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Antonio Manilla.
El poeta Antonio Manilla protagoniza este martes el Aula de Cultura de El Norte

El poeta Antonio Manilla protagoniza este martes el Aula de Cultura de El Norte

La nueva sesión del ciclo tendrá lugar a las 20:00 horas en el Museo Patio Herreriano

EL NORTE

Lunes, 6 de junio 2016, 13:27

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Poeta de vocación, periodista apasionado y editor frustrado este leonés de la montaña ha querido hacer de su tierra ese Macondo que todo escritor lleva en su alma, el lugar de sus ancestros que pueda hacerse referencia universal partiendo de lo cercano y pequeño. Ese espacio interior conquistado por la geografía leonesa quedó plasmado en El lugar en mí, el poemario con el que el año pasado ganó el Premio Ciudad de Salamanca y del que mañana hablará en una sesión del Aula de Cultura de El Norte patrocinada por CaixaBank con la colaboración de la Junta y el Ayuntamiento de Valladolid.

El que presenta es un libro muy reciente, pero no el último.

Sí, cuando cerró la editorial Everest, donde trabajaba, tuve que recopilar poemas y presentarme a concursos para sobrevivir. El viernes salió Sin tiempo ni añoranzas, que ganó el premio Paul Beckett y, el único previsto, titulado En caso de duda y otros poemas de casi amor, lo ha publicado la editorial Sloper.

Con el periodismo también mantiene una larga relación.

Cuando tenía 18 años tuve un carnet de prensa, pero no soy de formación periodística. El periodismo me parece el oficio más hermoso del mundo. Me encantó siempre desde el punto de vista cultural. Y ahora desde el columnismo, que intento sea literario y mezcle lo efímero y las cosas que quedan en la memoria.

¿Cómo llega a la poesía?

Yo creo que he sido siempre poeta. Es algo que me ha gustado e interesado y he practicado desde muy joven. En el pueblo de mis abuelos, Cármenes, había dos poetas del grupo Claraboya, una revista poética de los setenta de renombre en toda España. Eran José Antonio Llamas y Ángel Fierro y ellos me prestaban lecturas, hacíamos revistas y pusimos en marcha la primera semana cultural de la provincia de León. Con 18 años llevé un suplemento de libros en La Crónica de León, hicimos un encuentro de escritores y pude convivir con mucha gente interesante, lo que pudo ser un nutriente de esa vocación.

León es cuna de muchos escritores y poetas. ¿A qué se debe?

La hipótesis habitual es que esa cantidad de escritores viene un poco del frío, del estar en casa y poder leer, y de los filandones, los hombres que mientras las mujeres hilaban se contaban historias. Yo tengo una teoría paralela que es la de los antiguos maestros de manzana, así llamados porque trabajaban por la comida, que en la provincia de León, y sobre todo por la montaña, había muchos.

¿Cómo ha evolucionado su obra desde su primer poemario?

El primer libro estuvo influenciado por mi estancia en Oviedo, donde entré en contacto con la tertulia Oliver, de José Luis García Martín y Víctor Botas, y otros poetas con los que intercambiaba lecturas. Casi lo primero fue un poemario que ganó el Premio Castilla y León de las Letras Jóvenes, y no es que desdeñe esa poesía pero, si hiciera una antología, es lo único que no incluiría.

Defina su forma de versificar.

Mi poesía es eminentemente española en el sentido de las formas, algo que los últimos poetas más jóvenes parecen desdeñar. Me refiero que hay mucho poeta y poco versificador. Que hay poco trabajo de elaboración del verso según la normativa de nuestra lengua. También es una poesía con bastantes imágenes. A mí me interesa mucho la poesía impresionista que en nuestro país no ha sido muy trabajada. Pienso en Georg Trakl, Atilio Bertolucci, padre del cineasta, un poeta maravilloso que aquí casi no se ha publicado, y poetas españoles como Antonio Machado o Borges.

¿Y en lo que al fondo se refiere?

Coincido con Andrés Trapiello en que el poeta siempre está escribiendo el mismo poema. Los temas de la poesía son 4 o 5 y sobre ellos siempre se vuelve. El poeta está dando vueltas a la rueda de un molino como un burro y haciéndolo de otra manera. Escribe un poema que es el mismo que escribió hace veinte años, pero lo está haciendo otra persona y con otra lengua.

¿Cómo surge El lugar en mí?

El libro nace de un trabajo de selección. Yo siempre digo que escribo poemas no escribo libros. No he escrito un libro, pero sí he organizado un libro. Es un gran trabajo de organización o redondeo como libro. Está concebido como globalidad, no al pensarlo, sino a posteriori. Es una especie de propuesta arquitectónica, tiene una estructura circular basada en las cuatro estaciones y tiene un prólogo de futuro y un epílogo de pasado, dejando el presente en medio. Son poemas de la tierra, muy enraizados en la montaña leonesa, pero que se pueden extrapolar y pueden hablar de cualquier otro sitio.

¿Hay algún otro lugar en usted?

Viví un año en Roma y en casi todos mis libros, en este no, hay un poema dedicado a Roma. Me siento, quizá también por mis estudios de arte y clásicas, un poco romano.

Colinas dijo que su obra es sencilla, natural y con grandes metáforas.

Sí, estoy completamente conforme, porque yo creo que la poesía aparentemente sencilla y natural es la más difícil de hacer, es decir, que no se note el artificio. También dice que apenas tiene retórica y en eso sí que discrepo. Tiene más retórica que cualquier obra aparentemente oscura y gris o profunda. Conseguir el poema sencillo, por ejemplo el de Machado, tiene una dificultad extrema, la de que haya retórica sin que se vea, es el reto de cualquier arte. Tiene una retórica de línea clara, como diría Luis Alberto de Cuenca, que considera la claridad como una cortesía hacia el lector, que el poema se entienda.

¿Usted busca esa claridad y esa comprensión?

Todos los poemas tienden al claroscuro, es decir, requieren al menos un par de lecturas. Yo intento acercarme a la claridad, que pueda entenderse a la primera y por cualquiera, incluso los que no leen poesía. Luego hay una segunda lectura que aprecia la persona más avezada en los trucos de la poesía. Odio cuando la gente dice que no entiende la poesía. Creo que la poesía se puede entender perfectamente y que el trabajo del poeta es que se entienda.

¿Hay un auge de la poesía?

Decía Octavio Paz que la poesía no tiene público, tiene lectores. Yo creo que en España puede haber 500 o 1.000 lectores de poesía. Es verdad que hay un boom, pero lo que ocurre ahora es que está encontrando público. Quizá tenga que ver con la gente que escribe poesía íntimamente sin el impulso de editarla, simplemente le gusta compartirla y oírla de otros. No sé si son lectores de otros poetas pero sí son autores.

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