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Victoria M. Niño
Miércoles, 12 de octubre 2016, 13:17
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Si Luis XIV sintetizó el absolutismo de la Edad Moderna en aquel «el estado soy yo», Donald Trump está acuñando el de «el espectáculo soy yo». De la posibilidad de que llegue a la presidencia de los Estados Unidos, de sus negocios, de sus boutades y, sobre todo, de su proyección televisiva habló ayer Francisco Reyero en el Aula de Cultura de El Norte de Castilla. La sesión, con el patrocinio de CaixaBank y la colaboración de la Junta, se celebró en la Casa Revilla.
Reyero trajo bajo el brazo su último libro, Trump, el león del circo (Editorial El Paseo), e interpelado por Fernando Conde, responsable del Aula, fue desgranando su análisis sobre el controvertido personaje que aspira a derrotar a la candidata demócrata, Hillary Clinton, y a ocupar la Casa Blanca en nombre de un partido, el republicano, en el que tiene un número creciente de detractores.
Francisco Reyero, delegado de La Razón en Andalucía, trabajó largo tiempo en Onda Cero y ha enfocado su análisis desde la relación entre política y periodismo. «En Estados Unidos hay un género llamado info-teinment, una fórmula televisiva que mezcla política con entretenimiento. En esa televisión todo se convierte en espectáculo. Los debates políticos incorporan nuevos elementos para tenernos entretenidos. Cuando terminan, una serie de famosos hacen otro supuesto debate en el que defienden que su candidato ha sido el mejor. El periodismo se ha perdido, la prensa rigurosa tiene un pequeño porcentaje del público», decía ayer Reyero. El periodista recorrió los antecedentes de este hombre de negocios, muchos de ellos ruinosos, que comienza desde joven a imitar a su padre, un vendedor inmobiliario «que se aprovecha de las subvenciones y las exenciones fiscales». Desde el neoyorquino barrio de Queens, mira el mundo y a los «28 años se hace con un carnet de productor de Broadway porque quiere codearse con actores y actrices, estar en los clubs. Quiere lograr fama y que esta le sea rentable. Ya en los años ochenta está en los programas de los famosos y acaba siendo presentador de un programa de telerrealidad en el que los concursantes son gente de negocios. LA NBC ha ido renegociando su caché, que se ha ido elevando a base de decir barbaridades y buscando siempre enemigos». Todo ello mientras compraba casinos que tenía que cerrar, aerolíneas que se empeñaba en que fueran de lujo contra toda lógica o atendía a los 3.500 juicios que ha protagonizado.
«En 2015 da una rueda de prensa en la que anuncia su candidatura. La gente se lo tomó a broma. Decía cosas como que yo no me presento por mi país sino por mí mismo, para no arrepentirme en un futuro. Contra todo pronóstico, va dejando atrás a otros candidatos. Lo más curioso es que mientras Hillary gasta 145 millones de euros en publicidad televisiva, Trump apenas llega a cuatro, porque él es el espectáculo, está permanentemente en televisión. De hecho le llega a proponer a la CNN que deben pagarle por participar en un debate porque él es quien sube la audiencia». Reyero recordó la querencia de la sociedad estadounidense por el espectáculo. «En el cementerio de Los Angeles llamado Hollywood for ever, donde hay famosos enterrados, la gente acude a proyecciones de cine al aire libre en sus tapias, con sus bebidas entre las tumbas. De igual manera, el perrito caliente más famoso ahora es uno llamado El Chapo. El periodismo debe ayudar a que la ignorancia no sea obligatoria. Es una sociedad que ha desacralizado todo. Creo que por ahí no vamos bien, que se generan problemas de convivencia y Trump es un prototipo de ello».
La mezcla de realidad y ficción, el triunfo del personaje sobre la persona, de la fama sin mérito, del mérito sin capacidad, es evidente en el ejemplo analizado y Reyero alertó del contagio, de la presencia de esta actitud en la televisión española. «Ni Hearst, el Ciudadano Kane, que tenía sus medios de comunicación, logró ser candidato. Trump lo ha conseguido, es ya un aviso».
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