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El filósofo Javier Gomá.
Javier Gomá: «Un test para medir el nivel moral de un país es cómo trata a los más vulnerables»

Javier Gomá: «Un test para medir el nivel moral de un país es cómo trata a los más vulnerables»

El pensador reivindicó en el Aula de Cultura la filosofía como género literario

Jesús Bombín

Viernes, 7 de abril 2017, 16:52

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De conceptos como la ejemplaridad, la belleza y la dulzura de vivir se nutre el discurso del pensador Javier Gomá, portador de una visión optimista del mundo contemporáneo con la que desafía a los que denomina «aguafiestas» y que intenta contagiar a través de sus ensayos. Ante un auditorio atento que llenó la sala Miguel Delibes del Teatro Calderón en un Aula de Cultura patrocinada por CaixaBank con el apoyo de la Junta de Castilla y León, el pensador bilbaíno defendió que la globalización es, ante todo, un fenómeno de occidentalización del mundo. «La población de cualquier país quiere vivir en democracia, con derechos humanos, en igualdad... Hubo un tiempo en que Occidente colonizó otros países con las armas y ahora se está produciendo la colonización por la evidencia de lo excelente; y ojalá no nos imiten solo en los coches, las corbatas y los McDonalds, sino en la autocrítica, que es la flor suprema de la aportación de la civilización occidental al mundo; ninguna cultura se ha sometido a la autocrítica como la nuestra», defendió.

También previno de que en este «proceso triunfante» puede haber retrocesos y se produzcan resistencias «salvajes». «Cuando estalló la Primavera Árabe pensamos que aquellos pueblos de mentalidad feudal se iban a convertir en Manhattan de un día para otro cuando aquí hemos tardado tres o cuatro siglos en asumir un proceso ilustrado que aún no está completado».

Lo que para este filósofo determina la temperatura moral de un pueblo es cómo trata a los más vulnerables. «Un test para medir el nivel de un país es la posición que ocupan en él las mujeres; en España nos extrañamos, pero olvidamos que en los años setenta una mujer no podía abrir una cuenta bancaria sin el consentimiento del marido», esgrimió Gomá.

Avanzó también algunas de las reflexiones que ha plasmado en La imagen de tu vida (Galaxia Gutenberg), además del monólogo dramático Inconsolable, que escribió llevado por la aflicción tras la muerte de su padre. «Toda la vida de mi progenitor se concentra en veinte o veinticinco anécdotas que configuran toda una potencia simbólica; en la muerte es cuando podemos alcanzar una ejemplaridad fija y perdurable, nuestra vida es una lenta gestación del ejemplo póstumo».

Del monólogo que llevará a escena en junio en el Teatro María Guerrero de Madrid dijo que lo esribió por ser fruto «del mandato que un hijo siente por cumplir con la piedad filial, por ser custodio de su memoria. El día que murió mi padre es como si me hubieran arrancado las primeras páginas del libro de mi vida». Sobre la ejemplaridad póstuma y más allá de su concepto ontológico explicó cómo se plasma en un ideal que apunta a un modelo a seguir y que personifica en la figura de Miguel de Cervantes por aunar tres rasgos que lo hacen irresistible: humor, idealismo y cortesía. «Es esta una fórmula muy pertinente para la tarea moral pendiente en nuestro tiempo tal y como yo la entiendo, que no es tanto ser libres como estar juntos, y eso significa establecer reglas que hagan posible y virtuosa la convivencia», subrayó tras ensalzar al autor de El Quijote como «el agente civilizador más importante que tenemos en nuestra tradición».

El Premio Nacional de Ensayo reivindica el pensamiento filosófico como un activo sociológico movilizador. «La filosofía siempre ha tenido la tentación de convertirse en ciencia y ha fracasado en el intento. Para hacer ciencia ya está la ciencia misma, y si la filosofía la imita, se convierte en un lenguaje supuestamente exacto que excluye a los no interesados en una atmósfera académica; no hay que olvidar que la palabra filosofía tiene que ver con un enamoramiento por las ideas, así desde Platón hasta Heidegger;la filosofía es solo un género literario y yo pienso que el instrumento más eficaz para conocer el misterio de lo humano es el género narrativo».

Pretende que una de las ideas de nuestra época sea la movilización contra el desánimo, un empeño en el que, a su juicio, la cultura debería cambiar su visión pesimista sobre el estado del presente.

Desconcertado por el cortoplacismo que rige el mundo contemporáneo, Gomá se aferra al concepto de ejemplaridad memorable y definitiva, sustentado en unas normas morales compartidas desde la consciencia, arguye, de que hay límites que ensanchan y enriquecen. «La tarea moral pendiente no es seguir ampliando la libertad, sino sentirnos libres juntos, lo que supone aceptar reglas que propicien una buena vida en común; deberíamos ser educados de manera que tengamos inclinación por lo bueno sin necesidad de sanción», concluyó.

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