre ambos, sobre si Cervantes es mejor prosista y Shakespeare mejor dramaturgo, yo propongo pensar en su relación con los animales». Desgranó pronto los nombres propios con los que bautiza, sobre todo Cervantes, a las bestias en su obra porque quería ir más allá «de la mera traslación o ejemplificación de virtudes y defectos en el uso literario de los animales». Dos destacan entre todos, el perro Crab de los Dos hidalgos de Verona, de Shakespeare, y Cipión y Berganza protagonistas del cervantino El coloquio de los perros. Pero además, hay venados, jabalíes, liebres, gatos, monos y un largo etcétera de animales en las obras de ambos autores. «¿Qué significan sus personajes animales?», invitaba Martín a pensar. Para ello prefirió desterrar las categorías enfrentadas de hombre/animal, natuleza/cultura o individuo/grupo para pensar en animales no humanos. Y trasladó la reflexión a un fenómeno social significativo para el análisis; la caza. «EnEuropa era un deporte-espectáculo, un entrenamiento para la guerra, un registro de estatus y hombría, una saludable actividad de recreo al aire libre y una forma de expresión de las virtudes cristianas». La caza está en el Lovers Labours lost, de Shakespeare, y en El Quijote, de Cervantes. Los venados protagonizan la caza inglesa, los jabalíes, la española. Adrianne describió la fiereza del jabalí, «un animal que pelea hasta el final, que se defiende», que demanda del cazador habilidades semejantes. La catedrática de español considera que Cervantes, por voz de sus personajes, no se muestra favorable a la caza por la exhibición del trofeo, en todo caso, la menor de supervivencia, la liebre que persigue Sancho. Adrianne consideró que Cervantes está cerca de la condena de Montaigne a la crueldad de la caza por placer. «La caza ilumina la socialización, simbolismo y categorización de una sociedad, determinada por la relación entre cazador y cazado».

Previamente, había intervenido en el congreso Trevor Dadson, un hispanista que lleva 30 años frecuentando el Archivo de Simancas. De hecho allí vino el lunes a trabajar. Ayer encandiló al público con su ponencia sobre Diego de Silva Mendoza, conde de Salinas, e Inglaterra: una perspectiva desde Lisboa. Dadson confiesa su adoración por la inteligencia de este noble, hijo de los príncipes de Éboli, que llegó a ser jefe del Consejo de Portugal, aunque para ello tuvo que dejar «destruir parte de su casa para recibir a la embajada de los ingleses en Valladolid. Pero consiguió de Lerma el nombramiento».

Entre sus virtudes, Dadson destacó «el entendimiento rápido que logra de los ingleses. Envidia de Inglaterra y Holanda que son pueblos concentrados en el comercio y el trabajo, no el oro y la plata. Salinas es un hombre pragmático, algo poco español, que considera que lo único importante es lo que lleva a buen resultado, no repara en medios». Ese pragmatismo le llevará a meterse en «líos, porque decide comprar 200 piezas de artillería a Gran Bretaña, porque era más barato. Los diputados en Inglaterra reprochan al rey la venta de armas al enemigo. Salinas se arruina porque le embargan el condado de Gimaraes para pagar dos veces esas armas». El memorial que escribe sobre el matrimonio de la infanta María, española católica, con el rey inglés anglicano es «un análisis brillante de todo ese momento. Su mayor preocupación es cómo garantizar que los ingleses respeten los términos del trato una vez esté allí la infanta». Pero la inteligencia de Salinas provoca la suspicacia de Olivares «que lo aparta. Es un problema de España el mal provecho del talento», decía Dadson, que tiene muchos amigos españoles.

Por la tarde intervino José A. Pérez Díez, de la Universidad de Leeds, un estudioso de las relaciones literarias anglo-españolas en el primer cuarto dl siglo XVII. El filólogo madrileño se centró en Gondomar y los comediantes: Diego Sarmiento de Acuña y sus conexiones teatrales. Gondomar, embajador español en Londres en dos ocasiones, tenía «la biblioteca más nutrida del momento, con tres veces más volúmenes que la real». Además en su condición de corregidor en Valladolid, «era quien seleccionaba las resentaciones públicas, los toros y el teatro». Díez considera improbable que Gondomar conociera a Shakespeare, «porque cuando él está en Londres, Shakespeare se había jubilado y es John Fletcher quien ocupa su puesto. Con él si hay una relación», explica este apasionado de la vida de Sarmiento de Acuña.

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